Miguel y Bea, los portavoces vecinales del Raval

Miguel y Bea, los portavoces vecinales del Raval Òscar Gil Coy Barcelona

Ciutat vella

Miguel y Bea, los "protectores" que luchan por recuperar el Raval de Barcelona: "Es nuestra casa y no nos iremos"

Cansados de la degradación y la impunidad, los vecinos de esta zona de Ciutat Vella mantienen la presión y exigen soluciones reales y no promesas políticas

Más: Vecinos del Raval reactivan su lucha contra los narcopisos: "Estamos peor que en los 80"

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El barrio del Raval de Barcelona es un hervidero de delincuencia y degradación. Y no es un "relato" o una "percepción" dibujada por los medios de comunicación. Es lo que sus vecinos aseguran. Los mismos que conviven con narcotraficantes, drogadictos y ladrones.

Aun así, todavía hay esperanza. Porque la gente que defiende el barrio ya hace mucho ruido. "Nos protegemos los unos a los otros. Hay personas muy guais aquí". Lo aseguran Bea y Miguel, dos personalidades que se han alzado los últimos años como portavoces vecinales. Una de la zona del Raval sur y, el otro, del norte. 

Miguel y Bea, vecinos del Raval durante la entrevista con Metrópoli

Miguel y Bea, vecinos del Raval durante la entrevista con Metrópoli Òscar Gil Coy Barcelona

Su barrio, a pesar de lo evidente, les encanta. A los dos se les ha pasado por la mente la idea de mudarse. Pero ninguno quiere. "Claro que viviría más tranquilo en otro lado, pero esta es mi casa. A mí no me echarán", defiende Miguel, vecino de la conflictiva calle Picalquers.

Un movimiento vecinal

Ambos comenzaron la lucha sin saber que el movimiento crecería tanto. Bea, que por prudencia prefiere no mostrar su rostro ante la cámara, se mudó a la calle Santa Madrona hace ya nueve años. Y lo que ve cada día cuando se asoma a su balcón "es cada vez peor".

Una calle del Raval

Una calle del Raval Òscar Gil Coy Barcelona

La vecina recuerda un narcopiso justo enfrente de su casa: “Los veía pincharse desde mi salón. Hasta que hubo una sobredosis y los sacaron”. Lo cuenta en un tono más bien liviano porque, como ella dice, "te tienes que reír por no llorar".

La plaza de Rubió i Lluch del barrio del Raval donde se concentran delincuentes

La plaza de Rubió i Lluch del barrio del Raval donde se concentran delincuentes Òscar Gil Coy Barcelona

La sala Baluard, foco de inseguridad

Bea, que se hace cruces cada día cuando lleva a sus hijos al cole, destaca la especial degradación en torno a la sala Baluard: “La gente se pincha dentro, pero luego salen y la plaza es suya; vienen de toda Europa porque aquí tienen un sitio para consumir”, dice la entrevistada.

Una calle del Raval

Una calle del Raval Òscar Gil Coy Barcelona

La llegada de consumidores foráneos --explican-- ha tensionado aún más la convivencia: “Los de aquí, en cierto modo, respetaban, pero los que vienen de fuera no conocen a nadie y no respetan nada”, agrega Miguel.

Las narcosalas --y los narcopisos que las rodean--, según ambos entrevistados, han provocado la desazón de comerciantes y residentes y han reavivado debates sobre política pública: desde la gestión policial hasta la necesidad de cambios legislativos para atajar la reincidencia.

La plaza Rubió i Lluch del barrio del Raval

La plaza Rubió i Lluch del barrio del Raval Òscar Gil Coy Barcelona

Organización vecinal y respuestas a medias

Es debido a toda esta problemática que la respuesta ciudadana se ha organizado: grupos de WhatsApp, asociaciones de vecinos, pitos colectivos y hasta “inventos” caseros --como pistolas de agua que usan para ahuyentar a quienes ocupan las escaleras--.

“Cuando suena el pito salen todos los vecinos”, cuentan. También ligan su trabajo con la policía: “Los Mossos d'Esquadra y la Guardia Urbana ayudan lo que pueden. Hacemos piña con ellos, pero es frustrante ver a los mismos que vuelven al cabo de horas”, admite Bea.

Miguel Nueva, uno de los portavoces vecinales del barrio del Raval

Miguel Nueva, uno de los portavoces vecinales del barrio del Raval Òscar Gil Coy Barcelona

Impunidad

Esa frustración apunta a un problema mayor: la percepción de impunidad y la sensación de que las medidas municipales no llegan o no funcionan.

Los vecinos critican planes de choque que, en su experiencia, se han convertido en ejercicios de imagen. “Pusieron cámaras, 'gumets' y controles, pero nosotros hemos visto más porquería después”, relata Miguel.

Un hombre rebuscando en la basura en el Raval

Un hombre rebuscando en la basura en el Raval Òscar Gil Coy Barcelona

La limpieza, dicen, resulta ineficaz si la gente sigue tirando basura desde balcones y locales, o si los contenedores no funcionan.

Reivindicaciones: más mano dura y políticas sociales

Si tuvieran que pedir tres medidas para “mañana”, Miguel y Bea coinciden: cambios legales que permitan actuar contra reincidentes, más operativos eficientes para sacar narcopisos y medidas reales contra el incivismo (sanciones efectivas y limpieza que funcione).

“Es frustrante para la policía: persigues a alguien y a las dos horas está otra vez en la calle”, dice Miguel. Bea incide en la necesidad de políticas coordinadas que combinen seguridad y servicios sociales: “No queremos que se nos ignore por miedo a perder votos; la solución pide políticas duras, sí, pero también preventivas”.

La calle Picalquers del Raval

La calle Picalquers del Raval Òscar Gil Coy Barcelona

Un barrio con contradicciones

El Raval se dibuja así como un barrio de contradicciones: un lugar con personajes entrañables y solidaridad vecinal, pero también con problemas estructurales que agotan a quienes pagan alquileres y abren comercios.

Los vecinos no quieren que el relato del barrio se reduzca a clichés: piden medidas concretas, coordinación institucional y políticas que no se queden en anuncios.

“Seguimos aquí y seguiremos haciendo ruido”, concluye Bea. Miguel asiente: “Si hay que salir a la plaza a protestar, salimos. No nos vamos a callar”. Y mientras tanto, el Raval resiste y se organiza, entre el cansancio y la esperanza, como siempre ha hecho.