Incertidumbre y nerviosismo. Así han afrontado los empleados y propietarios de los bares y restaurantes de Barcelona la reapertura de sus establecimientos. La capital catalana amanecía y los trabajadores levantaban las persianas con esperanza de que los primeros clientes llegaran pronto. Muchos otros, directamente, no han desempolvado las cafeteras ni han montado las mesas de la terraza. La crisis económica desencadenada por el coronavirus les ha obligado a cerrar para siempre sus locales.
Jose, el propietario del bar Mombiela, de la calle Vila i Vilà, espera que la clientela se vaya animando durante el día: "El primer día de momento va flojito, aunque esperamos que vaya animándose". El gerente del bar del Poble-sec se muestra impaciente por reactivar su negocio, aunque considera que el parón ha sido un antes y un después que supondrá un cambio de paradigma: "Los hábitos están cambiando y los sistemas de negocio también lo harán. Quizás es el momento de enfocarnos a otro tipo de cliente".
TERRAZAS VACÍAS
Unas calles más arriba, Raúl saborea su café con leche en el bar A gusto. Es un cliente fiel de este establecimiento situado en la popular calle Blai y confiesa a Metrópoli Abierta sentirse emocionado por volver a disfrutar de un desayuno en su local preferido: "Estaba deseoso de poder tomarme un café. Hoy ya me lo puedo tomar dentro y la verdad es que es un gusto". Este consumidor considera que la normativa ha sido especialmente dura con el sector de la restauración y lo describe como "un abuso" para los propietarios.
Muchos de los bares y restaurantes que solían estar abiertos y repletos de gente permanecen clausurados. La céntrica calle del distrito de Sants-Montjuïc no es la misma que antes de la pandemia. Blai solía ser un punto de encuentro lleno de vida y color al que acudía la juventud y los vecinos de la zona, ahora la postal es mucho más gris.
ZONAS TURÍSTICAS
Este panorama se asemeja al de la plaza Reial del barrio Gòtic. Tan solo tres bares han montado las terrazas a primera hora de la mañana, todos los otros permanecen cerrados a cal y canto. El encargado del Glaciar, uno de los establecimientos privilegiados que se han mantenido en pie tras el cierre, asegura que afrontan la reapertura "con mucha preocupación" y dudas por "el restringido horario" que ha impuesto la Generalitat. Lamenta que muchos de los locales hayan sido "castigados por culpa de unos cuantos que lo han hecho mal".
Este empleado sirve un capuccino "cargado de espuma" a su clienta de confianza, María Martín. Lo saluda "después de mucho tiempo sin verlo" y le da ánimos: "¡Todo irá bien, saldréis de esta!". La vecina explica a este medio que tenía muchas ganas de volver a su "bar de siempre" para poder trabajar mientras observa a la gente que pasea por el enclave turístico. A pesar de la felicidad que le da volver a sentarse en una terraza, afirma que el cierre ha sido "perjudicial para todos" y especula que podría ser una maniobra para "cargarse a la clase media".
HORARIO RESTRINGIDO
Saliendo de la plaza Reial, los transeúntes caminan por una Rambla sin vida. La mayoría de bares y restaurantes del eje barcelonés no han vuelto a abrir tras las restricciones. Montse Vila, una de las gerentes del mítico Bar Núria, situado en la confluencia de la turística vía con la calle de Pelai, desayuna un bocadillo de fuet y un zumo de naranja en su terraza mientras observa con pena la poca gente que camina por el centro de la ciudad.
A pesar de la deprimente imagen, la propietaria dice estar "Muy contenta de volver a abrir al público". Se considera una afortunada por arrancar de nuevo en su restaurante y explica que muchos de sus compañeros "van a esperar a marzo, cuando se pueda abrir al 100%, porque no pueden aguantar un negocio a medias". Vila, que regenta el negocio junto a Marcel Cortadella, explica que el sector de la restauración ha sido enmudecido por parte de las administraciones: "no quieren que protestemos". La empresaria define que las restricciones no están bien pensadas: "No tiene sentido que nos digan que podemos abrir hasta las 21.30 horas, en este país no cenamos a partir de las 18.00 horas de la tarde".
GRANDES INVERSIONES
En la otra punta de Barcelona, en el barrio de El Clot, la reactivación de bares y restaurantes es similar. Algunos de los establecimientos han amanecido clausurados, mientras que los que se han atrevido a abrir han recibido poca clientela.
Camilo, el propietario del bar Almirall, situado en la calle de Aragó, atiende a uno de sus primeros clientes. Mientras le sirve un café confiesa que ha invertido unos 40.000 euros desde marzo para evitar la quiebra de su local.
Este autónomo vaticina que la reapertura será "más de lo mismo" porque la situación se ha vuelto "inviable". El futuro le parece incierto: "Después de tanto tiempo cerrado, la costumbre de ir al bar se corta. La gente se ha acostumbrado a tomar cualquier cosa en casa", clama. A pesar de que el proceso va a ser "lento, malo y desastroso" para el propietario del bar, asegura que "Lamentarse no vale de nada. Hay trabajar lo que se pueda y seguir para adelante".
AUSENCIA DE AYUDAS
A diferencia de las grandes calles de este barrio de Sant Martí, la plaza del mercado tiene algo más de actividad. Justo en la entrada del equipamiento se encuentra el bar La Mànega donde dos camareras sirven a su clientela. Una de ellas describe el primer día de reapertura como "extraño", explica que están teniendo "sensaciones muy raras" debido a que el ambiente "está muy apagado".
Carme, la propietaria del Bar Clot, situado en las inmediaciones del mercado municipal se suma a la preocupación de los otros restauradores. Se muestra especialmente enfadada con las administraciones. Al igual que la gran mayoría de bares y restaurantes ha intentado acceder a las "escasas" ayudas económicas tras el varapalo que ha supuesto la crisis de la pandemia: "A lo mejor en enero, cuando ya nos habremos muerto de hambre, nos dan 1.500 euros hasta que se acaben las existencias", relata intranquila tras asegurar que las pérdidas de su negocio oscilan entre los 5 y los 6.000 euros mensuales.
"Yo he abierto, pero ¿vendrá alguien? Este es un barrio trabajador, la mitad de los vecinos está sin trabajo. Hace años que la gente se lleva el bocadillo de casa, pero con el remate de la pandemia..., explica.
FUTURO INCIERTO
La preocupación de Carme es la de miles de propietarios que hoy, 23 de noviembre, han vuelto a abrir sus locales en toda Cataluña. La reapertura ha supuesto un nuevo reto al que deberán enfrentarse sin saber si podrán continuar dedicándose a la restauración. Una apuesta, sin un objetivo claro, a la que hacer frente implorando por lo que pueda en los próximos meses.
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