Un gramo de cocaína en Barcelona cuesta entre 60 y 70 euros. Son unas veinte rayas, aproximadamente. El speed, para algunos la cocaína de los pobres, es mucho más barato; entre 15 y 30 euros. Las pastillas de éxtasis se pueden conseguir por seis y 10 euros. “Han subido de precio, pero también lo ha hecho su pureza”, explica la farmacéutica Mireia Ventura desde las oficinas de Energy Control en Barcelona, un buen termómetro para conocer el mercado de la droga y sus variaciones en función del contexto. La pandemia, por ejemplo, ha vuelto a demostrar la “gran resiliencia” de los narcotraficantes. Lo refleja la pureza de las sustancias, que apenas se ha visto alterada.
Ventura analiza una decena de dosis de cocaína y pastillas a la semana. Las traen los mismos consumidores, la mayoría hombres de unos 30 años de media con perfiles y profesiones variadas. Hasta 2.012 barceloneses quisieron saber qué se estaban metiendo en el cuerpo durante 2019. Es una cifra cuatro veces superior a la de 2009 cuando el servicio gratuito de análisis del proyecto recibió a 571 personas.
El “miedo principal” de los consumidores es la adulteración. La cocaína puede llevar varios componentes como la enacetina, cafeína y analgésicos locales como la lidocaína. Sin embargo, la cocaína y el éxtasis han mantenido su pureza (sobre el 50% en el primer caso y el 70% en el segundo).
INFORMACIÓN
Informar en lugar de prohibir. Es la premisa principal de este proyecto pionero en España nacido en 1997 en la ciudad condal. “Desde pequeños nos enseñan que no debemos tomar drogas. Nos han educado con el miedo para evitar el consumo”, señala la experta. La entidad rechaza la estrategia internacional de la Guerra contra las Drogas, iniciada en los 70 por Estados Unidos, y se inclina por concienciar a los consumidores dándoles la máxima información posible sobre las sustancias: principalmente saber de qué están hechas y si incorporan adulteraciones, un peligro añadido al riesgo que conlleva consumir drogas.
Los educadores, psicólogos y técnicos de laboratorio de Energy Control, un proyecto de la Asociación Bienestar y Desarrollo (ABD), han percibido una bajada del consumo desde marzo. Lo demuestran las 910 dosis analizadas este 2020, que contrastan con las 2012 del año pasado. Antes de la pandemia analizaban hasta unas 50 muestras semanales. La prohibición de fiestas en discotecas y locales las restricciones sanitarias, un contexto habitual en el uso de drogas, es la causa principal.
El trabajo de esta entidad se enfoca en gran parte en estos ambientes. Colocan un stand en la puerta de los locales donde informan a los jóvenes y analizan las drogas (852 dosis entre 2017 y 2020 en Barcelona, principalmente MDMA, éxtasis). Los test colorimétricos en speed, cocaína ketamina y LSD permiten a los consumidores detectar sustancias no deseadas y tirarlas para evitar riesgos añadidos. Durante la crisis sanitaria ha caído el consumo de drogas recreativas (éxtasis y cocaína) y crece el interés por las sustancias psicodélicas, como el LSD, conocido popularmente como tripi.
LA ADAPTACIÓN DEL NARCOTRÁFICO
Pero la droga no ha dejado de entrar en Barcelona. Lo hace principalmente por el puerto, una de las principales vías utilizadas por el narcotráfico internacional para repartir su producto por toda Europa. “Estábamos muy asustados por la posible entrada de nuevos adulterantes, pero no ha ocurrido. Esto nos indica que los narcotraficantes, acostumbrados a moverse en terrenos muy pantanosos, son muy resilientes”, observa Ventura.
A la entidad llegan muchas personas con sentimiento de culpabilidad. “Es importante cuidarse cuando estás consumiendo drogas”, señala. La doctora destaca el efecto bola de nieve que se produce cuando divulgan la información a los consumidores, éstos lo transmiten a su entorno y se genera una cadena de información. En ocasiones acuden parejas aunque siempre es el hombre el que lleva la sustancia. “No quiere decir que las mujeres no consuman, pero tienen mucho más estigma. Cuando una mujer acude a un centro de desintoxicación tienen que saltar todas las alarma. Esa mujer estará muy mal”.
¿LEGALIZACIÓN?
¿Hay que legalizar las drogas? Ventura es partidaria de la regulación, "que no es lo mismo que legalización. Así, el control estaría en manos del Estado y no de los narcotraficantes, con el ahorro de problemas que eso conllevaría". Una regulación de la marihuana, apunta, acabaría con el fácil acceso que tienen los menores a los porros y también con la adulteración.
En Barcelona se fuma más hierba que hachís. En los últimos meses el precio del cánnabis en Barcelona ha subido a causa de las numerosas incautaciones en la Línea de la Concepción (Cádiz), ruta destacada del narcotráfico que enlaza Marruecos con el continente europeo. Ventura subraya positivamente el papel de las asociaciones cannábicas en Cataluña en la reducción de daños. "Nos preocupa mucho el consumo en los menores, en una etapa, la de la adolescencia, en que desarrollan su cerebro".
NARCOPISOS
Los usuarios de Energy Control compran la droga a camellos de confianza. Su perfil se aleja de los clientes de los narcopisos de Ciutat Vella, aunque también detectan "consumos problemáticos" entre los usuarios de la entidad. "Una adicción es una palabra muy grande", desliza esta farmacéutica. La sustancia es importante, pero más aun lo son las personas y el contexto. Tras su paso por la asociación algunas personas disminuyen el consumo. Otras incluso dejan lo dejan.
La experta en drogas considera que los narcopisos y puntos de venta, principalmente ubicados en el Raval, son una consecuencia más del concepto de guerra contra las drogas. "Deberíamos hablar de guerra contra las personas que las consumen. Tienen una adicción y necesitan la droga para vivir. ¿Los hemos de culpabilizar porque han escogido las drogas ilegales? Deberían poder acceder a un sistema de dispensación. Si están en un buen contexto, en una situación favorable, quizás dejen de consumir. Como peor estén menos fuerza tendrán para dejarlo", zanja.
'NUESTRO SERVICIO INTERESA'
Durante estos 24 años el proyecto ha crecido y actualmente tiene oficinas en Madrid, Andalucía, Mallorca y otras comunidades autónomas. La alarma por una peligrosa droga capaz de provocar la muerte con una dosis fue el origen del proyecto. Durante la última década, el servicio de análisis ha aumentado exponencialmente. Desde 2017 hasta 2020 6.645 personas, la mayoría barceloneses, han dejado sus sustancias. Muchos consumidores analizan sus dosis antes de probarla, una circunstancia que, según Ventura, tiene un impacto positivo en la calidad del producto.
"Somos más capaces de llegar a nuestro público diana. El servicio que ofrecemos interesa", relata. De hecho, la demanda ha crecido de tal manera que la entidad tiene dificultades para abordar todos los análisis. El servicio es gratuito gracias a ayudas públicas, que pese al aumento de demanda no ha aumentado en los últimos años.