El propietario de Amazon es el hombre más rico del mundo y también de la historia. Jeff Bezos lo ha conseguido gracias a una empresa que no fabricaba nada, tampoco producía; se limitaba a intermediar, a poner en contacto oferta y demanda, a llevar a las casas los productos más diversos. Del negocio logístico ha pasado a la manufactura, ha entrado en el cine, las telecomunicaciones, ha comprado The Washington Post, se ha metido allí donde ha visto posibilidades de ganar dinero; y dispone de una situación de dominio de una profundidad y extensión que dentro de poco los casos de Microsoft y Google nos parecerán una broma.

En su trayectoria, este genio se ha llevado por delante todo lo que se ha puesto en su camino, por supuesto también el pequeño comercio, que ya sufrió con la llegada de las grandes superficies, con las macrotiendas especializadas –category killer-- como Ikea o Aki, los supermercados y con el top manta.

La Administración catalana, tanto la autonómica como la municipal, siempre se ha decantado por los botiguers, base electoral del pujolismo, aunque ha sido más de boquilla, con escaso reflejo en la política y en las medidas reales. Pese a que Cataluña tiene transferidas las competencias en la materia desde los 80, los propios convergentes veían que los tiempos no estaban para más proteccionismo que algunas restricciones horarias y mucha palabrería.

La amenaza exterior ahora se llama Amazon, y es tan poderosa como las anteriores. Al Ayuntamiento de Barcelona se le ha ocurrido que para proteger al pequeño comercio sería buena idea un llamamiento al boicot contra la multinacional. Los convergentes aún disimulaban un poco, pero esto de ahora es un despropósito; es como lanzarse a la canción protesta contra un monstruo internacional en pleno siglo XXI. Si no pueden o no saben qué hacer, se dedican a marear al personal con demagogias primarias.

Foment del Treball tiene toda la razón cuando reprocha a Colau su actitud con el top manta durante su primer mandato y cuando la acusa de inmadurez. El plan de movilidad de la alcaldesa ya apunta cómo hacerle la vida imposible a Amazon en Barcelona: no sabe –quizá Jaume Collboni tampoco-- que la multinacional no solo distribuye productos locales, sino que emplea a empresas de aquí, como Seur y Ara Vinc, para sus envíos urgentes por el centro. En paralelo, está sustituyendo su propia flota por camionetas eléctricas fabricadas por Rivian, propiedad en parte de Bezos, por lo que en poco tiempo su reparto será medioambientalmente inocuo.

Es lamentable que todas las iniciativas de nuestro consistorio tengan forma de confrontación. Sobre todo con las empresas; cuanto más grandes, más cerrill es la respuesta. Una vocación de Juana de Arco que desaparece cuando se trata multinacionales como Mediapro, con la que incluso hace negocios inmobiliarios. Quizá responda a algo tan pueril como que el magnate propietario del grupo catalán, Jaume Roures, se define como troskista, un posicionamiento progre que cuadra con el imaginario de los comunes, mientras que Bezos no oculta su capitalismo total.

Sería de agradecer que, en lugar de pataletas y eslóganes de cumbayá, superara esa tentación electoralista que padecieron sus mayores y se pusiera a trabajar en serio para ayudar al tejido comercial barcelonés a modernizarse. Algo parecido a lo que dice que por fin hará con los paradistas de los mercados de abastos.