Los delincuentes y toxicómanos del Raval se han vuelto a apoderar de la plaza de Sant Agustí tras meses desaparecidos. Tal como avanzó Metrópoli hace unos meses, estos multirreincidentes montaron un mercadillo ilegal de bicis robadas que operaba a pleno rendimiento día y noche, provocando múltiples problemas de incivismo en la zona. Tras la publicación de este digital, la Guardia Urbana lo desalojó. Durante cinco largos meses, los vecinos pudieron disfrutar de la tranquilidad de no ver trapicheos ni peleas constantemente. Pero esta paz duró poco: a finales de mayo, se volvieron a instalar en la zona sin intención de irse.
El conflicto no nace únicamente de la compraventa de bicicletas de dudosa procedencia, sino en todo lo que engloba este "negocio". La última de sus novedades es una discomóvil que funciona sin cesar desde hace casi dos semanas a todas horas en la problemática plaza.. Ismael --nombre anónimo-- es una de las víctimas colaterales de los ladrones y traficantes. Hace varias décadas se compró un piso en la plaza del Arc de Sant Agustí para jubilarse, sin imaginarse el calvario en el que se acabaría convirtiendo. "La mayoría de vecinos de esta calle se han ido por los problemas que hay, solo quedamos unos pocos, que estamos rodeados de pisos turísticos ilegales", lamenta el hombre.
Tanto Ismael como el resto de fuentes vecinales consultadas señalan al comedor social de Reina de la Pau como el foco de conflictos, ya que son algunos de sus asistentes los que, supuestamente, delinquen en el Arc de Sant Agustí, unas declaraciones que desde el convento niegan tajantemente.
'Es el Ayuntamiento el que tiene que actuar'
"Las personas que se comportan de esta manera tan incívica no son del comedor. Nosotros también sufrimos las consecuencias de esta situación. A veces hay personas drogadas y llenas de sangre en nuestras puertas. También hay ladrones que nos insultan, nos tiran cosas y nos escupen, pero nosotras no podemos hacer nada, es el Ayuntamiento el que tiene que actuar", dice una de las monjas a Metrópoli. "La gente que viene a por comida aquí también tiene miedo por estos mutlirreincidentes", añade.
Las fuentes vecinales consultadas no coinciden con las explicaciones de las religiosas: "Es curioso que los jueves --que es el único día que el convento está cerrado-- no hay ni rastro de los toxicómanos. De hecho, ese es el día en el que las agencias inmobiliarias aprovechan para enseñar los pisos, ya que el resto de la semana no se atreven". Los pocos residentes de la plaza Sant Agustí solo tienen dos jornadas de paz: los jueves y cuando hay lluvia, ya que las precipitaciones ahuyentan a los delincuentes.
Bicicletas robadas y tráfico de drogas
El resto de días se dedican, principalmente, a vender bicicletas robadas y a trapichear. El problema con las bicis es que todas ellas tienen un número de serie que sus propietarios, por norma general, desconocen. Cuando son víctimas de un robo y van a denunciarlo a la policía, los agentes piden ese dígito y, al no saberlo, no pueden acreditar que sean robadas, a pesar de que así sea. "Venden bicis valoradas en más de 2.000 euros y son personas que, supuestamente, no tienen recursos económicos, es imposible que las hayan conseguido de manera lícita", añade Isma, que está harto de ver cómo las tunean y las venden sin ningún tipo de consecuencia.
Una discoteca al aire libre delante del convento
Pero eso no es todo. También hay prostitución y peleas entre los mismos ladrones. La gota que ha colmado el vaso ha sido que, desde hace casi dos semanas, han montado una "discoteca" al aire libre delante del convento. "Los vecinos estamos nerviosos porque no podemos dormir. La fiesta comienza sobre las 3:00 horas de la madrugada y están con la música a todo volumen hasta que, a primera hora de la mañana, viene la Guardia Urbana y los echan, pero al cabo de poco rato vuelven a hacer lo mismo, y así cada día de manera reiterada", lamenta el vecino.
Los residentes prevén un verano muy complicado, ya que las suaves temperaturas y la falta de efectivos policiales motivan la aparición de nuevos toxicómanos y delincuentes que se afincan en el Arc de Sant Agustí al comprobar que pueden cometer consumir drogas, alcohol y cometer cualquier tipo de delito con impunidad. "Cuando les recriminas su actitud, se encaran y responden con agresividad", añade Ismael, que ha visto con sus propios ojos como lanzan botellas de cristal y botes de pintura contra los vecinos que se atreven a encararse a ellos. "Estamos hartos de llamar a la policía y que nunca aparezca nadie, no es justo cómo nos tratan en el Raval", dice uno de los afectados.
Metrópoli se ha puesto en contacto con la Guardia Urbana de Barcelona, pero al cierre de este artículo no ha obtenido respuesta.