El alcalde de Barcelona, Jaume Collboni

El alcalde de Barcelona, Jaume Collboni EUROPA PRESS

Gràcia

Lavado de cara en Gràcia: Barcelona invierte más de seis millones para pacificar sus calles

El Ayuntamiento encarga las obras de reurbanización del barrio de Can Farigola a Rogasa por 6,1 millones de euros y 16 meses para terminarlas

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Los socialistas siempre han presumido de pacificar Barcelona, pero por la vía del entendimiento. Mientras en la época de Ada Colau se hacía unilateralmente, sin consultar muchas veces a vecinos afectados o a colectivos cívicos más allá de las plataformas amigas, el PSC siempre había sacado a colación su savoir faire en pacificaciones de vías tan importantes como el Portal de l’Àngel, que no provocó conflictos graves con los vecinos o los comerciantes.

Siguiendo esa tradición, el gobierno que encabeza Jaume Collboni se propone pacificar todo un barrio de Gràcia que estaba dejado de la mano de Dios y cuya degradación se hace patente para cualquier visitante. Se trata de Can Farigola  (al norte de la avenida Vallcarca) y, concretamente, las calles Mare de Déu del Coll, Farigola, Medes, Cambrils, l’Argentera y Calendau.

Reducir el tráfico

El bufete PCG Arquitectura e Ingeniería redactó el proyecto de pacificación de este barrio, un dossier de nada menos que 1.370 páginas en el que saca los colores al Ayuntamiento por haber dejado degradarse tanto un espacio público.

El propósito de la pacificación es “reducir el espacio destinado al tráfico rodado y la velocidad de circulación de forma que sea posible ganar un espacio considerable para los viandantes”.

El núcleo central de este barrio eran las fincas agrícolas Can Falcó, Can Mas y Can Gomis, así como el Hostal La Farigola. Los jardines de Can Gomis fueron destruidos con la construcción del Hospital Militar y los de Mas Falcó acogen una pequeña urbanización de torres aisladas. Hasta mediados del siglo pasado, la zona pertenecía al término municipal de Horta.

Un infierno para los viandantes

Actualmente, Can Farigola es un barrio lleno de solares vacíos y edificios en mal estado. Sus aceras son muy reducidas, de menos de un metro, con una deficiente colocación del mobiliario urbano (léase buzones de correos, señales de tráfico o farolas). También tiene el problema de un masificado aparcamiento de motocicletas en las estrechas aceras.

El voluminoso proyecto destaca que “todo ello da lugar a que, en determinados puntos, la anchura libre para los viandantes sea prácticamente inexistente. Las reducidas dimensiones de las aceras actuales dificultan enormemente los movimientos longitudinales de las calles y muy especialmente la actividad comercial de los negocios”.

Barreras arquitectónicas

Además, la configuración de los viales imposibilita una adecuada permeabilidad. Hay muchas barreras arquitectónicas que hacen del barrio un suplicio para las personas con movilidad reducida y prácticamente no existen las zonas verdes. A ello se le suma el hecho del fuerte desnivel del terreno, que dificulta aún más la movilidad.

La pacificación consiste en reducir el espacio destinado al tráfico, eliminar el efecto barrera de calzada segregada de aceras, incrementar notablemente las zonas verdes, eliminar las barreas arquitectónicas existentes, la actualización el mobiliario urbano y ejecutar una red de recogida neumática extendida a todos los viales.

La pacificación se notará especialmente porque desaparecerán las aceras segregadas de la calzada, es decir, se generará “una plataforma única, provocando el tráfico de baja densidad y pacificado, creando un espacio más permeable al viandante, minimizando el impacto del vehículo y maximizando el uso de los vecinos”.

Juntamente con ello, se pretende “generar un espacio amable con presencia de verde y sombra, de forma que sea un espacio para estar, con zonas verdes y arbolado”. A ellos se le suma la utilización de materiales constructivos de bajo impacto ambiental y una racionalización del mobiliario urbano, priorizando que ningún elemento sea obstáculo para los viandantes.

Para ello se aprovechará que se sustituyen todas las farolas y los semáforos, así como algunos árboles: el diseño ha de permitir un paso de, como mínimo 1,5 metros de ancho y 2,2 metros de alto libres de obstáculos para que puedan circular los vecinos. Las farolas en tres de las calles (Calendau, Argentera y Cambrils) se ubicarán en las fachadas de los edificios, a 7 metros de altura.

Cinco licitadores

Las obras dependen del Institut Municipal d’Urbanisme y han sido encargadas a finales de este mes de enero a la constructora Rogasa Construcciones y Contratas, que ganó el concurso público licitado, al que se presentaron cinco ofertas de grandes constructoras que acostumbran a licitar con proyectos públicos del Ayuntamiento. El proyecto costará 6.105.354 euros y estará listo en 16 meses, según los términos del contrato.

Un informe interno del consistorio detalla que la urbanización de los viales de Can Farigola, además de ganar espacio para los peatones, pretende “incrementar las zonas verdes, incorporando sistemas de drenaje sostenible en los parterres drenantes y ejecutar la red de recogida neumática que depende de la central de Lesseps y que ya está instalada a lo largo de la avenida Vallcarca.

En definitiva, en unos meses habrá una transformación tal que se pasará “de las vías circulatorias con prioridad absoluta del tráfico rodado sobre los viandantes a una calle tipo bulevard, que favorece las relaciones humanas y comerciales en todo el ámbito urbanístico objeto del proyecto”.