Más de un siglo de historia corre el riesgo de desaparecer, si la Sombrereía Mil de la calle Fontanella número 20 se acaba viendo obligada a bajar la persiana. Este es el temor de Núria Arnau, actual responsable de esta tienda emblemática del centro de Barcelona, que abrió puertas en 1917 y cuyo alquiler podría multiplicarse por dos con la renovación del contrato.
"Antes de la pandemia comenzó a correr la voz que los propietarios querían abrir un hotel. Hablé con ellos y me dijeron que no, que tampoco tenían ninguna intención de hacer que nosotros nos fuésemos, pero que cuando llegase el momento ya negociaríamos. Eso sí, poniendo el alquiler al precio de mercado", explica Arnau a Metrópoli. Actualmente tiene un contrato de alquiler de quince años que finaliza en 2025 y que contempla un aumento anual de 12%. Si a principios de los 2000 pagaba alrededor de 1.800 euros al mes, hoy en día abona más de 8.000. "Los locales más nuevos de esta calle pagan alrededor de 15.000 euros mensuales. Igualar nuestro alquiler al precio del mercado supondría duplicar lo que nos cuesta ahora, no lo podemos asumir", señala. Aun así, reitera que los dueños no han puesto una cifra concreta sobre la mesa.
Durante los últimos años, el cierre de locales icónicos ha sido incesante en la ciudad: la camisería Xancó de la Rambla, la Herboristeria del Rei, la tienda Arlequí Màscares, el Camello de Portaferrissa... según el Catálogo de Protección del Patrimonio Arquitectónico, Histórico-Artístico y Paisajístico de Establecimientos Emblemáticos de Barcelona, en 2016 había 209 negocios históricos a proteger. En este tiempo, 29 –un 14%– han cerrado. Por este motivo, Arnau se muestra intranquila. "En el local de aquí al lado estaba la Werner, que era de música. A ellos, la propiedad no les dio ni la posibilidad de renovar...", apunta.
EL AYUNTAMIENTO PROPONE UN MEDIADOR
Aunque ella no los menciona por su nombre, en la fachada hay un cartel bien grande que indica quienes son los dueños del edificio: La Catalana Seguros, que fue quien echó a los vecinos de la tienda contigua después de 47 años en el lugar. En enero de 2021, Werner reabrió en la calle Moles, a pocos metros de distancia.
Ya durante el confinamiento de 2020 y las restricciones por la pandemia del coronavirus, el Ayuntamiento propuso un mediador entre las partes para conseguir una rebaja en el precio del alquiler. Un figura que el consistorio quiere recuperar ahora en una nueva negociación que permita a la Mil continuar en el local de Fontanella.
"Si al final tuviésemos que irnos, quizás también nos instalaríamos en la calle Moles. Ahí tenemos el taller y otra tienda más grande. Si esta mide 78 metros cuadrados, aquella tiene alrededor de 200", explica. Aunque no es una solución que la convenza del todo: "Otros antiguos locales de las calles de Comtal o Fontanella han acabado mudándose ahí. Pero es muy estrecha, y es donde van a dar las parteras traseras de varios hoteles y grandes tiendas, así que todo el día hay circulación de camiones que van a descargar".
CUARTA GENERACIÓN DE SOMBREREROS
Arnau es la cuarta generación de una antigua familia de sombrereros, que según los datos de la Cambra de Comerç de Barcelona abrió el negocio por primera vez en 1856 en la calle Hospital, siendo así la sombrerería más antigua de la ciudad. La tienda estuvo abierta hasta 1914. Tres años más tarde, reabrió en la calle de Fontanella, donde ha permanecido los últimos 105 años. Actualmente da trabajo a nueve personas, entre los que se cuentan sus dos hijos, quinta generación sombrerera y continuadores de la saga.
A lo largo de todo este tiempo, la Mil se ha convertido en una de las tiendas referencia de la capital. De hecho, son muchos los barceloneses que han acudido aquí alguna vez si necesitaban comprar un sombrero. Por la tienda han pasado también superestrellas de Hollywood de la talla de Ingrid Bergman, Tony Curtis y Francis Ford Coppola, recuerda Arnau. Más recientemente, Robert de Niro y Scarlett Johansson se han dejado ver igualmente en la sombrerería. Y es que aquí se pueden encontrar sombreros "de las mejores marcas: Borsalino, Guerra 1855, Stetson, Brixton, Bailey, Kangol...", enumera la vendedora sin olvidar los suyos propios, "artesanales y que son de mucha calidad".
"Es que cuando alguien quiere un sombrero, ¿en qué tienda piensa? Muchos han pasado alguna vez por delante de nuestro escaparate", reivindica una de las empleadas. Arnau espera que así continúe siendo, y que la ciudad no vea cerrar otra vez uno de sus locales más icónicos: "Para estar aquí, he hecho muchos sacrificios. Como todos los pequeños empresarios, al final para que siga la empresa familiar, o la que tenemos en el corazón, acabamos poniendo dinero de nuestro bolsillo. Y que por el hecho de que otros quieran ganar más dinero se te pueda ir todo al traste... es una lástima. También pensando en la Barcelona que queremos. Que se pierdan negocios de toda la vida es terrible".