Hace tan solo un día que falleció Oriol Bohigas, sin duda la figura más relevante en el campo de la arquitectura y el urbanismo de Barcelona de los últimos 50 años. A algunos les podrá parecer exagerada la comparación con Ildefons Cerdà. Sin embargo, atendiendo al tamaño y situación estratégica de sus planificaciones urbanas, podemos ver a vista de pájaro que Oriol ha sido el responsable de una transformación mayor y sobre todo más rápida, gracias a su empuje y determinación, en tan solo 30 años.
A Oriol lo añoramos desde hace mucho tiempo. De algún modo, cambió la percepción del profesional de la arquitectura, que pasó del elitismo a la responsabilidad social. Probablemente, o seguro, su hijo Josep Bohigas estará de acuerdo conmigo en que su padre fue el primero de los arquitectos de “capçalera” que tanto promulga. Iniciativa loable que trata de recuperar esa percepción de los arquitectos y de su función social, en tiempos distintos donde nuestra profesión está siendo tan denostada.
Añorar a Bohigas es desear poder haber sido él: estar al frente del urbanismo de Barcelona, desde posiciones distintas como la gestión municipal pero también proyectando grandes piezas estratégicas como su “última” gran obra, el museo Disseny Hub, en Glòries. Pero sobre todo el que fuera capaz de mantener la confianza y el respeto de la clase política a lo largo de su dilatada carrera profesional.
Hubo un tiempo en esta ciudad en que los arquitectos mandaban, y visto en perspectiva, analizando el basto legado de Oriol -planes y obras, espacios públicos, Vila Olímpica, viviendas y escuelas..-, la verdad es que no nos fue nada mal. Si Barcelona tuvo un modelo fue porque tuvo un Bohigas, evidentemente acompañado de excelentes profesionales y de muy excelentes alcaldes socialistas.
Para ir acabando, sería muy inocente creer que la figura de Bohigas no trascendió a la disciplina arquitectónica y urbanística. Su buen hacer técnico y político convirtió la arquitectura en cultura de nuestra ciudad. Y ése es sin duda uno de sus principales legados. Más allá del enorme valor disciplinar y gestor, autor de proyectos de referencia como sus escuelas y viviendas, su manera de hacer y mandar, han convertido en cultura popular barcelonesa la arquitectura y el urbanismo. Y no me refiero solamente a sus plazas duras.
Muchas de la exigencias que todos los barceloneses tenemos con nuestro espacio público y la calidad de las arquitecturas tienen que ver con lo mal acostumbrados que estuvimos durante los años 90 gracias a su trabajo dentro y fuera de los despachos, y a saberse rodear de excelentes profesionales, hoy referentes a nivel internacional, que aportaron con sus proyectos una altísima calidad de vida a la que no queremos renunciar.
Oriol, encara t’enyorarem una mica més. DEP
Un enorme abrazo a Josep y Beth, y al resto de familiares y amigos.