La turismofobia fue una de las características que definió durante mucho tiempo a algunos partidos del consistorio barcelonés, y hoy, aunque no sea posible mantener esa postura, su posicionamiento todavía se ve reflejado en ciertas afirmaciones o conductas frente a todo aquello que tiene que ver con el turismo directa o indirectamente.

Lo hemos visto estos días en demasiadas ocasiones al hablar de la ampliación del aeropuerto, con argumentaciones que mezclan debates que nada tienen que ver unos con otros pero que sirve a algunos para cargar contra el turismo que se atreven a tildar de low cost. Para ello, ponen el foco únicamente en el tipo de compañías con las que vuelan nuestros visitantes, y obviando todo lo positivo que se deriva de que nuestro aeropuerto sea el que más conexiones tiene con el resto de Europa, muy por encima de aeropuertos como Heathrow.

Hoy parece que hay un consenso generalizado en entender que el turismo no solo es necesario, sino que será clave para que la ciudad se reactive. A día de hoy, el turismo es más necesario que nunca, y alzar la voz contra él ahora mismo es imposible hasta para aquellos que históricamente lo han acusado de prácticamente todos los males de la ciudad. En la capital catalana hemos vivido una fuerte turismofobia que acabó contando en su momento con cierto aparente respaldo institucional, que generó una fuerte y noiciva desconfianza en el sector.

Es cierto que el turismo juega un papel demasiado importante para la economía barcelonesa, y que urge repensar nuestro modelo económico, pero no por ello debemos abominar del turismo. Debemos repensar nuestro modelo económico, eso si. Y debemos repensar el modelo turístico de la ciudad. Repensar las cosas debería ser algo relativamente habitual. De hecho, es algo que debemos hacer con cierta frecuencia para buscar la forma en que el turismo siga siendo una fuente de riqueza sin tener un efecto distorsionador para quienes vivimos en la ciudad. Ese proceso no solo es sano, es necesario. Ahora bien, debe hacerse lejos de los prejuicios.

Es absurdo negar los beneficios del turismo para la ciudad. Tenemos la suerte de contar con todos los elementos necesarios para convertirnos en referente mundial en materia de gestión turística, y vivimos a día de hoy el momento propicio para relanzar un modelo turístico de calidad y comprometido con la ciudad.

Los turistas empiezan a llegar, los hoteles vuelven a abrir y los restaurantes y comercios vuelven a ver a los visitantes con el optimismo propio de quien siente que todo empieza de nuevo a rodar. Se recibe a los visitantes con una sonrisa en la cara, y precisamente es en esa percepción en la que tocará trabajar durante los próximos meses. En mantener esa percepción positiva que tenemos hoy sobre quienes deciden venir a visitarnos.

Tenemos una oportunidad perfecta para mejorar la calidad de nuestra oferta, y eso pasa sin duda por reforzar nuestra apuesta por la cultura. Pero pasa por reforzarla en serio. No sirve para nada proclamar una y otra vez que queremos atraer turismo cultural y a la vez no hacer nada para conseguirlo y dinamitar las oportunidades que se ponen sobre la mesa para reforzar dicha oferta. Si no mejoramos nuestra oferta, ya podemos ir diciendo adiós a aquello del turismo cultural. No podemos pretender atraer ese tipo de turismo si nosotros mismos nos negamos a mejorar la oferta de la ciudad. Oferta, por cierto, que Madrid está gestionando y capitalizando mejor que nosotros y con la que deberíamos poder competir.

Este planteamiento no es únicamente positivo por el hecho de atraer a otro tipo de turistas, sino que es sobre todo positivo para quienes vivimos en la ciudad, puesto que implica poner sobre la mesa los verdaderos intereses de los residentes de Barcelona. Los primeros beneficiados del incremento de oferta cultural somos nosotros. Y, después, sobre esa oferta debe montarse una estrategia que seduzca a los visitantes. No al revés. Tener una ciudad atractiva para los barceloneses facilitará también tener una ciudad todavía más atractiva para los turistas que, en efecto, no quieren pasear por decorados sin alma, sino que quieren vibrar con la ciudad que hacemos entre todos y todas.

Es importante no solo que no olvidemos las bondades del turismo, sino que además seamos capaces de repensar entre todos el tipo de turismo que queremos. Solo de este modo conseguiremos que quienes han dejado de criminalizar al turismo no encuentren la oportunidad de volver a hacerlo.

De nosotros depende el tipo de turismo que llegue a nuestra ciudad, y de nosotros depende que no vuelvan a aflorar actitudes ni discursos como los que hemos escuchado durante demasiado tiempo.