Ya pasó. La huelga feminista del Día Internacional de la Mujer tuvo poco seguimiento en Catalunya, con excepción de las universidades, donde fue del 72,44 % entre trabajadores y estudiantes. Es normal: la gente vamos arriba y abajo y hay trabajo que hacer. Mujeres y hombres tenemos faena.
Pero todo hace pensar.
Siempre queda un rato para ver zapatos en lugar de apoyar una huelga, de las muchas que se organizan. No cuesta nada pasarse por el Corte Inglés de la Diagonal y visitar L. K. Benett: una experiencia maravillosa para mujeres “cazadoras de zapatos”. Sus zapatos con pom poms han sido llevados por fashionistas de todo el globo, como Leandra Medine, de la revista Man Repeller. Uno de sus lemas es que un interés por la moda no minimiza el intelecto de uno (¿). Allí los tacones altos van que arden.
Hablando de tacones, otra opción imprescindible en Barcelona es ASH (Tenor Viñas, 4; Provença, 247): desde botines de estilo cowboy hasta los de inspiración trekking y altísimo tacón. Sin pasar por alto el zapatero Manolo Blahnik, en el Mandarin Oriental (Paseo de Gracia 38-40); un espacio de decoración minimalista donde descubrir su universo de glamour y fantasía a través de unos zapatos de ensueño.
Pero no hay acuerdo sobre si el hecho de que las mujeres lleven tacones es discriminiatorio hacia ellas o bien es algo que les da más poder. La Japan High Heel Association (JHA, Asociación Japonesa de Tacones Altos) recomienda a la mujer japonesa llevar tacones para incrementar su confianza personal y mejorar su postura. Unas lecciones para aprender a andar con tacones cuestan en la JHA 3.500 euros.
Mientras, en el mismísimo Festival de Cannes, ha surgido la tendencia contraria. Las actrices más importantes del mundo se han manifestado contra la obligación de llevar tacones superlativos. La controversia comenzó durante la edición de 2015 del festival, cuando los porteros no permitieron el acceso a la película «Carol» a unas señoras de 60 años que llevaban zapatos planos. Pero la verdadera precursora del movimiento anti-tacón fue la actriz Emma Thompson durante los Globos de Oro de 2014, que se dirigió al público desde el estrado con los zapatos de tacón en una mano y una copa de Martini en la otra.
La idea de llevar tacones o plataformas no es ni masculina ni femenina, propiamente. Nace en el teatro griego, donde los actores con sus máscaras se apoyan sobre sandalias-plataformas como una estrategia escenográfica que les permita “ser otro” (su papel) y al mismo tiempo mejorar la acústica de sus palabras sobre el escenario. El tacón es una espectacularización de la máscara: no es una reivindicación de género ni supone la objetualización del cuerpo de la mujer.
El uso de tacones o su contrario no debe ser manipulado para alimentar la lucha de clases entre hombres y mujeres, ni debe ser utilizado como instrumento para confundir la sexualidad humana con la hiper-culturalización de la condición sexual individual. Hombres y mujeres (porque eso somos la inmensa mayoría) debemos potenciar la belleza de nuestro ser-complementarios. La moda ayuda mucho a ir en esta dirección. La mitología freudiana de una sociedad predominantemente patriarcal está dando paso a una mitología matriarcal igualmente dogmática e inútil. De por medio, se cuela un nuevo dogma, que consiste en que nadie es hombre o mujer en razón de su cuerpo, sino en razón de una elección cultural de su propio sexo.
Barcelona es hombre y mujer: porque es Barcino y es Barcelona. Las mitologías de una sociedad decadente van y vuelven en función de los vaivenes del sentido común. Normalmente, los que más gritan son una minoría de confundidos o confundidas. Es fantástico que la mujer y el hombre, para salir de la rutina diaria, utilicen la moda para espectacularizarse con fantasía, escenario, luces y sombras. Porque esto les hace más mujeres, más hombres, les divierte y, en el fondo, les permite dar y darse sin falsos prejuicios ideológicos.