Los libreros del mercado de Sant Antoni, contra las cuerdas por un problema de goteras
Las inclemencias del tiempo y la nula asistencia del Institut de Mercats ocasionan pérdidas que alcanzan hasta los 3.000 euros
7 julio, 2024 23:28Crisis entre los paradistas del mercado dominical de Sant Antoni. Los tenderos, dueños del espacio que sobre todo ocupa los alrededores del nuevo mercado, han puesto el grito en el cielo por lo que consideran la reforma 'chapucera' que sufrió el icónico enclave comercial barcelonés y que afecta directamente al gremio de los libreros, que se mojan cada vez que llueve a causa de las goteras.
"Libro mojado, libro que se echa a perder y no se puede vender, es así de sencillo", aseguran varios vendedores a Metrópoli, que reclaman una revisión de los techos de las paradas y denuncian una situación de desamparo por parte del Institut de Mercats, que depende del Ayuntamiento de Barcelona.
Hornos
Uno de los libreros más veteranos del emblemático mercado relata que, ya desde el inicio, rechazaron el techo actual de las marquesinas cuando se terminó la reforma, allá por 2018. Este, compuesto por láminas de aluminio, "se convierte en un horno cuando hace sol, en una nevera cuando hace frío y no para de gotear cuando llueve. El problema sería tan fácil de resolver como poner un techo de tejas como en el edificio principal --algo que se ha pedido--. Sin embargo, lo que han anunciado es que quieren colocar placas solares, hecho que favorecerá, todavía más, un aumento de la temperatura. "Vender bajo esos techos va a ser horrible", considera el librero. Sin embargo, esta es una de las medidas que plantea el Ayuntamiento para mejorar la impermeabilización del espacio, señalan fuentes municipales.
"Hay una sensación de que sobramos, de que no nos quieren aquí. Los que deciden esto no saben lo que son los libros usados y el valor que tienen. No todos pueden pagar 30 o 40 euros por un nuevo libro.", aseguran. "No entendemos cómo tras estas obras ha habido perfiles técnicos y arquitectos que han dado el visto bueno", reflexionan.
Modelos inadecuados
Otro paradista dominical añade que, directamente, el modelo y empresa elegido no eran los adecuados. "Si tú entrabas en el catálogo de la compañía, se podía ver como eran techos de pérgolas de piscina", lamenta. "Al no estar convencidos, el Ayuntamiento ofreció hacer una prueba con un aspersor que no demostró nada. A la primera lluvia se estaba echando a perder el género". Se trata de estructuras que no disponen de un buen sistema de desagüe, por lo que se encharcan con facilidad. De hecho, detallan que ha habido ocasiones en las que estos techos han llegado a ceder. Tras uno de estos episodios, que tuvo lugar en verano de 2023, el consistorio arrancó con varias medidas de mejora del mantenimiento de los desagües y pintura de las pérgolas con pintura de poliuretano, comenta el Ayuntamiento. Se trata de medidas a corto plazo, que, sin embargo, no han logrado zanjar la problemática.
Tras repetidos episodios en el que las inclemencias del tiempo dañaban los libros, los paradistas solicitaron al Institut de Mercats indemnizaciones por daños. La respuesta, critican, siempre es la misma: la responsabilidad recae sobre el paradista. Cada semana, si hay previsiones de lluvia, la institución envía un aviso a los propietarios. Si abren y pierden dinero por daños materiales, no se hacen indemnizaciones "porque el Institut nos ha avisado. Si se pierde la facturación del día, aunque al final no llueva, tampoco se admiten indemnizaciones porque somos nosotros los que no hemos abierto. Al final del día, estamos siempre descubiertos".
Pérdidas económicas
Tan es así, se queja el expresidente del Gremi de Llibreters de Vell y propietario de la librería Fénix, Marçal Font, que aun cuando se han enviado pruebas del género dañado, desde el organismo consideran que "todavía son vendibles aunque su precio baje". En esta coyuntura, cada domingo lluvioso puede implicar para los libreros pérdidas que van desde los varios cientos hasta los 3.000 euros, apuntan.
Tras su aprobación en 2007, se trasladó a los tenderos a un mercado provisional cuando arrancaron los trabajos, allá por 2009. Los paradistas se quedaron en la calle de Urgell durante casi una década, hasta que pudieron volver. Aquellos que ocupan las marquesinas, sin embargo, lamentan que gradualmente han ido perdiendo espacio. De hecho, hoy en día esta zona ocupa 450 metros de longitud, respecto a los iniciales 750 metros. Solo un mes después de la reapertura, en verano de 2018, el mercado había sufrido tres inundaciones.
Llama la atención, comenta una de las fuentes consultadas, que en aquel pleno acerca de la reforma del equipamiento municipal "se habló de cromos, y no del resto de productos". Sucede que el tradicional intercambio de cromos, así como de otros tipos de objetos de colección tan populares entre los niños solo dos décadas atrás, era una actividad externa al mercado. Este hecho anecdótico, sin embargo, "ejemplifica lo mucho que conocían la problemática", considera.
Problemas de desagüe
Pero las marquesinas no son el único problema. El sistema de desagüe tampoco funciona, aseveran. Los sumideros no tragan agua de manera eficiente y el techo del mercado está lleno de nidos de palomas. Si bien cada cierto tiempo se realizan las labores de mantenimiento mencionadas, los nidos siguen apareciendo, las palomas se siguen cagando sobre los clientes y los desagües siguen atascados.
Con todo, el trabajo de estos tenderos que, cada uno por sus motivos, deciden abrir cada domingo su parada en uno de los pocos mercados dominicales de la ciudad se ve empañado por las deficiencias en cuanto a su funcionalidad y por la nula cobertura que se da a los trabajadores. Por el momento, el consistorio confía en que la instalación de placas fotovoltaicas acabe con el problema de las filtraciones, algo que entre los paradistas se acoge con mucho escepticismo.