“Un año consiguieron construir 16 pisos, fabricados con contenedores reciclados, (…), nunca se han construido más de 200 pisos al año”. Es una de las afirmaciones que se recogen en el “libelo” Contra Colau & el colauismo que ha impulsado el semanario El Triangle, y que firma el Col·lectiu Ildefons Cerdà. El libro repasa la trayectoria de la candidata de los comunes, Ada Colau, y del propio proyecto de la llamada izquierda alternativa, con verbo afilado y con una conclusión clara respecto a la dirigente política: “No tenemos un gobierno municipal para todos los ciudadanos. Nuestra alcaldesa y sus acólitos practican la persecución del discrepante y se complacen en crear batallas y enemigos”.

El análisis es exhaustivo, con la intención de plasmar la realidad y confrontarla con lo que prometió Colau, que tiene éxito político en el contexto social y económico de la crisis financiera que posibilitó el 15M en 2011, con su victoria electoral posterior, en 2015. Lejos de conseguir los objetivos trazados, lo que ha logrado Colau es “enfrentar posiciones”, sin ánimo de incentivar “los grandes consensos que necesitan las ciudades”.

Dividido en distintos apartados sobre las políticas de los comunes y las características personales de Colau, --y con el ánimo de “entender” por qué la ciudad se inclinó por Colau, aunque siempre con una posición minoritaria, “un barcelonés de cada cuatro en 2015, uno de cada cinco en 2019”--, el libro destaca lo poco conseguido, comenzando por la promesa de construir vivienda pública. Sin querer contar con el sector privado, sin los operadores que conocen el mercado, los comunes intentaron construir un parque de viviendas con el éxito descrito al comienzo, con esos 16 pisos que eran el resultado de reciclar contenedores.

LA ENFERMEDAD DEL ADANISMO

En 2021, sin embargo, Colau “siempre camaleónica”, se basó en un proyecto anterior, del convergente Xavier Trias, en su etapa de alcalde, para incorporar capital privado. Colau lo exhibió como algo poco menos que revolucionario, un proyecto de 2.300 pisos sociales para 2024. Se trataba de un proyecto que, precisamente, se había parado porque no era del agrado ideológico de los comunes. En todo caso, para esa misma fecha, en 2024, Colau había prometido 8.800 viviendas. Es decir, “que en el mejor de los casos y si todo va viento en popa, no habrán construido ni una cuarta parte de lo que habían prometido construir”.

El título de un capítulo del libro 'Contra Colau y el Colauismo' / LUIS MIGUEL AÑÓN - METRÓPOLI

¿Y qué otras políticas se han quedado en nada? “Tenemos la empresa funeraria pública, la comercializadora eléctrica municipal, la recogida puerta a puerta en Sarrià y Sant Andreu del Palomar, el empeño obsesivo por remunicipalizar Aigües de Barcelona, la gestión del tráfico en la ciudad y un largo etcétera de personas ineptas al timón atacadas de adanismo crónico”. En el texto se añade que “esa enfermedad –el adanismo— la pagamos todos los barceloneses”.

El col·lectiu Ildefons Cerdà, con una mirada crítica, sin medias tintas, considera que los comunes se erigieron como una especie de antítesis del maragallismo, como superadores de una gestión que, a ojos de Colau y de sus “adeptos”, era propia de la burguesía liberal. Esa gestión habría creado, en varias décadas, una gran desigualdad. Pero es todo lo contrario, según el libro que ha publicado El Triangle. Lo que caracteriza a los comunes es la “adaptabilidad” permanente, hasta el punto de abrazar el proyecto de vivienda pública de Trias.

BORJA Y SUBIRATS, LOS PADRES DE COLAU

Todo partió de algunos pro hombres de la izquierda, que habían colaborado con Maragall, como Jordi Borja --ex Bandera Roja--, o que se habían movido en el entorno del PSUC o de Iniciativa-Verds, como Joan Subirats, hoy ministro de Universidades. El punto culminante es el Observatorio DESC, que acabó dirigiendo Borja, con Colau ya como alcaldesa. Esa amalgama de gente procedente del antiguo PSUC, de “grupos de activistas, de anarcosindicalistas” y asociaciones muy diversas no ha conseguido crear “ningún proyecto político sólido ni un plan de ciudad”.

Lo que se dirime, en el fondo, es un debate entre la izquierda clásica y la nueva izquierda, que, creyéndose superadora de la gestión maragallista –“el Maragall bueno, Pasqual”, en contraste con el ‘Maragall malo’, Ernest”—no ha aportado nada a la ciudad. Esa es la valoración del ‘libelo’ de El Triangle, que insiste en la cultura “kumbayá, esa cosa tan catalana y tan de curas”, que ha impregnado la cultura política tanto del independentismo como de esa izquierda de los comunes.  

Joan Subirats, entre Janet Sanz y Ada Colau / EFE - MARTA PÉREZ

Lejos de buscar consensos, el proyecto de los comunes se ha basado en crear “enfrentamientos”. El texto es contundente: “Colau no ha desarrollado una acción de gobierno para los barceloneses, sino contra o a pesar de ellos. Su mentalidad, su fijación, era y es tomar las instituciones para impulsar un cambio mental y social concordante con sus ideales, olvidando que solo representa a una minoría de barceloneses. La mayoría de los ciudadanos de Barcelona no comulgan con sus ideas y su concepción del mundo. Ser consciente de esta realidad debería haberle llevado a unas posiciones menos ideológicas y poniéndose al servicio de las personas”.

UNA CIUDAD MÁS DESIGUAL

¿Puede haber empatía, un acercamiento a lo que ha intentado Colau? Lo que hay es comprensión del momento. La crisis de 2008 derivó en un movimiento social de protesta, que buscaba nuevas respuestas. Pero lo que se señala es que la opción de Colau y los grupos que la apoyaron no han resuelto nada de lo denunciado en aquel momento y, en cambio, ha provocado un mayor enfrentamiento en la ciudad. “No podemos decir que la Barcelona de hoy sea más homogénea que la de ayer, ni que las diferencias en su seno se hayan mitigado. Más bien podemos ver que, a pesar de tantos y tan manidos discursos, vivimos en una Barcelona cada día más desigual”, sentencia un de los apartados del libro, titulado La ciudad que queremos.

Contraportada del libro 'Contra Colau y el Colauismo' / LUIS MIGUEL AÑÓN - METRÓPOLI

Con el deseo de agitar el debate, de buscar la movilización social, el “libelo” ofrece un Manifiesto de la sociedad civil contra la decadencia de Barcelona. Y constata: “Entendemos que es necesario y urgente que haya un cambio de gobierno municipal y a tal efecto hacemos una llamada de atención a nuestros representantes políticos para que actúen en consecuencia”.

El manifiesto no ahorra las severas críticas:

“Barcelona, pese a las promesas, no ha solucionado sus problemas de vivienda. Las principales infraestructuras de la ciudad sufren constantes sobrecostes y retrasos. Se está imponiendo un modelo urbanístico en la ciudad contrario a las señas de identidad de Barcelona. Los problemas de circulación y contaminación derivados del tráfico no han disminuido a pesar de todas las restricciones a las que se ha visto sometida la ciudad. La inseguridad ciudadana y el incivismo se han convertido en un problema importante. La falta de limpieza es la tónica general de nuestros barrios. Se ponen trabas a las iniciativas que pueden generar más riqueza a nuestra ciudad”.

Una auténtica enmienda a la totalidad.

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