Daniel Mòdol (Lleida, 1972) es arquitecto y urbanista. Tras cuatro años como concejal en las filas del PSC en el Ayuntamiento de Barcelona, entre 2015 y 2019, dejó su corto paso por la política municipal para centrarse en su despacho profesional. Durante sus años en el consistorio estuvo en la oposición y en el gobierno: el año y medio del pacto de gobierno entre comunes y PSC que se rompió en noviembre de 2017 tras la aplicación del artículo 155. Mòdol ocupó, entre otros, los cargos de concejal de Arquitectura y del distrito de Sarrià-Sant Gervasi. En esta entrevista asegura que el urbanismo de Barcelona está más politizado que nunca, critica el enorme gasto que se está haciendo en algunas grandes obras "ideológicas" por parte de los comunes y descarta su vuelta a la política.

Este mes de junio empiezan las obras de la superilla en el Eixample, que se desarrollarán hasta el primer trimestre de 2023. ¿Qué consecuencias prevé?

Las consecuencias primeras serán las de cualquier obra que se hace en el centro de la ciudad. Son espacios fundamentales para la movilidad y la vida diaria de los ciudadanos. El impacto que tendrán durante su ejecución será muy grande. Otra cuestión es qué efecto van a tener una vez acabadas. La alteración sucesiva de este proyecto, el estirar el concepto de superilla, lo que ha llevado al final es a una solución muy poco transformadora. Va a permitir el paso de los vehículos. Es una intervención de plataforma única de las que se hacían hace 30 años. Lo que hay que preguntarse es por qué se hace esta transformación. ¿A quién beneficia? ¿Quién la ha pedido? La sensación es que nadie la ha pedido. No va a ser transformadora en prácticamente en nada y va a ser una molestia.

¿Prevé el colapso de tráfico que ha dicho el RACC por la superilla?

No hay que preverlo porque ya lo estamos viviendo. Hoy en día es muy difícil moverse en vehículo privado por la ciudad. Y no solo en vehículo privado. Ir en taxi o en VTC en esta ciudad es prácticamente imposible. La queja es constante, no solo de los taxistas y de los conductores de VTC, sino de todos aquellos profesionales que necesitan por su trabajo desplazarse por la ciudad en vehículo privado. No es que vayamos al colapso. Es que ya lo estamos viviendo. Lejos de buscar medidas para solucionar, revertir algunas de las actuaciones que se han hecho en algunas de las vías principales de la ciudad, lo que se quiere es incrementar el problema. El colapso está garantizado, va a ser continuado y va a aumentar.

Daniel Mòdol responde a las preguntas de Metrópoli / METRÓPOLI - LUIS MIGUEL AÑÓN

La superilla va a ir acompañada de un plan de usos [limitar un tipo de negocios en una zona] en el Eixample. ¿Qué opina de él?

Es curioso. El plan de usos es algo que nosotros impusimos [el PSC] previo a cualquier transformación urbanística. Tienes que captar qué dinámicas se están produciendo en aquellos lugares. Cualquier mejora del espacio público implica una cierta gentrificación, una elitización del espacio público. Eso significa que se produce un cambio significativo de los usos. Y no solo de los usos en planta baja sino también de los precios de los alquileres a pesar de que estén regulados. Es importante medir y evaluar antes de cualquier intervención sobre el espacio público qué vas a ganar y qué vas a perder. Y en este plan de usos me da la sensación de que el estudio de los usos va a ser el paraguas que va a intentar tapar las pésimas consecuencias que va a tener esta intervención [la superilla]. En Sant Antoni se hizo un plan de usos cuando ya estaba decidida la intervención. El resultado es que es un espacio muy bonito, pero no hay ni un bajo con la actividad que tenía con anterioridad. Se han disparado los precios y empiezan a haber quejas de los vecinos sobre la movilidad. Creo que este plan de usos en el Eixample lo que quiere es poner la venda ante las pésimas consecuencias que va a tener la superilla.

El PSC se ha desmarcado tanto de la superilla como del plan de usos. No está de acuerdo cómo se quieren implantar ambas cosas. En la superilla dice que hay que replantear algunos aspectos de movilidad y sobre el plan de usos que no se puede aplicar en todo el distrito del Eixample. ¿Comparte usted el punto de vista socialista?

Evidentemente, comparto la mayoría de las decisiones que se toman. Afortunadamente mantengo un vínculo con mi anterior equipo. Creo que lo que plantean es lo más razonable. No se trata de llevar la contraria al partido socio sino de tomar las decisiones adecuadas con la información necesaria y valorando qué beneficios vamos a sacar para la ciudad y qué perjuicios vamos a tener para la ciudad. Estamos en un urbanismo que no responde a necesidades sino a un urbanismo que responde a banderas políticas. Estamos en un urbanismo judicializado. Parece que está haciendo un urbanismo buscando confrontar. Y en esta ciudad el urbanismo siempre se ha hecho para solucionar problemas. Lo que plantea el PSC me parece muy coherente.

Obras de la unión del tranvía por la Diagonal / EUROPA PRESS

¿Usted está de acuerdo con la conexión del tranvía por la Diagonal?

Siempre he estado de acuerdo en que se haga la conexión del tranvía por la Diagonal. Pero es un tema que ya es algo cansino, cansino en el sentido de que llevamos tanto tiempo hablando de ello que a lo mejor llegamos tarde. Tampoco me gusta que sea una solución parcial. Parece que sea una solución para contentar o descontentar lo menos posible. No afecta ni a las concesiones actuales [que ahora son privadas] ni al tramo remodelado de la Diagonal. Veo muchas precauciones previas y llega un poco tarde. Se podía haber hecho hace 20 años. Siempre he estado de acuerdo en que dos infraestructuras de este calado deben interactuar pero creo que vamos tarde, hasta el punto de que podría llegar a perder el sentido. Si vemos el tranvía de forma aislada es una cosa y si miramos la movilidad de toda la ciudad es otra. La vía que siempre que se ha querido pacificar es la Diagonal. La Diagonal, con un Eixample que funcione, la puedes peatonalizar. Si te dedicas a castigar o a generar problemas en esta trama ortogonal, el tranvía deja de tener sentido y puede ser un problema.

Parece que a un año de las elecciones, el PSC ha iniciado un desmarque de Barcelona en Comú y ahora las discrepancias son más públicas. ¿Cómo lo ve?

No le llamaría desmarque. Puedes mostrar una opinión contraria cuando surgen los temas. Uno no elige el momento en el que surgen los temas. Empezamos con la ampliación del aeropuerto del Prat. Quien marca el calendario de los desacuerdos es Barcelona en Comú. Lo que hace el PSC es posicionarse en relación a estas decisiones que se han ido tomando en los últimos tiempos. ¿Electoralmente le puede ir bien a Collboni? Evidentemente. Pero no creo que sea tanto una estrategia de Collboni como de ganas de enfrentamiento de Colau.

Jaume Collboni, en el Mobile / EUROPA PRESS - David Zorrakino

¿Ve usted a Collboni como candidato del PSC a la alcaldía de Barcelona o veremos alguna sorpresa?

Lo veo de candidato y espero verle de alcalde. Es la persona de la política municipal que más ha trabajado en los últimos ocho años. Nadie tiene ninguna duda de eso. Y creo que la ciudad se merece tener un alcalde que conozca tanto Barcelona y que la ha trabajado tanto. Le deseo toda la suerte para que así sea.

¿Usted volverá a la política el próximo año?

No. Estoy al servicio de mi ciudad. Me dedico a trabajar para la ciudad desde mi estudio profesional, desde la universidad... Tuve la ocasión de hacerlo en política y disfrutarlo mucho. Sigo estando al servicio, no solo del PSC, sino de todos aquellos ámbitos en los que se me pide opinión. Aporto mi experiencia donde se me pide. Para estar en política cuando te has complicado tanto la vida como yo tienes que ahorrar mucho antes. Y yo estoy ahorrando.

Pero, ¿le han propuesto volver?

Siempre ha estado ahí la cuestión de por qué salí, que tenía sentido continuar. Mantengo muy buena relación con el PSC y con otras fuerzas políticas, pero no me lo planteo.

Obras de pacificación en vía Laietana / METRÓPOLI - RP

Ahora mismo se están haciendo muchas obras en la ciudad. En muchas de ellas, como vía Laietana, el tranvía y la superilla, se ha puesto mucho dinero, millones de euros. En otras, como la Rambla, no tanto. Y otras, como la calle Balmes, no recibe nada. ¿Cree que estas reformas son más ideológicas y que no responden a una necesidad real?

El urbanismo de la ciudad, ahora, busca más el enfrentamiento que encontrar soluciones. Es evidente que el urbanismo de Barcelona nunca había estado tan politizado como ahora. Cualquier decisión que se toma se hace en clave política y electoral. Los proyectos se eligen para un público. Y eso es algo que se le puede afear a Janet Sanz, el no pensar en el interés general por invertir tal cantidad de dinero en obras de manera estrictamente electoral o ideológica. Cuando estaba en política, y no hace tanto [se fue en 2019] se decía que en esta ciudad no se iban a hacer grandes obras. Se decía que eso era urbanismo del pasado. Recuerdo que cuando negociamos el pacto de gobierno el mandato pasado puse como condición la cobertura de la ronda de Dalt y se me dijo que lo máximo que se iba a permitir invertir en urbanismo e infraestructuras en esta ciudad iban a ser 15 millones de euros como máximo por obra.

¿Sólo?

Imagínese. Aquel urbanismo de las grandes obras parecía que pertenecía al pasado. Se decía que lo que se tenía que hacer era poner el dinero al servicio de la gente y hacer vivienda. Todo eso no sé dónde ha quedado. Colau de tanto quererse parecer al PSC se ha pasado de vueltas. Le sugeriría a Collboni que ponga a Colau que en el último lugar de la lista del PSC. De tanto que han aprendido en política han llegado a la mala política, y este caso a la de las grandes obras. Y lo hacen en el contexto en el que estamos. Hay que recordarlo. Es incoherente por parte de Barcelona en Comú hacer estas inversiones y más en el contexto en el que estamos. Salimos de una crisis como la del covid. Ya veremos cómo salimos adelante. Hay una situación económica muy crítica. Ahora mismo estamos en un contexto de guerra que no sabemos dónde va a ir a parar. Tenemos una situación de emergencia social importante que nos viene de fuera y se va a juntar con la que tenemos aquí. No sé si es el momento de estas grandes inversiones o es el momento de apostar por cosas que son más urgentes en la ciudad. Nos hemos olvidado de que el problema más urgente de esta ciudad era el acceso a la vivienda. Nos estamos permitiendo el lujo de no ejecutar todos los proyectos que se deberían y de hablar de cifras de 1.000 y pico viviendas cuando recuerdo que en campaña eran 8.000 o 9.000. Es sorprendente como han ido mutando [Colau y Barcelona en Comú]. Parece que el covid ha servido también de cortina humo para las acciones políticas que se estaban produciendo. No llegas a este momento del mandato con unos proyectos preparados. Y, de repente, ejecutas unas obras. Ha habido como una cierta opacidad porque la atención no estaba puesta en eso. 

Retrato de Daniel Mòdol / METRÓPOLI - LUIS MIGUEL AÑÓN

¿Habla usted que se han hecho 1.000 y pico viviendas sociales?

Son las cifras que he visto en los medios. También he tenido ocasión de ver algunos de los estudios que se están haciendo en el Ayuntamiento. ¡Qué curioso!, ¡qué mal!, que las únicas viviendas que se hacen sean contenedores, en Glòries. Es como el mundo al revés.

¿Diría que es indigno vivir en un contenedor de estos?

Allí no se puede vivir porque no son habitables. Son soluciones de emergencia. Volvemos a estar en las mismas. ¿Qué necesidad hay de hacer soluciones de emergencia que no cumplen la habitabilidad cuando tienes solares donde puedes hacer vivienda? Eso es política. Es política mala. Es la política del gesto. Hemos pasado de la política del gesto a la política de las obras grandilocuentes. Y yo creo que les va a salir mal.

Comentaba usted que muchos proyectos urbanísticos de Barcelona están judicializados. Uno de estos proyectos es el del antiguo Hotel Buenos Aires de Vallvidrera. Acabamos de conocer la sentencia del TSJC contra la Zona de Bajas Emisiones (ZBE). ¿Qué valoración hace de la anulación?

De entrada, me parece sorprendente. Voy intentar no hacer una lectura política. Es muy preocupante que haya tantos casos de judicialización y sentencias que van en contra de la política que se está haciendo. Mencionaba el antiguo Hotel Buenos Aires, la ZBE. Tenemos también el PEUAT (Plan Especial Urbanístico de Alojamientos Turísticos). Estamos ordenando urbanísticamente esta ciudad a base de malos documentos y sentencias judiciales. Es evidente que algo está fallando.

Señal ZBE en la avenida Diagonal / AYUNTAMIENTO DE BARCELONA

Muchas de estas sentencias son contrarias al Ayuntamiento...

Siempre. Y lo que no es vía sentencia son pactos. Hay muchos acuerdos no judiciales, que van en paralelo para evitar problemas mayores.

Las casitas de Encarnació en Gràcia, que costó un ojo de la cara a la ciudad, sería un ejemplo.

Y el Hotel de Drassanes. Es un despropósito. Hay una forma de hacer que no valora suficiente la opinión de técnicos y juristas. Pero por otro lado hay un deporte por parte de la sociedad civil de judicializar cualquier decisión política. Se están produciendo estas dos cosas en paralelo. Cuando se junta este urbanismo combativo, que es un poco absurdo, con las ganas de judicializar, lo que se produce es esta parálisis. En Barcelona, los arquitectos tenemos muchos problemas para hacer proyectos. Nadie hace residencial desde que se hizo la normativa que obliga a destinar el 30% de los pisos de una nueva promoción a vivienda social. Eso también está judicializado. No podemos hacer hoteles por el PEUAT. También hay sentencias alrededor del PEUAT. Se han ido haciendo pequeñas modificaciones para intentar salvarlo. No podemos hacer nada en el 22@ porque hay una suspensión de licencias de planeamiento que se dijo que acabaría hace seis meses. No se pueden hacer equipamientos asistenciales o dotacionales residenciales porque hay una suspensión de licencias en toda la ciudad. ¿Qué nos queda? Esta ciudad está viviendo de los encargos que se hicieron hace 10 años. Algunos proyectos que se construyen en el 22@ son antiguos. No se están produciendo proyectos de arquitectura nuevos desde hace mucho tiempo. Hace unos ocho años que en esta ciudad prácticamente no se deja hacer nada. Eso significa que Barcelona queda atrás a nivel urbanístico. Pero sobre todo es una ciudad que no aprovecha sus oportunidades. Las grandes ciudades se están expandiendo o reconstruyendo. Y Barcelona es una ciudad parada. 

¿En el caso concreto de la ZBE, cree que la sentencia se debería aplicar aunque no sea firme? El concejal de Emergencia Climática y Transición Ecológica, Eloi Badia, ha dicho que se seguirá multando.

No soy jurista ni abogado y no sé el nivel de aplicación que tiene la sentencia. Cargar contra Badia en este caso no sería justo. En el mandato que estuve yo, el tema de la ZBE se trató en el Ayuntamiento, se trató en el Área Metropolitana de Barcelona. Que levante la mano el partido que votó en contra de la ZBE. Había un consenso político amplio y no solo municipal. El poblema es por qué nos volvemos a equivocar en la aplicación. Ese es el tema. ¿Cómo puede ser que después de tener todos los informes jurídicos nos volvamos a equivocar? Y más porque eran temas de debate simple, como ¿la gente se podrá cambiar el coche? y ¿tiene sentido aplicarlo en este momento? Eran cuestiones como muy básicas. Eran temas del abc de la política... Alguna cosa se habrá hecho mal.

Vehículos circulando por el túnel de Glòries / EFE

A finales de año se abrió la boca del túnel de Glòries en sentido Besòs. A principios de abril, ya se podrá circular en sentido Besòs.

Será un momento recordado en esta ciudad. Esta era una intervención estratégica que se planteó con otra solución de túnel, sobre todo intentando que el impacto sobre la movilidad fuera el mínimo posible. La solución que se ha adoptado finalmente es la que tiene más impacto. Es la que menos conexiones tiene. Es una vía directa de entrada a la ciudad. Vamos a tener colas y colas de coches.

En Glòries queda por hacer una buena parte de la urbanización, tanto del parque, como equipamientos y edificios de viviendas. ¿Cuándo veremos terminado Glòries?

En su día dijimos 30 años. Creo que va a tardar más. Queda todo el sector de vivienda privada. Empecé a trabajar en Glòries en 2003. La modificación del Plan General Metropolitano es de 2006. Deben quedar entre 15 y 20 años para tenerlo todo acabado. Quedan piezas por resolver. De Consell de Cent para abajo, donde tiene que ir la vivienda privada, hay trabajo por hacer. Está a nivel de planeamiento, con lo cual el nivel de desarrollo tardará. También hay que decidir qué se hace donde iban los edificios Ona y Zócalo. Es posible que veamos modificaciones en edificios antes de que la plaza esté acabada.

Aspecto nocturno de la plaza en el festival Monumental Club

¿Qué haría usted con la Monumental? Es un espacio protegido prácticamente en desuso desde que se puso fin a los toros. 

Es complicado. No le pasa solo a la Monumental. Hay grandes piezas de esta ciudad, todas vinculadas con el espectáculo, que han quedado obsoletas. Se debería plantear una modificación en los usos de los equipamientos para darles salida y actividad. Son piezas grandes, que en algunos casos tienen un valor patrimonial y que el solo mantenimiento es carísimo. Deberíamos pensar que hay que flexibilizar los usos que se da a esas piezas para que salgan adelante. Hemos estado trabajando en el proyecto del Teatre Principal. Ha costado imaginar qué solución se le podía dar porque está vinculado al espectáculo y cómo se complementa con algo comercial y con usos formativos. Hay que ser imaginativo. Pero hay que ser más flexible porque sino los equipamientos van a acabar cayendo. El Principal ya tenía una parte en ruina. Y es un emblema. Con la Monumental puede pasar lo mismo. Hay que ser más flexible. Proyectos la Monumental ha tenido muchísimos. Hablo de propuestas privadas. Pero siempre han topado con los mismo: con un urbanismo muy poco flexible. Para evitar el pelotazo urbanístico se acaba capando cualquier iniciativa privada.

¿Qué propuestas han habido para la Monumental?

Cuando nosotros diseñamos el mercado de los Encants, en paralelo había un debate sobre si los Encants iban en Glòries o en la Monumental. Después se han planteado proyectos hasta de residencias de estudiantes o de centros comerciales partiendo de la experiencia de las Arenas. Evidentemente hay que buscar el equilibrio general, pero o flexibilizamos los usos de estas piezas o van a acabar cayendo como tantas otras.

¿Diría usted que se esta gastando un dineral en conservar edificios históricos que no estaban protegidos, como las casitas de Encarnació, el antiguo Hotel Buenos Aires, la Torre Garcini? ¿Falta un plan patrimonial mayor para proteger los edificios singulares de la ciudad y evitar salvarlos a golpe de talonario?

No se ha trabajado suficiente sobre el catálogo artístico e histórico de la ciudad. Nosotros lo activamos de nuevo. Se está haciendo un plan especial del patrimonio en Gràcia. Hay trabajo por hacer en ese sentido, por poner en valor un patrimonio. Hay que ampliar el concepto de patrimonio. No solo son las piedras. Había que ampliarlo también a espacios. Nosotros catalogamos el espacio público de la plaza de Sants, aunque mucho no se ha hecho. Otra cuestión es si quien tiene que velar por el estado del patrimonio tiene que ser el Ayuntamiento. Ya tiene mucho patrimonio y lo tiene abandonado porque no puede hacer frente a su conservación. El patrimonio es un caso clarísimo de colaboración público-privado. Hemos visto grandes transformaciones en esta ciudad a partir de esa colaboración. Una es la Casa Burés. Hemos visto una rehabilitación integral por encima de los estándares que marcaban los técnicos municipales. Allí tenemos una joya. Son viviendas privadas, pero el patrimonio está perfectamente conservado. Lo que no tiene sentido es que el Ayuntamiento se ponga a comprar edificios. Leí en prensa que se ha gastado 100 millones en adquisiciones de edificios (viviendas, naves...) No tiene ningún sentido. El Ayuntamiento no tiene que competir con el mercado. El Ayuntamiento tiene que ver dónde está el interés. Hay que establecer estrategias para preservar pero lo que no tiene sentido es inventarse necesidades para comprar edificios. El caso de la Casa Tosquella caía por su propio peso [ha sido comprada por el consistorio]. Estaba abandonada y no tenía muchas salidas. Pero durante demasiado tiempo se ha estado atacando este problema desde la compra de una manera un tanto automática y populista.

Daniel Mòdol entrevistado por Jordi Subirana / METRÓPOLI - LUIS MIGUEL AÑÓN

¿Tiene usted en la cabeza algún elemento o edificio patrimomial de Barcelona que esté realmente en peligro?

Nosotros estamos trabajando desde el sector privado en Can Ricart y La Escocesa [ambos son dos recintos fabriles del Poblenou], y es sorprendente ver como el privado va muy por delante de la Administración. Son recintos fabriles donde todas las piezas municipales se están cayendo. Se protegieron unos ámbitos que se están dejando caer. Lo que no es propiedad municipal tira. Nosotros estamos haciendo viviendas en Can Ricart, oficinas en la Escocesa. Es sorprendente ver que mientras se siguen comprando edificios. Queremos cuidar el patrimonio y se nos están cayendo las naves. Son elementos claves. La clave del 22@ no son las oficinas sino la capacidad que hemos tenido para adaptar esos usos industriales y arquitecturas de antaño con los usos nuevos. No digo que el Ayuntamiento no haya empezado pero va tarde. Antes de comprar valdría la pena ejecutar, también en Can Batlló. Valdría la pena poner el foco en preservar lo que ya tenemos antes de adquirir otras piezas. 

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