Un vídeo de poco menos de un minuto de duración inundaba esta semana las cuentas en las redes sociales de los activistas de los comunes. En él se relataba de primera mano, en un ágil reportaje, “las primeras reacciones de los vecinos hacia la Superilla del Eixample”, en formato de entrevistas como si fuese una encuesta improvisada a pie de calle. Todos los comentarios, salvo uno, eran no sólo favorables, sino entusiastas, resaltando individualmente cada uno de los entrevistados una faceta positiva del invento de la alcaldesa. Viendo el formato y el estilo, lo que parece es un publirreportaje no del Ayuntamiento, sino de los comunes. De hecho, ni el ayuntamiento ni la administración pública salen a relucir en ningún momento.
Iniciativas como ésta comienzan a ser habituales en los dirigentes municipales de Barcelona. Es más: la alcaldesa de la ciudad, Ada Colau, pasó de un ostracismo planeado hace nueve meses a un hiperactivismo en las redes sociales sólo comparable al crecimiento de su ego personal. La sensación que transmite esa incesante, continua y a veces agotadora hiperactividad es que la alcaldesa ha convertido al Ayuntamiento de Barcelona en la mejor herramienta propagandística de los comunes y, por extensión, de ella misma.
LAS REDES HIERVEN
Las redes sociales que utiliza Colau hierven con iniciativas municipales que caen siempre en el saco de los comunes. No se suele hablar en ellas de la Administración local o de la institución, sino de ‘nosotros’, lo que deja al albur del interlocutor si se refiere al equipo de gobierno que hace funcionar la maquinaria municipal o bien al equipo de los comunes que modela la ciudad a su gusto. Y cuando se menciona a la Administración es para poner un rostro de un dirigente de los comunes detrás de la comunicación.
Hay muchos ejemplos de la utilización o apropiación de la labor municipal para crear imagen. La manía de Colau por identificarse con determinados personajes o determinadas situaciones es legendaria. Pero también la alcaldesa es una experta en cuidar la imagen y, técnicamente, lo sabe hacer. Por ejemplo, con motivo del encarcelamiento de Dani Alves se puso la primera medalla: afirma que fue gracias al protocolo No Callem de la primera regidoria de Feminismes y LGTBI. En realidad, este protocolo ha estado casi dos años inactivo debido a la pandemia y ahora, conforme publicó Metrópoli se ha vuelto a activar, aunque no deja de ser cierto que el consistorio quiere dar un salto cuantitativo y cualitativo para que todos los espacios nocturnos estén vigilados bajo la supervisión municipal (o de los comunes).
CON EL FOTÓGRAFO A CUESTAS
Pero el ego de Colau le juega otras malas pasadas en las que se atisba en mayor medida la utilización torticera de la res publica. Su labor propagandística ha llegado hasta el punto de que se desplazó hasta el Grupo La Pau para fotografiarse con yayos y miembros de la AAVV que reclaman la ampliación el antiguo CAP. Claro que la sanidad está en manos de ERC y hay que desgastar a ERC. El acercamiento al pueblo (escogido) es una de las peculiaridades que Colau sabe cultivar. A la escuela La Pau en el mismo barrio, volvió a los pocos días para comer con los niños y celebrar que “después de muchos años reclamándolo, por fin tienen una cocina”. Colau fue con fotógrafo incluido en ambas visitas y de la visita a la cocina da una cumplida representación gráfica.
En ese mismo estilo, apenas unos días después, tras varias e intensas entrevistas, hizo que Julia Otero la entrevistase en la biblioteca Gabriel García Márquez, en la Verneda. O sea, a pocas manzanas del Grupo La Pau. Si algo sabe la alcaldesa es trillar territorio. “Si clicáis, veréis fotos de cómo ha quedado. ¿Qué os parece?”, dice la alcaldesa a sus admiradores, vendiendo su obra de gobierno. Otra generosa oferta de fotografías con Otero y de la biblioteca engalanan la página personal de Colau en Instagram, a las que remite desde su página de Telegram. El material gráfico no es propio, sino que la labor de plasmación de los momentos inolvidables corresponde al fotógrafo que lleva a cuestas en sus desplazamientos.
“¡MENUDO DÍA!”
La alcaldesa no esconde la utilización que hace de su cargo. “¡Menudo día! Después de asistir a un acto, presidir un pleno, hacer una reunión, una entrevista y oficiar dos bodas… no me esperaba acabar el día en Twich con Ibai Llanos y Gerard Romero. Pero no me he podido resistir”, escribió el pasado día 4. Los mensajes directos, con cierto espíritu infantiloide en algún momento, pero que conectan con un público objetivo que busca la cercanía son los que mejor se le dan a la alcaldesa y los que, a la vez, también atraen a un espectro de público que busca al político campechano y dicharachero.
Colau apela tanto a la ideología como al sentimentalismo. Esta semana, se atrevió a fotografiarse con su madre. No era una estampa familiar tradicional: quería vender que el (su) Ayuntamiento, junto con la Associació d’Entitats Excursionistas, organiza caminatas por diferentes barrios. Y así se retrató junto a su progenitora: caminando. Era el domingo 5, así que, como dice en sus redes, “hemos paseado por el Guinardó, Can Baró, el Carmel, la Teixonera, la Clota, Vall d’Hebron, la Font d’en Fargues… Una muy buena manera de hacer salud, redescubrir Barcelona y cagar las pilas para la semana”.
EL ASUNTO DE ISRAEL: ¿ELECTORALISMO?
No desaprovechó para vender su particular batalla de la ruptura de relaciones con Israel y Tel Aviv. La iniciativa fue tomada a espaldas del pleno municipal, que es donde se debe de tomar una decisión de este calibre, pero Colau aplicó su particular ‘decreto ley’ y lo justificó en sus redes: “A petición de más de 100 entidades y miles de vecinos y vecinas, acabo de comunicar a Netanyahu que suspendemos las relaciones institucionales con el Estado de Israel por la vulneración reiterada de los derechos humanos de la población Palestina (sic) y el incumplimiento de las resoluciones de las Naciones Unidas”. No hubo debate en el Ayuntamiento ni consenso con los demás partidos. Colau tomó las de Villadiego y decretó la ruptura de relaciones. Pero, además, las 100 entidades que cita son, en realidad, dos: LaFede.cat y la Plataforma Prou Complicitat amb Israel. Dentro de ellas, están las entidades amigas a las que Colau riega con subvenciones, entre otras, Observatori DESC, Enginyeria Sense Fronteres, Fundipau, BDS Catalunya (una plataforma acusada desde diversos sectores de antisemita), Ciemen, Iridia, Open Arms, Institut Drets Humans de Catalunya (IDHC.
La acción de ruptura, una iniciativa tomada en exclusiva por los comunes aprovechando la potestad de tener la alcaldía y con todos los demás partidos en contra, levantó polvoreda. Pero los comunes le echaron una mano. A sus activistas les enviaron los enlaces de las informaciones amigas que veían esa ruptura como “este gesto valiente”. Ese ‘gesto’, en realidad, levanta sospechas por dos motivos: la forma en que se realizó esa ruptura, hurtando un debate democrático sobre la iniciativa; y por llevarlo a cabo a sólo tres meses de las elecciones municipales. Pero luego también distribuyeron una carta de apoyo firmada por personalidades: Paco Ibáñez, Maruja Torres, Samantha Hudson, Los chicos del Maíz, Alberto San Juan, Jaume Roures, Fermín Muguruza, Oleguer Presas… y luego una larga lista de políticos vinculados exclusivamente a la CUP y a los comunes. Todos apoyando a la alcaldesa alcaldable y convirtiéndola en la nueva Juana de Arco que se atrevió a romper relaciones con Israel. Una heroína de manual.
Así es la realidad barcelonesa: Colau va a la suya. Sus encuentros con entidades palestinas (para capitalizar el deshermanamiento con Tel Aviv), con John Hoffman, el factótum del Mobile (el certamen que ella quería desterrar de Barcelona) y con el tiktoker Helio Roque son sólo excusas para poner en el escaparate cosas conseguidas exclusivamente por los comunes. En otras palabras, para poner a su servicio la fábrica de propaganda que significa el aparato municipal.