Un hombre carga un gran espejo. Se aproxima con él a una de las entradas de lo que antiguamente era el IES Badalona 9, más conocido como el B-9. Una vez se encuentra en la chapa que los moradores usan como puerta de acceso, estrella el espejo contra el suelo para quedarse solo con el aluminio que lo sujeta. A continuación, se mete en el interior. Los cortantes trozos, sin embargo, se quedan fuera, en plena calle Tardor. Ni siquiera un perro que pasea suelto, sin collar, se acerca al sitio donde ahora se esparcen los cristales. El can, un chihuahua blanco pasado de peso sin ningún elemento identificativo, rehúye de las pocas personas que, por la mañana, transitan el polígono, pero acude a la llamada de su dueña: una mujer con bata de pijama que lo regaña a gritos, desde Alfons XII. “Es que se escapa cuando dejo la puerta de casa abierta”, se queja, mientras coge en brazos al perro y lo sigue reprendiendo. “Que Dios te bendiga”, se despide.

La calle Tardor, o "calle crematorio", entre El Remei y Sant Roc METRÓPOLI

Son los dos perfiles de ocupantes de esta marginal zona de Badalona, la que hay a caballo entre Sant Roc y El Remei. Por una parte, familias, en su mayoría de etnia gitana, que habitan los bloques de Alfons XII. Esas que tienen huertos en los bajos y por los que es habitual ver gallos y gallinas. El gallo, de hecho, que en ese momento se deja ver por la vía canta de buena mañana para anunciar un nuevo día. Por la otra, los nuevos inquilinos que, desde hace unos meses, se han hecho con el B-9. Hombres de origen sudafricano que recogen chatarra o la venden, muchos de ellos “zombies” que merodean por las calles sin rumbo fijo. ¿Cuántos hay? El goteo de gente al terreno totalmente abandonado es constante, por lo que la cifra podría ascender a centenares. Sin embargo, a pesar de la miseria latente en toda la manzana, los coches aparcados, modelos de BMW y Mercedes, se alejan del concepto de escasez. 

Suciedad esparcida por la calle Tardos con Alfons XII METRÓPOLI

PACTO DE CONVIVENCIA

A pesar de que, a primera impresión, la descripción de los inquilinos induce a pensar en problemas de convivencia, el panorama se mantiene tranquilo. En la parcela que albergaba hace años el instituto entran todos: desde jóvenes con pequeñas jaulas envueltas con fundas, clásicas para transportar pájaros, hasta hombres con carros a reventar de chatarra. También algún individuo solitario montado en bicicleta accede al recinto. “Y ninguno da confianza”, denuncia directamente la Asociación de Vecinos del Remei.

¿Cuál es el secreto? Hay una teoría que se extiende entre el castigado vecindario. Una a la que dan crédito y de la que este medio ya se hizo eco hace meses: los okupas pagarían una especie de alquiler, una cantidad de dinero acordada, a las familias gitanas de la zona. De esta manera, todos ganarían. Unos, un sitio donde poder refugiarse y desarrollar sus actividades y los otros, un trozo del “pastel”. Ante el pacto, que es visible a los ojos de cualquiera, nadie pondría, por el momento, ninguna traba. De hecho, incluso tienen un servicio de recogida y limpieza: una manzana que normalmente se regaba con agua los sábados, ahora se limpia cada día. Un camión, a primera hora, estaciona en la vía y un par de operarios recogen todos los residuos que los habitantes del solar acumulan en bolsas y depositan fuera.

Una de las hogueras callejeras en Alfons XII METRÓPOLI

UN PASAJE OSCURO 

“Si esto a plena luz del día no invita a pasar, imagínate por la noche”, dicen desde la asociación, que insiste en estar alerta ante cualquier movimiento sospechoso de los moradores que ya conforman un "poblado" entero. Efectivamente. El entorno cuando cae el sol se transforma en un lugar oscuro, sin apenas iluminación a excepción de las hogueras callejeras que tiñen los muros de la calle de negro. Por algo se conoce a la calle Tardor como la “calle crematorio”. 

El pasaje que atraviesa el B-9 okupado METRÓPOLI

Por Guifré, el espacio cuenta con dos puertas, apenas entreabiertas por las que se distingue la suciedad mencionada en el interior. En el número 765, las paredes del B-9 dan lugar a una especie de pasillo que se extiende hasta el otro lado en Alfons XII. Quien se atreva a atravesar el pasaje, casi a ciegas, se arriesga a cruzarse con alguno de los inquilinos. Durante este horario nocturno, la música africana resuena por la zona, pero se mezcla unos metros más allá con el reggaetón y el flamenco. En las inmediaciones, grupos de chicos forman círculos con sillas destartaladas. Hacen botellón y el frío que ya comienza a dejarse notar en Badalona por las noches no se lo impide. Para esto están las hogueras, que todavía escupen fuego con los primeros rayos de sol.

Sillas todavía organizadas en lo que la noche anterior fue un botellón callejero METRÓPOLI

¿UN HUERTO?

Justo al lado del antiguo instituto, en la misma manzana, otra parcela levanta la indignación de los vecinos. Se trata de un espacio también vallado, aunque con huecos para acceder, que a primera vista parece un huerto. Todavía se distinguen parterres y grafitis de flores en las paredes. Lo que saben los de la zona es que ese trozo de tierra se usaba como una petanca. Sin embargo, ahora no tienen claro a quién pertenece la abandonada edificación: “Desde el ayuntamiento nos han dicho que todavía es de una entidad, pero lo que tenemos claro es que alguna familia se ha hecho con el control de ella”.

Suciedad acumulada en el huerto okupado METRÓPOLI

De tejido asociativo queda poco en el espacio. La basura vuelve a acumularse también en el recinto y desde el exterior se distingue una chabola. El único poblador que se deja ver es un gran perro negro que no invita a pasar: el can se planta en la puerta sin tener ningún collar de contención o cadena, que da de nuevo a Alfons XII, y comienza a ladrar amenazadoramente, consciente de que alguien ajeno a su círculo está curioseando. Los vecinos, además, relatan amenazas: “Entramos una vez y unos niños nos advirtieron de que no lo hiciéramos. Que tendríamos problemas con una de las familias de Sant Roc”.

Vallado del huerto okupado METRÓPOLI

 

“LA MISERIA ATRAE MISERIA”

La asociación de vecinos lleva meses luchando para poner su barrio en el mapa. El Remei es una zona prácticamente industrial que cuenta con edificios bajos y antiguos, muchos de ellos en mal estado. Es un blanco fácil de okupaciones y trapicheos porque la policía no se suele presentar y “nadie se acuerda” del Remei. "No sabemos lo que hay ahí dentro", insiste el grupo, en referencia al B-9. De ahí la contundente frase: “Somos el último barrio de Badalona”.

Uno de los ocupantes del antiguo B-9 recogiendo chatarra METRÓPOLI

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