Siempre digo que, si me tocara la Primitiva, me largaba con viento fresco a estudiar Historia del Arte a Italia. Sin embargo, mi plan hace aguas, pues no juego a la Primitiva. Tengo, pues, que conformarme con vivir en Barcelona. ¡Es lo que hay!
Pero, caramba, que en Barcelona no se está tan mal, aunque últimamente no se esté mejor y sí peor. Si esto fuera una serie de médicos, diríamos que el paciente no mejora. Como no lo es, nos ceñimos a varios indicadores, cualitativos unos y cuantitativos otros, que vienen a decir lo mismo: no pinta bien. Véase.
La Enquesta de Serveis Municipals del Ayuntamiento de Barcelona lleva haciéndose desde hace muchos años, y podría mostrar la percepción que los barceloneses tenemos de Barcelona. Hace poco, se ha publicado la de 2020, que puede verse aquí.
El siglo pasado, ocho o nueve de cada diez barceloneses creían que la imagen de su ciudad había mejorado. La cosa comenzó a torcerse y en 2010, ya eran menos de la mitad. Hoy, uno de cada cinco, y cuesta abajo. Por el contrario, los que creían que la ciudad había empeorado se situaban por debajo del 5 % antes de 2000, subían hasta el 40% en 2010 y hoy suman casi el 60%. Cierto, 2020, pandemia mediante, ha sido un mal año. Pero obsérvese que entre 2017 y 2019 hemos pasado del 30 al 45%, y luego, para remate, la pandemia.
En los últimos tres años, casi se ha doblado el número de personas que cree que Barcelona irá a peor; ahora es uno de cada tres. Los optimistas ya no lo son tanto; ahora sólo la mitad de los barceloneses alberga esperanzas de mejora. Desde 2017, la confianza en el futuro se está desplomando por momentos.
La valoración de vivir en Barcelona merece alrededor de un 7,5 sobre 10 y se mantiene más o menos constante. Sin embargo, es curioso señalar que mientras la alcaldía fue socialista la nota era casi de un 8 sobre 10. Tan pronto pasó a manos de los alcaldes Trias y Colau, bajó la nota, un año más, un año menos, alrededor del 7,5. Yo ahí lo dejo.
En detalle, sólo una cuarta parte de los barceloneses es feliz por vivir en Barcelona. El resto se reparte entre una mayoría que aprecia que, aunque no se está mal, se podría estar mejor y otra cuarta parte de la ciudadanía que piensa que esto es un asco.
Desde siempre, uno de cada seis barceloneses cambiaría de barrio, si pudiera. Esto es relativamente normal. Pero el dato que más destaca es que uno de cada tres ciudadanos, a la que pudiera, se largaría de Barcelona para no volver. Siempre se había mantenido estable alrededor de un 15 o un 16%, pero crece visiblemente desde 2017, incrementándose año tras año.
El problema que más preocupa a los barceloneses, con diferencia, es el de la seguridad ciudadana. Curioso, porque, cifras en mano y comparando con el vecino, Barcelona es una ciudad muy tranquila, pero los vendedores de alarmas están haciendo su agosto. ¿Qué problemas vienen justo después en esa lista de preocupaciones? Lo lógico: el acceso a la vivienda, la epidemia (normal que así sea) y la situación laboral y el paro.
Con otros 19 problemas más acuciantes delante, en vigésima posición, preocupando a un 1,6 % de los barceloneses, está el "problema del encaje de Cataluña en España", que será un encaje de bolillos, porque, viendo el mapa y las fotografías desde satélite, parece que Cataluña encaja la mar de bien. La paradoja es que algo que apenas supone una preocupación para una o dos de cada 100 personas nos esté jodiendo el país. Sigamos.
Otra cifra a sopesar es que los ciudadanos consideran desde siempre que la gestión de su Ayuntamiento es mediocre. La valoración se ha mantenido en los últimos veinte años alrededor del 6 sobre 10. Dos de cada tres barceloneses cree que paga demasiados impuestos municipales por lo que reciben a cambio, pero esa cifra era más alta hace cinco, diez o veinte años. Nos vamos acostumbrando.
En resumen, uno de cada tres barceloneses harían las maletas ahora mismo si les tocase la Primitiva y se largarían de aquí, pero ¿a dónde? La encuesta no lo aclara.