Más de medio millón de euros por un piso de tres habitaciones y más de 100 metros cuadrados en el barrio de La Mina de Sant Adrià de Besòs. A los residentes del municipio les extraña: ¿Quién pagaría ese dineral por vivir en la zona? En cambio, a los nuevos habitantes les parece un lugar idílico: con vistas al mar, en este caso a la playa del Fòrum, en un entorno bien comunicado con Barcelona tanto por carretera como por transporte público y, a la vez, cercano a la capital catalana. ¿Servicios? Muchos. Supermercados, colmados, un CAP relativamente nuevo, un instituto, colegios, un campus universitario con diversas residencias para estudiantes y hasta una iglesia. Atrás ha quedado para estos nuevos inquilinos la imagen asociada a La Mina: la de los bloques de infinitas plantas con las persianas desteñidas por el sol.
Sin embargo, los edificios siguen ahí. También la sala de venopunción en pleno corazón del barrio que presume de haber reducido el consumo de droga en plena calle o la transmisión de virus como el VIH y la hepatitis C. Un “logro” que las jeringuillas abandonadas en algunos solares y en varios rincones deshabitados empañan. Plásticos, botellas, retazos de ropa y papeles abundan en los aparcamientos al aire libre y en cualquier zona verde de La Mina. A pesar de ello, el gobierno municipal se esfuerza desde hace años en darle un lavado de cara al barrio y dinamizar el entorno. Algo que no acaba de convencer a una comunidad de vecinos que no confía en el proyecto.
UN “MURO” EN EL LITORAL
La Asociación de Vecinos de La Mina no es lo que era, pero está compuesta por unos cuantos integrantes que todavía luchan por dignificar el barrio. Antonio es quien se encuentra al frente de ella y explica a Metrópoli sus reticencias con las grandes edificaciones que llenan de “ladrillo” la zona: “Solo piensan en una reforma urbanística, pero aquí hace falta también un trabajo social y económico”. Antonio lleva toda la vida en La Mina y se ha reunido con numerosos políticos para transmitirles la crítica situación del barrio, pero las respuestas siempre han sido las mismas: “Nos ponen excusas”, denuncia preocupado el vecino, que no sabe adónde más acudir.
Según el grupo de vecinos, todas las edificaciones nuevas que tienen a medio barrio en construcción forman un “muro” que “tapa” gran parte de La Mina: “Desde la costa no se ven estas calles, no se ve el barrio”, dice Antonio. Una tapadera que pretende atraer turismo a la marginal zona, pero que está consiguiendo el efecto contrario.
ROBOS A ESTUDIANTES
Metrópoli ya se ha hecho eco de la fatal consecuencia de ubicar las residencias universitarias en el barrio: en octubre los Mossos d’Esquadra detectaron un auge de las denuncias por robos alrededor de los centros. Las víctimas, tal y como confirmó el cuerpo de policía catalán a este medio, son los estudiantes que sufren a diario las sustracciones de sus teléfonos, algunas veces de manera violenta y por individuos que circulan en patinete eléctrico.
Una de ellas se encuentra en Eduard Maristany, junto al Fòrum, y la otra en Ramon Llull. Precisamente en frente de esta segunda residencia se está construyendo estos días un enorme aparta hotel, el Tembo Suites, que entrará en funcionamiento en enero de 2024. La alcaldesa Filo Cañete visitó hace unos meses sus instalaciones, convencida de que su inauguración supondrá “puestos de trabajo de calidad en el municipio” y una “dinamización del entorno”.
MATERIALES DE OBRA Y “LLAVES”
Como consecuencia de las edificaciones todavía en construcción, en las calles aledañas se acumulan materiales de obra como sacos y ladrillos. Pero para una parte de los vecinos no son simples sacos y ladrillos: son “llaves” que los delincuentes usan para abrir puertas. Así lo detalla un vecino de la zona: “Esto lo cogen los de por aquí y lo usan para abrir puertas. Son llaves para ellos”, dice, mientras señala las bolsas abiertas, al alcance de cualquiera.
"Es una pena verlo todo tan dejado porque esta zona tiene mucho potencial y es bonita", lamenta el mismo vecino que deja en evidencia las diferencias entre una parte y otra del barrio, divididas por la rambla de La Mina. Una larga vía remodelada hace años que pretende ser el "nuevo rostro" del barrio.
EL BLOQUE VENUS, ETERNO
Mientras en La Mina se proyectan cada vez más viviendas a precios disparados y nuevos edificios, hay uno que continúa en el mismo estado de degradación después de 21 años desde que se previera su derribo: el bloque Venus. La demolición se eterniza y pocas personas dan crédito a ello. Un total de 244 pisos que se corroen entre la miseria, el trapicheo y la dejadez.
Ahora, una gran parte de sus habitantes pide 10.000 euros anuales de compensación durante 13 años, que son los que han pasado desde que las instituciones competentes concretaron su intención de vaciar y derruir el inmueble.
LA GENERALITAT SUBE SU VALOR
En un intento por facilitar el traslado, la Generalitat ha subido las valoraciones de los pisos condenados al derrumbe para equipar su precio a las nuevas viviendas destinadas para los castigados inquilinos. La renta per cápita en la calle Venus fue en 2021 de 7.099 euros, la mitad que la media de Catalunya.
Un gran paso que supondrá, si se llega a realizar, un cambio drástico en la panorámica del barrio, que es conocido a nivel nacional por el característico bloque.