Veamos. 'El libro de la selva', de Akram Khan, en el Liceu. Lo que el incendio de 1994 no logró, lleva camino de conseguirlo la actual dirección del Liceu, acabar con él. Un nuevo espectáculo absolutamente inapropiado para la temporada liceísta. No es que sea un mal espectáculo, es que es demasiado simple, aunque nos lo hayan querido vender de otra manera. Sirvan como referencia los precios de las entradas para el mismo espectáculo la semana pasada en Pamplona: 17,26 y 36 euros. En el Arriaga de San Sebastián se conseguían entradas entre 13,5 y 42 euros, sin contar los descuentos que podían llegar hasta el 50%. En el abono del Liceu en platea, no en la zona más cara, 95 euros. Para el público en general la broma podía llegar hasta los 197 euros. La cultura no se mide por el precio de la entrada, es cierto, pero un espectáculo con la música enlatada y 10 bailarines no encaja en lo que se espera de una temporada en un teatro que algún día fue un referente.
Hubo un tiempo en el que el Liceu tuvo compañía estable de ballet, dirigida por Joan Magriñà y luego Assumpta Aguadé. Han pasado compañías del nivel del ballet del Marinsky, el English National Ballet, el Ballet de l’Opéra National de Paris, Alvin Ailey… Han bailado figuras mundiales como Julio Bocca, Angel Corella o Ulyana Lopatkina. El espectáculo actual lo puede representar cualquier alumno aventajado de las múltiples academias de ballet que tenemos en España y podría representarse en cualquier teatro, pero NUNCA en el Liceu. Como referencia, en Madrid se representó en los teatros del Canal, pero no en el Real. Y evidentemente este espectáculo nunca se representará en la Royal Opera House o en el Lincoln Center. Respecto a su dificultad técnica sirva indicar que el sábado hubo sesión doble, a las 17:00 y a las 21:30, algo impensable en una producción de otro nivel.
La plantilla del Liceu la componen una 300 personas, de las cuales casi 100 en la orquesta y más de 50 en el coro. Programar un espectáculo con la música enlatada es un sacrilegio, un despilfarro y casi un insulto. Para espectáculos de este nivel hay muchos otros lugares en Barcelona y en Catalunya. Puestos a abandonar las raíces tendría más sentido programar en la temporada de abono a Ara Malikian, un auténtico virtuoso, o a Raphael o la Pantoja, artistas que suelen ir acompañados de una orquesta.
UN VIAJE DE IDA Y VUELTA
Aunque la enmienda tiene que ser a la totalidad, al menos el espectáculo es digno, no como el sacrilegio de mal gusto de la última Tosca. Lo mejor de este ballet son sin duda las partes corales, donde se ve lo que uno espera de Khan, así como las proyecciones animadas, lo peor la simplicidad del vestuario que roza lo pueril en la serpiente Kaa, representada por unas cajas de cartón más propias de un festival de fin de curso que de una compañía de gira por el mundo y el exceso de moralina.
La gran mayoría de nosotros asociamos la historia de Mowgli y Baloo a la película de Walt Disney, pero en realidad se trata de una obra escrita en 1894 por Joseph Rudyard Kipling, un escritor y poeta británico nacido en Bombay. No deja de ser atractivo ver cómo interpreta su obra 130 años después Akram Khan, artista nacido en Londres pero con raíces indias, todo un viaje de ida y vuelta.
Se trata de una obra de ballet contemporáneo estrenada en primavera de 2022 que ha cosechado muy buenas críticas. Khan es un coreógrafo con gran predicamento en el Reino Unido y es cada vez más conocido internacionalmente. En esta obra su autor es perfectamente reconocible.
En la interpretación de Khan, Mowgli no crece en la selva sino que es una chica rescatada por los animales tras una hecatombe climática. En un mundo post apocalíptico son los animales los que salvan a la humanidad. La estructura formal del espectáculo es bella, con la proyección de unos dibujos animados que ayudan a entender el argumento. Si algo falla es el vestuario, demasiado homogéneo por no decir gris.
INAPROPIADO
La voz en off lleva el peso de la narración, aunque ya puestos se podían haber tomado el trabajo de traducirla. El espectáculo acaba haciéndose un poco largo, especialmente por las partes sin música que según avanza el espectáculo aportan cada vez menos. Si en lugar de dos horas hubiese durado hora y media sin intermedio seguro que la sensación hubiese sido más placentera.
Como en todas las producciones de Khan hay buenos efectos visuales, oportuno uso de tecnología multimedia y, por supuesto, una brillante coreografía bien ejecutada. En el lado del pero, el espectáculo se hace algo largo y sobre todo con demasiado mensaje político y moralina animalista.
Sorprende la gran cantidad de teatros que forman la coproducción, catorce. Parece que el señor Khan no solo es un gran coreógrafo, también un genio de las finanzas que logra cobrar por adelantado o por lo menos no poner ni una libra en la producción de sus trabajos.
En resumen, un espectáculo correcto, pero absolutamente inapropiado para la temporada del Liceu. La fundación Loewe, mecenas de la brevísima temporada de ballet desde 2011, no sé qué pensará de un espectáculo menor que en otros sitios se ha podido ver por un 10% de lo que nos han cobrado aquí. Ni los patronos ni los abonados nos merecemos esto.