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Opinión

Sirera está en peligro

"El concejal del PP ha tomado una decisión políticamente racional, lo que le puede costar la confianza que hasta ahora tenía de Núñez Feijó: ofrecer sus votos para una causa que le parece justa, como es eliminar la reserva del 30% para vivienda social en obra nueva"

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Daniel Sirera, concejal del PP en el Ayuntamiento de Barcelona, ha tomado una decisión políticamente racional, lo que le puede costar la confianza que hasta ahora tenía de Núñez Feijó: ofrecer sus votos para una causa que le parece justa, como es eliminar la reserva del 30% para vivienda social en obra nueva.

La medida fue impulsada por el equipo que capitaneaba Ada Colau y aprobada en 2018. El resultado ha sido un desastre.

Como dicen (mal) algunos tertulianos “se veía de venir”.

Tomada como norma general para toda la ciudad, ha resultado un despropósito.

Ningún promotor destina una parte de un bloque a vivienda barata si va a construir, por ejemplo, en Pedralbes.

Pero es que, además, los hipotéticos beneficiarios de estos pisos tienen necesidades muy distintas de los que buscan una vivienda de 250 metros cuadrados con piscina comunitaria.

Jaume Collboni anunció hace tiempo la intención de suprimir la norma. No ha podido, porque los que están a favor (Junts) siempre encuentran alguna excusa para oponerse.

Ahí está la sarta de motivos aducidos por estos creadores de excusas para romper con los socialistas. Y para que todo quede publicitario, aderezado con una consulta a las bases que nadie puede comprobar, pero que dan la razón al jefe, faltaría más. De modo, que ¡a la oposición!

Hasta ahora sólo Vox y algunos jueces se habían atrevido a decir que quien gobernaba en España eran los chicos de Junts. Ahora, hasta ellos se lo han creído.

El anuncio de Sirera es una cosa muy seria. Por lo que puede suponer en el mercado de la vivienda, aunque sea a largo plazo, y porque quiebra el sinsentido de votar una norma, no en función de lo que dice, sino de quién la presenta.

Ya se sabe que Feijóo es poco dado a la lectura, según se desprende de sus pifias en geografía o cuando cita autores como Orwell. Pero si algún día sucumbiera a la funesta manía de leer, podría echar un vistazo a los textos que Machado puso en boca de Juan de Mairena. Especialmente a aquella frase en la que dice “la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero”.

Lo mismo cabe decir de las normas que se votan en el Ayuntamiento de Barcelona, en los parlamentos autonómicos, en el Congreso, en el Senado o en Bruselas.

A mantener una misma posición sobre determinados asuntos se le llama coherencia. Daniel Sirera, con su anuncio, se apunta a ella.

Cabe discrepar de cualquier propuesta del rival pero, si se coincide, buscar subterfugios para oponerse es contraproducente y perjudica a los propios votantes que, se supone, hubieran apoyado esa norma.

Siempre, claro, que lo que se pretenda con la acción política sea mejorar las condiciones de vida de la ciudadanía.

Hay otras posibilidades: que se quiera el caos, es una. Y se podría decir que en ello coinciden con frecuencia Vox, Junts, Aliança Catalana, la CUP y últimamente el PP.

Se atribuye la frase “tanto peor, tanto mejor” al revolucionario ruso Nikolái Chernyschevski, vinculado al movimiento igualitarista y antizarista conocido como los narodniki.

Hasta hace dos días y medio la idea era casi patrimonio de cierta izquierda. Ahora se la ha apropiado la derecha, tras la adaptación hecha por Mariano Rajoy que la convirtió en "Cuanto peor mejor para todos y cuanto peor para todos mejor".

La falta de voluntad de pacto de esos partidos, con el objetivo de acelerar la sensación de desorden, no exime a los otros de culpa.

Los socialistas no siempre son flexibles. Esquerra es capaz de decir una cosa por la mañana y otra por la tarde. Los comunes, por su parte, van a las negociaciones como si participaran en aquel concurso radiofónico en el que se optaba a todo o nada.

Su última propuesta, que se limite la compra de vivienda a una unidad por familia, es otra de esas ideas altisonantes que tienen muy poco recorrido.

Se supone que buscan limitar la especulación en un bien esencial como es la propia residencia.

¿Por qué sólo en ese bien? ¿Por qué no limitar la especulación en la leche, el pan y la carne, que también son de primera necesidad? Y ya puestos, ¿por qué no intervenir en el precio de agua, gas y electricidad?

La propuesta de los comunes pone en solfa el sistema de propiedad privada. Sin decirlo. Están en su derecho, pero deberían dejarlo claro. ¿Siguen siendo anticapitalistas o prefieren no utilizar este tipo de expresiones porque no se llevan? ¿Se centran en la vivienda tácticamente porque el viento sopla a favor de este asunto o forma parte de su estrategia de revisión de la economía de mercado?

Por una vez, conviene imitar la coherencia del dirigente del PP Daniel Sirera. Y pronto, antes de que sus propias huestes lo fulminen.