La Justicia puede ser lenta. Tanto que en ocasiones da rienda suelta a que los criminales salgan impunes tras cometer sus fechorías e incluso expandan su red. Eso mismo está ocurriendo en el número 7 de la calle de la Morera, ubicada en el barrio del Raval de Barcelona. Tal y como avanzó Metrópoli, un grupo de delincuentes ocupó hace dos meses uno de los pisos del inmueble y está sembrando el terror entre los vecinos de la calle, que han visto como se ha incrementado exponencialmente el número de compradores y delincuentes en las últimas semanas.

Los narcotraficantes se han adueñado ya no solo del primer piso, sino también de la azotea, pues echaron abajo la puerta y están montando un espacio al aire libre para fumar o pincharse, con colchones en los que apoyarse. Los mismos vecinos de la calle denuncian que se ha convertido en algo habitual que se formen colas de, fácilmente, 10 a 20 personas, todas ellas esperando su turno para pillar su dosis.

VECINOS DESPLAZADOS

Desde que okuparon el piso, le han declarado la guerra a los habitantes de la zona, que se sitúa a escasos 20 metros del mercado de la Boqueria. Los vecinos del barrio han alertado de que ya han conseguido que una de las familias del inmueble abandone el lugar. El número 7 es un edificio de tres planta: en la primera se sitúan los narcos, que han colocado un plástico negro en el balcón para tapar lo que sucede dentro del inmueble, reconvertido en fumadero de crack y punto de venta de, sobre todo, heroína. También sirve de símbolo para que los compradores, locales y turistas, puedan reconocer este punto de venta. Tanto en la segunda como en la tercera planta viven familias, las más perjudicadas por este narcopiso.

Azotea del narcopiso en el Raval, con la puerta reventada, reconvertida en fumadero/ CEDIDA

En la tercera, sin embargo, ya ha habido gente que ha tenido que irse. Hasta hace unas semanas vivía una familia de origen egipcio. Los padres tuvieron un enfrentamiento con los delincuentes. Testigos de los hechos han explicado que el padre padece una dolencia cardíaca y que después del enfrentamiento, comenzó a encontrarse muy mal debido a la ansiedad y estrés generados por el peligro de vivir en un inmueble que es un foco de criminalidad y delincuencia junto a su mujer y sus hijos.

EXPANSIÓN

Se trata de una familia que pagaba su alquiler cada mes hasta que, por dificultades económicas, dejaron de poder hacerlo. Sin embargo, los habitantes de la calle insisten a este medio que se trataba de una familia implicada con la comunidad e indignada con una realidad que sufren todos los habitantes de la vía y que, por extensión, salpica también a la Boqueria y al barrio del Raval, tan aquejado de problemas con las drogas y la delincuencia. Parte de la familia, tanto los padres como los hijos más pequeños, han tenido que abandonar el piso, por lo menos, temporalmente, si bien alguien continúa viviendo allí. 

Por tanto, los narcotraficantes ya han conseguido expulsar a parte de los vecinos del inmueble y adueñarse de la terraza. Y aquí precisamente hay un elemento clave de la convivencia de los vecinos con esta tara que salpica al barrio. Durante el primer mes, solo la primera planta y la entrada al portal era conflictiva y era habitual que se encontraran drogadictos accediendo al narcopiso. Ahora, no obstante, están por todo el edificio, ya que se compra en la primera planta y se consume en la azotea. No son pocas las veces que se han encontrado orín y excrementos en las escaleras o rellanos.

El número 7 de la calle de Morera en El Raval, donde se ha instalado un narcopiso / ANDONI BERNÁ

Tras esta victoria por parte de los narcotraficantes, sobre el ambiente pesa un nuevo temor. Los habitantes de la calle de Morera temen que los camellos lleven a cabo una estrategia de acoso y derribo contra el resto de vecinos del edificio hasta forzarlos a abandonar el inmueble y, en ese caso, ocupar nuevos pisos. 

Desde que ocuparon el primer inmueble hace poco más de un mes, el número de drogadictos en la calle de Morera se ha multiplicado. A cualquier hora del día puede verse a personas entrando en el edificio para hacer compras. No obstante, el panorama se agrava por las noches. Los gritos y las peleas se han convertido en el pan de cada día. No hay día que la calle no amanezca sin restos de jeringuillas, excrementos y personas que se han pinchado durmiendo en la calle. Aunque las actuaciones de los servicios de limpieza y de la Guardia Urbana son frecuentes en la zona, el mismo escenario se repite a diario.

INVESTIGACIÓN

Hace dos semanas, varias patrullas de la Guardia Urbana se desplazaron hasta el lugar avisados de la actividad ilegal. No obstante, tuvieron que volverse con las manos vacías porque nadie les abrió la puerta. No habían pasado ni cinco minutos tras su marcha y un comprador volvía a acercarse al piso, entrando por la puerta de un portal que está reventada.

Durante la operación, varios agentes conversaron con los vecinos y les pidieron paciencia y esperar a que la Justicia actúe. Ante cualquier situación de urgencia, recordaron que pueden llamar al 112. Los camellos han intentado colarse en una finca vecina en obras durante los últimos días, aunque los propios vecinos lo han impedido chillando desde los balcones. Preguntados por este medio, desde el Ayuntamiento han explicado que no harán declaraciones para no poner en peligro una investigación en marcha.

MOLESTIAS A LOS VECINOS

La presencia de este nuevo punto de venta de droga ha degradado la calle a pasos agigantados. Hace unos tres meses, la policía desalojó otro narcopiso en la calle de Les Cabres, paralela a Morera. Un mes más tarde, se ocupó este nuevo punto. El olor a orina llena la calle y se hace especialmente duro sobre todo ahora, en verano. La intensidad del olor, junto con los gritos y las peleas hace que ya no se puedan abrir ventanas, por lo que se asan en sus domicilios en plena ola de calor.

Pasa el tiempo y la Justicia tiene un ritmo propio que, en ocasiones, no se adecúa a la velocidad en la que el crimen y la droga expanden su red. El centro de Barcelona, un lugar donde la masificación turística y la marginalidad se dan la mano, requiere de constantes actuaciones para combatir los problemas de la droga y su dispersión por los barrios que conforman el distrito de Ciutat Vella, pues nunca vienen solos, sino que lo hacen acompañados de robos y agresiones, entre otros delitos.

Noticias relacionadas