Un hombre controla el panorama desde la ventana de un tercer piso. Sin camiseta y fumando un cigarro, el vecino de Sant Roc, en Badalona, se da cuenta de la presencia de periodistas entre la masa de gente que acude este martes al conocido "mercadillo de la miseria". No trata de ocultar su enfado. Por el contrario, alza la voz desde su puesto de vigilancia: "¿Qué estáis grabando?", increpa. De esta manera, pone sobre aviso a los vendedores ambulantes que han extendido mantas en el suelo para exponer miles de objetos que cuentan con todos los números de ser robados.
Aún así, la compraventa, que se realiza sin licencia, no se detiene. Los dialectos comienzan a mezclarse en el aire. De una parte a otra del pasillo que se ha estructurado de manera informal, palabras árabes cruzan los laterales y se topan con el español y también, en menor medida, con el francés. Entre el gentío, mujeres y hombres buscan la mejor oferta. ¿De qué? De lo que sea. Cualquier producto es demandado, aunque lo que más predomina entre el laberinto de objetos son las zapatillas y la ropa de deporte. "Como en dos minutos venga la policía...", comienza a amenazar el permanente vigía apostado en la ventana de su casa, que no le quita el ojo a la cámara que inmortaliza la ilegal actividad.
LATERAL DE LA AUTOPISTA
Los sobrenombres por los que se conoce al mercadillo de los martes que se monta en la frontera de Badalona con Sant Adrià de Besòs son muchos. A lo largo de los años, se le ha apodado como mercadillo de "los horrores", el de "cosas robadas" o, el más utilizado, el de "la miseria". Su ubicación no es exacta, aunque suele encontrarse fácilmente en el lateral de la autopista C-31, en la avenida del Marquès de Mont-Roig.
Es importante no confundirlo con el mercado de los Encants de Sant Adrià, aunque si se pregunta a la policía de uno u otro municipio, los agentes indican a la perfección el paradero de cada rastrillo. Las paradas por las que estos vendedores ambulantes pagan una tasa mensual se organizan y distribuyen en el conocido Bosc Urbà bajo la C-31 y anuncian a voz en grito la mercancía. La muestran, además, en sillas o cuelgan la ropa en estructuras de metal que ya vienen montadas y preparadas en las furgonetas que copan el espacio. En el de "la miseria", en cambio, aquello que puede alcanzar cierto valor se transmite a los compradores entre susurros.
MERCADILLO VINTAGE
Hasta hace una semana, era habitual encontrar a decenas de estos ilegales vendedores apostados a lado y lado de la carretera, algunos en las puertas incluso de los bares. Sin embargo, parece que un aumento de la presión policial los ha persuadido. El pasado martes, la Guardia Urbana, bajo la estricta orden del reciente alcalde Xavier García Albiol (PP), requisó el material y desmanteló momentáneamente el mercadillo. Quizá por eso el grupo ha decidido desplazarse unos metros y adentrarse en las callejuelas del barrio de Sant Roc.
En las plazas interiores, de esas que no están bautizadas ni siquiera con un nombre, entre edificios, se vende el vintage material: discos de Los Chichos o Los Tamara, música antaño escuchada que aquí parece no pasar de moda. Modelos de móviles que ya no se venden en ninguna tienda de telefonía, equipaciones del FC Barcelona de los años 90 o muñecas y juguetes no precisamente modernos se amontonan entre los tapetes. Todo se paga en efectivo, eso sí, y si el billete asciende a los 20 euros es dificil que lo acepten: los comerciantes no tienen cambio.
INTERVENCIONES
A las 09:30 horas, el mercadillo ya funciona en su máximo esplendor. De la policía no hay ni rastro, aunque los mismos comerciantes se mantienen alertas, para evitar escenas como la de hace una semana. Sin embargo, el hervidero dura poco: a las 11:00 horas, varias patrullas de la Guardia Urbana se presentan en el lugar y comienzan a dispersar a la multitud.
El gobierno de Albiol ha decidido plantarle cara a la venta ambulante, tal y como han confirmado fuentes municipales a Metrópoli: "Los agentes volverán las semanas que sean necesarias hasta erradicar ese mercado que da tantos problemas a vecinos y comerciantes". Los mismos policías recuerdan el 2011, cuando el popular también estuvo al frente del ejecutivo municipal y consiguió su objetivo: "Aquel año, fuimos cada martes durante un mes. Los rodeábamos y formábamos una telaraña. Finalmente, dejó de montarse". Sin embargo, ¿ello significa un cese de la ilegal actividad? Fuentes policiales reconocen que intervienen más bien "poco" contra este tipo de delito: "Se debería denunciar a los que venden, pero normalmente se escapan y no se les hace nada más".
OTRO TIPO DE MANTEROS
Con todo, quien pasee por debajo de la C-31 esos días señalados, será testigo de otro tipo de "manteros": hombres, muchos jóvenes, provenientes en su mayoría de África que se desplazan por la calle con todo su material metido en un saco que cargan a sus espaldas. Pocos de ellos exponen su mercancía en el "mercadillo de la miseria". Optan por hacerlo en los Encants, a la vista de la Policía Local de Sant Adrià y, en ocasiones, de los Mossos d'Esquadra.
Fueron estos manteros los protagonistas de otra intervención policial realizada el pasado sábado, 1 de julio, en la avenida de Mónaco, en la frontera con Santa Coloma de Gramanet. También la Guardia Urbana les decomisó el material y los dispersó, todo ello tras recibir las quejas de los vecinos y residentes de la zona, que aseguraban que los vendedores ambulantes habían "ocupado" gran parte de la calle.
MOLESTIAS VECINALES
Las molestias que generan este tipo de mercadillos a la ciudadanía también se dan en Sant Roc. El espacio comparte terreno con el barrio de El Remei y sus "olvidados" vecinos, como ellos mismos se definen, ya denunciaron a este medio las consecuencias de este tipo de actividad, especialment la suciedad y el incivismo.
Sin embargo, los mismos vecinos admiten ahora que las quejas ya no son tan insistentes en cuanto al mercadillo porque "parece que se está desplazando cada vez más hacia Sant Roc", han advertido.