La barra de Can Codina, un bar de Gràcia Barcelona
Miguel, camarero en Gràcia, sobre la masificación de las fiestas: "A veces parece más un botellón que una celebración del barrio"
Los bares del barrio encaran la semana más intensa del año entre más facturación, logística colapsada y noches movidas
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En Gràcia, cuando llega mediados de agosto, la fiesta baja por las calles como una riada. Se cuela en las barras, en las cocinas, en los turnos de los camareros.
Aumenta la facturación, sí, pero también la basura, el estrés, el descontrol. Mientras las calles se visten de gala y los escenarios protagonizan las plazas, los bares del barrio encaran la semana más exigente del año.
Para comprobarlo, basta con recorrer unos pocos metros. Desde Torrent de l’Olla hasta la Plaça Raspall, los restauradores comparten una mezcla de entusiasmo y agotamiento.
Fachada del bar Can Codina, ubicado en carrer del Torrent de l'Olla, 20 Barcelona
"Esto es una locura"
Estefano, uno de los camareros de Can Codina, no se anda con rodeos: "Los ingresos entre semana se multiplican por tres. Es una semana que nos revienta y nos pone a prueba", asegura mientras señala las mesas ya ocupadas en pleno mediodía.
Durante las fiestas, este bar de esquina trabaja a pleno rendimiento. Han renovado el menú para agilizar el servicio y reorganizado los turnos. "No es sostenible mantener el ritmo de una semana así durante todo el año. Pero forma parte de la identidad del barrio, y aquí lo vivimos intensamente", dice.
Interior del bar Can Codina Barcelona
Lo que más les incomoda: la basura. "No se refuerza suficientemente el servicio de recogida, especialmente del vidrio. Acabamos acumulando cajas y botellas durante horas", lamenta.
Aun así, reconoce que la parte económica compensa y que las Festes son también una forma de "poner el bar a prueba".
Fachada de Bilbao restaurante, ubicado en la calle del Perill, 33 Barcelona
"Lo afrontamos como otra semana"
A pocos pasos, en el Bilbao Restaurante, el ambiente se percibe distinto. José, el administrador, es claro: "No somos un bar a pie de calle donde se venga a picar algo rápido. Aquí la gente reserva, se sienta, come. Así que lo notamos, pero poco".
No hacen cambios ni en la carta ni en el horario. Pero hay inconvenientes: "La logística se complica. Los camiones no pueden subir, hay calles cortadas, y todo se retrasa", explica.
Interior del Bilbao restaurante de Gràcia Barcelona
El año pasado se instalaron baños portátiles, y eso ayudó a frenar un problema habitual: "Durante años, la gente orinaba en las esquinas. Ahora está más controlado, pero el ambiente nocturno sigue siendo excesivo", sostiene.
La fiesta, para José, no es ni una oportunidad ni un gran obstáculo. "La vivimos como parte del calendario. Sin más".
El Bilbao Restaurant de Gràcia Barcelona
"Hay más gente, pero el ambiente es más 'cutrillo'"
En el restaurante Salero, Miguel, camarero, ofrece una mirada más crítica: "Sí, viene más gente. Pero el ambiente ha cambiado. Hay mucho guiri, y se ha desarrollado un rollo más quinqui. Más cebollón".
Según él, el espíritu de barrio se diluye por la masificación y por la transformación turística de las fiestas. "Por la noche, esto se vuelve agobiante. Al estar abiertos a la calle, la gente intenta entrar por cualquier lado, no buscan ni la puerta", comenta entre risas forzadas.
Aun así, no niega que se trabaja bien: "Es una semana fuerte. Pero hay momentos que parecen más un botellón que una fiesta de barrio".
Fachada del bar Raspall, ubicado en la calle Samsó Barcelona
"Yo, si pudiera, cerraría el bar"
En Raspall, Gasto, su dueño, habla sin filtros: "Es una locura. Somos de los que más tarde cerramos, y por aquí desemboca una calle decorada. Por la noche se junta de todo".
Durante la semana de fiestas, los ingresos suben, pero también lo hacen los gastos: "Gano más, sí, pero contrato a más personal, hacemos más horas... compensa, pero poco", dice mientras organiza los pedidos.
Barra del bar Raspall de Gràcia Barcelona
Han tenido que simplificar la carta: "Quitamos tapas. Lo mínimo para que el servicio no colapse". Y con los proveedores, el problema es el de siempre: "No pueden llegar hasta aquí. Hay que organizarlo todo con mucha antelación".
Gasto lleva nueve años detrás de la barra; recuerda que "antes se trabajaba menos y se ganaba más. Ahora hay que sudarlo". "Si pudiera, me iría de vacaciones esa semana", admite.
Fiesta, identidad y contradicciones
El Ayuntamiento consolida este 2025 la "noche tranquila" del 18 de agosto y refuerza los dispositivos contra las agresiones machistas, a la vez que los bares sostienen —sin mucho protagonismo— una parte esencial del engranaje festivo.
Una pared del bar Raspall Barcelona
Este año, con 23 calles adornadas, una treintena de actos de cultura popular y programación en plazas, bibliotecas y equipamientos, las Festes de Gràcia han vuelto a ampliar su radio de acción.
Con la Vila celebrando este agosto los 175 años de su independencia municipal, las Festes de Gràcia alcanzan un nuevo hito histórico.
Mientras tanto, en cada barra, en cada cocina, en cada persiana que sube antes del mediodía, los bares del barrio siguen ajustando su papel: entre la acogida y el colapso, entre el negocio y la barricada.
La zona de detrás de la barra del bar Can Codina, en Gràcia Barcelona