Mercè Rodoreda, Anne Frank, Ramon Llull y Ernest Lluch. Entre estas cuatro calles del barrio de La Mina de Sant Adrià de Besòs se encuentra un solar privado destinado a la construcción de futuros pisos. Cuatro hombres se hallan en el recinto, apenas delimitado por una valla sin puerta, acomodados en colchones o en sillas abandonadas. Se inyectan droga con jeringuillas que luego arrojan, haciendo del terreno un auténtico campo de minas.
Gomas, plásticos, pañuelos y todo tipo de basura se acumula en el lugar. Las jeringas usadas y restos de sangre se amontonan en la superficie, abiertamente accesible a cualquier vecino o vecina del barrio. Un campamento de toxicómanos al aire libre.
EN EL INTERIOR DE UNA COMUNIDAD
La estampa comienza a volverse habitual en La Mina, a pesar de los esfuerzos de su vecindario por derribar el estigma que pesa permanentemente en sus calles. A pocos metros de distancia, en la misma calle de Mercè Rodoreda, Metrópoli se hacía eco de otro asentamiento de toxicómanos, esta vez dentro de una comunidad.
Los adictos hacían, y continúan haciendo, la vida imposible a los vecinos. El mayor temor de estos residentes era que, con la llegada del buen tiempo, los conflictos se intensificasen. "El olor será insoportable y las ratas también", explicaban en una ocasión anterior. Ahora, se reafirman: "Si quieren dejarlos aquí encasillados, que les pongan una ducha o un lavabo portátil. Al menos así, cuando defequen u orinen, habrá algo más de higiene", ironizan.
Desde la comunidad de vecinos, dicen que el motivo que las administraciones alegan para no trasladar a los toxicómanos es que están en un sitio público: "Pero, en realidad no lo es. Es el patio, pero han quitado las verjas y se han metido".
EXCREMENTOS Y PINCHAZOS
Hace meses que tienen que convivir con fuertes olores e imágenes grotescas a diario. El grupo de personas, "unas 5 o 6", se fue formando poco a poco y terminó acampando.
"Se pinchan y hacen sus necesidades, dejan los excrementos ahí. Las paredes huelen y salen muchas ratas", denuncia un vecino, que asegura que la situación empeorará en verano "si nadie hace nada".
LA SALA DE VENOPUNCIÓN
La "narcosala" que se encuentra en la misma zona lleva años dando servicio a los toxicómanos del barrio y de Barcelona. Se les reparte metadona y se les provee de jeringas nuevas, toallitas y botellas vacías, entre otras cosas.
Hay una parte del vecindario de La Mina que cree que gracias a la Sala de Venopunción, se encuentran muchas menos jeringuillas por la calle. Hay otra parte que achaca el aumento del consumo de drogas en la vía pública a la existencia de la "narcosala", que atrae a gente de fuera de Sant Adrià.