Una joven realiza a conciencia la postura del guerrero. Alarga sus extremidades y sigue las indicaciones de su profesor de yoga. De repente, ve por la ventana algo insólito: un asentamiento de chabolas despunta entre los altos y modernos edificios. En el distrito más tecnológico y emergente de Barcelona, el denominado 22@, las chabolas crecen como setas al lado de espacios de coworking como Plate Selector. El contraste es brutal. Algo parecido sucede en la zona business de Los Ángeles o en Asunción, frente al Congreso Nacional, donde se ubica la entrada al barrio más pobre y peligroso de la ciudad, la Chacarita.
Barcelona tampoco se libra. Las últimas cifras proporcionadas por el Ayuntamiento de Barcelona no son alentadoras. En 2018 el número de asentamientos de infraviviendas incrementó en un 20 % respecto al año anterior cuando se contabilizaron hasta 68. La media de personas que vive en chabolas y caravanas es de 536, y gran parte de ellas se concentra en el distrito de Sant Martí, sobre todo en la zona que comprende el Poblenou, donde hay decenas de solares vacíos. Este –con aproximadamente 10 chabolas– es uno de ellos. Uno de tantos.
SE ESTABLECEN EN LOS SOLARES VACÍOS
En el mismo espacio de yoga, después de la clase, la joven prueba un hummus de remolacha y le saca una foto para subirla a Instagram. Mientras, dos hombres de apariencia magrebí acceden al asentamiento. Apartan unos pósters publicitarios de La Mercè '18 –que ahora ejercen de pared– y sacan algo del interior de la chabola. Cruzan un par de frases y se marchan. Nadie queda en el lugar. Desértico por la mañana. Todos están trabajando. O eso parece.
“No notamos cambios. Sabemos que el Ayuntamiento manda notificaciones, pero no se van”, explica a Metrópoli Abierta Quim Estivill, un vecino que lleva varios años ayudando a las personas vulnerables. “Hay tantos asentamientos que no los controlamos todos”, dice. Este, ubicado en la calle Pallars con Zamora, no lo conocían. “Mientras haya solares vacíos seguirán ocupando”, comenta el vecino que ha impartido clases de catalán y castellano a los inmigrantes para facilitar su integración.
VARIOS TIPOS DE ASENTAMIENTOS
Según Estivill, hay tres tipos de asentamientos: “Los que viven en barracas, los que lo hacen en una nave industrial, y los que viven en un piso, de ocupas o no, que suele ser un cutrepiso, muchas veces sin agua ni luz. Pero todos son asentamientos, puesto que no reúnen las mínimas condiciones de habitabilidad”. Incluso en los últimos meses han aparecido chabolas de dos pisos improvisadas con palets de madera, plásticos y cartones. Innovación a todos los niveles.
Fuentes del espacio moderno donde se imparten distintas actividades aseguran a este medio que la ocupación del solar se produjo a finales de año. Fueron expulsados de un piso y se establecieron justo al lado. Ahora ya es su “casa”. Hay una mesa, sillas, varias bicicletas, carros de supermercado y montañas de basura. “La mayoría trabaja con la chatarra”, cuenta Estivill. “Por eso buscan espacios amplios, para poder depositar los materiales”, añade.
Tal como han podido comprobar plataformas que trabajan en la zona, los colectivos más habituales en este tipo de situación son los galaico-portugueses, los rumanos y los subsaharianos. Desde Amics del Moviment Quart Món ayudan a la comunidad galaico-portuguesa, mientras que otras organizaciones, como la Xarxa de Suport als Assentaments del Poblenou, ofrecen asistencia alimentaria, sobre todo a colectivos de rumanos y subsaharianos.
El pasado mes de mayo, operarios municipales desalojaron una parte de un solar con barracas detrás de Glòries. Solo el espacio “que estaba cerca de un edificio en muy mal estado”, tal como pudo comprobar este medio. Meses más tarde, el drama del chabolismo sigue lejos de solucionarse. En algunos casos, hasta los propios “inquilinos” piden la asistencia del Ayuntamiento para que les facilite unos baños portátiles y unos contenedores. Mientras, la incómoda postal sigue afianzándose en el barrio más emergente y tecnológico... con gran proyección internacional.