Bajo las calles de Barcelona se extiende una compleja red de galerías y sistema de alcantarillado. Son 1.648 kilómetros de canales, colectores y pozos. En ellos habitan, básicamente, ratas, cucarachas y gusanos, pero en el subsuelo de la ciudad el subinspector de los Mossos d'Esquadra, Lluís Vivancos, se ha encontrado de todo: desde grafiteros escondidos en depósitos y armas relacionadas con un homicidio hasta cadáveres. Este veterano policía lidera un equipo de 21 hombres (a la unidad han pertenecido dos mujeres) expertos en el mundo subterráneo que esconde cada alcantarilla.
Vivancos no se olvida del día de su estreno cuando a su unidad le ordenaron recuperar un cadáver en una fosa séptica. Son los únicos autorizados para este trabajo, una de las múltiples funciones de este grupo especializado creado en 1991, un año antes de los Juegos Olímpicos. Durante estos 30 años, los agentes han hallado varios cuerpos relacionados con algún homicidio, aunque en gran medida corresponden a suicidios. "En los pozos se producen muchos suicidios. Muchos más de los que la gente se puede imaginar". En el caso que explica, un hombre se lanzó de cabeza en un pozo profundo donde acabó muriendo asfixiado por los gases que emanan.
RESOLUCIÓN DE CRÍMENES
El grupo de subsuelo tiene un papel importante en la investigación de un crimen. Son los primeros en encontrar el cuerpo, por lo que realizan la primera inspección, una información que transmiten a la División de Investigación Criminal (DIC) que se encarga de la resolución del caso. También recuperan armas usadas en homicidios o agresiones y que los delincuentes lanzan por la alcantarilla intentando borrar las huellas del crimen. Se han hallado pistolas y cuchillos.
Desde las oficinas del Complejo Central Egara de los Mossos d'Esquadra (Sabadell), el Cuartel General de la policía catalana, Vivancos describe un pelotón altamente capacitado, "con muchas posibilidades", que trabaja tanto en el subsuelo como en superficie. Cuando entran en acción, el hábitat natural de estos policías es cualquier espacio confinado, con poca ventilación y entradas y salidas limitadas. En su trabajo no hay lugar para la claustrofobia, el vértigo, el miedo a los insectos o la desorientación. Tienen formación en espeleología, uso de cuerdas y tiro con arma de fuego en la oscuridad, entre otras especialidades.
MAPEO DE LAS ALCANTARILLAS
Sin posibilidad de hablar por radio, la capacidad de orientarse, también a oscuras, es crucial. Las alcantarillas desobedecen por completo la dirección y sentido de las calles que transitan a unos metros por encima. El mapeo del sistema de alcantarillas de Barcelona –que actualizan anualmente gracias a la empresa municipal BCASA– es también de vital importancia para su día a día. La misma empresa les avisa de los episodios de lluvia, único escenario en que los agentes evitan descender bajo tierra.
El principal peligro al que se enfrentan estos mossos es la acumulación de gases explosivos, nocivos o tóxicos. Por ello no se separan del detector de gases, "el antiguo canario que usaban los mineros", comenta el jefe de la unidad. Enfundados en su equipo protector, casco, mascarilla y linterna, otro instrumento indispensable es el detector de corriente eléctrico, útil para evitar cortocircuitos. Con menos del 18% de oxígeno, los agentes usan las mascarillas de oxígeno.
Vivancos explica que la pandemia no ha alterado su trabajo. Sí que se hacen esfuerzos mayores en la limpieza del equipo, que se aísla durante 72 horas. El ajetreo de esta unidad lo reflejan los 1.900 servicios de 2020, sensiblemente inferiores a los 2.204 de 2019, a pesar del parón total de la actividad económica durante tres meses. Los datos corresponden a actuaciones de toda Cataluña, aunque la gran mayoría tienen lugar en la capital.
LA SEGURIDAD DEL 'MOBILE'
La seguridad en grandes eventos (congresos, ferias y competiciones deportivos) ocupa gran parte del trabajo de la Unidad de Subsuelo. Cuando hay partido, antes de que la pelota corra en el Camp Nou y el RCDE Stadium, los Mossos revisan horas antes el sistema de alcantarillado de los campos de Barça y Espanyol. La unidad nació para velar por la seguridad de los juegos del 92. El objetivo era llenar el vacío de seguridad en las alcantarillas, a las que se accede tan solo levantando la tapa de hierro. El precedente de atentados con explosivos (en 1973, con la bomba a Carrero Blanco durante la dictadura) y el afán de evitar un nuevo atentado similar dio alas a una unidad cuya función sería peinar las alcantarillas y galerías en busca de cualquier amenaza.
La estrecha vigilancia del alcantarillado tiene otro objetivo fundamental: evitar cualquier sabotaje en las redes de servicio por donde transcurre el agua, el gas y electricidad, los principales servicios que abastecen a cualquier gran ciudad. El Mobile World Congress (MWC) es el evento al que dedican más esfuerzos. Los Mossos d'Esquadra diseñan el plan de seguridad tres meses antes de la celebración del mayor congreso de móviles del planeta. En el caso de los agentes de subsuelo revisan la alcantarilla dos veces a diario (mañana y tarde) y sellan aquellas tapas más sensibles para que nadie las manipule. "Hacemos el estudio previo y la revisión correspondiente en cualquier evento que tenga capacidad para juntar un número importante de gente".
SAGRADA FAMÍLIA
La Sagrada Família es uno de los edificios más vigilados de Barcelona. Los hombres de Vivancos revisan sus alcantarillas semanalmente. "Es un lugar con un riesgo potencial, como lo son actualmente las sinagogas", señala el veterano mosso. El subsuelo de las tres principales sinagogas se revisan también semanalmente debido a un elevado riesgo de atentado, especialmente, tras la escalada del conflicto entre Palestina e Israel el pasado mayo.
La plaza de Sant Jaume, sede del Palau de la Generalitat, también es revisada constantemente debido al tránsito de altas personalidades, además del presidente del gobierno catalán. También inspeccionan el subsuelo del Ayuntamiento de Barcelona cuando el consistorio lo solicita aunque, por su proximidad, (está situado enfrente) las tareas de vigilancia de las galerías del Govern ya contemplan el perímetro que ocupa la sede del consistorio.
En el subterráneo de la Generalitat, Vivancos vivió uno de los días más emotivos de su carrera. Ocurrió en 2018 cuando tras dos años de excavación, él y sus hombres entraban en un refugio antiaéreo de la Guerra Civil desconocido. En 80 años nadie había vuelto a pisar las frías piedras del búnker.
REFUGIOS ANTIAÉREOS
El proyecto arrancó con el descubrimiento de unos documentos inéditos a cargo del presidente del Taller d'Història de Gràcia, Josep Maria Contel. "La principal dificultad fue la confidencialidad. Era un tema muy delicado en un lugar muy delicado, pero no podía hacerlo solo. Necesitaba geógrafos, arquitectos, ingenieros", explica. En octubre de 2020, Eldiario.es desgranó el minucioso trabajo de un variado grupo de profesionales que reportaba directamente a Carles Puigdemont, primero, y a Quim Torra después, y que supuso uno de los mayores descubrimientos históricos de los últimos años en Barcelona.
Los refugios de la Guerra Civil en la ciudad (unos 1.300) ocupan también gran parte del trabajo de la Unidad de Subsuelo. Codo a codo con el Instituto de Cultura de Barcelona (ICUB), revisan aquellos ya conocidos y descubren de nuevos. Los refugios visitables se cuentan con los dedos de una mano (el 307 en Poble-sec y el que acoge la plaza del Diamant en Gràcia son dos de ellos) debido a la peligrosidad que conlleva explorarlos. "El refugio de la plaza de Tetuan es impresionante", revela Vivancos, uno de los pocos privilegiados que accede con regularidad a estos memoriales, testigos de los violentos bombardeos fascistas y franquistas durante la guerra. Los agentes se aseguran que los búnkeres no se usen para fines delictivos, o bien para cometer un atentado.
"TENEMOS UN PROBLEMA CON LOS GRAFITEROS"
El rastro de la Guerra Civil también se encuentra en las zonas rurales. Las bombas que no llegaron a explotar movilizan a día de hoy a los Mossos. Acuden los TEDAX (especialistas en desactivar explosivos), pero también los policías de esta unidad.
De vuelta a la ciudad, los mossos del subsuelo también intervienen en el Metro cuando les activan para localizar a los grafiteros que pintan los convoyes. "Tenemos un problema grave, ya no solo por las pintadas. Son gente violenta y cuando quieren huir ponen en riesgo su vida. Se meten en túneles de ventilación a 15 metros de altura", explica Vivancos. Los agentes les obligan a bajar y los ponen a disposición de sus compañeros de seguridad ciudadana. Otros accesos ilegales que detectan son los que protagonizan los buscadores de tesoros. Equipados con detectores de metales, algunas personas se cuelan en las galerías de la prisión de mujeres Wad-Ras en busca de monedas y otros objetos.
Recientemente, la Unidad de Subsuelo tiene un elevado protagonismo en los accidentes laborales con heridos graves o muertos. De cara al futuro, este grupo especializado trabaja para incorporar a sus tareas de vigilancias drones, reforzando aun más, la vigilancia permanente en las alcantarillas de Barcelona.