Seamos justos: los manifestantes que cortan la Meridiana cumplen con las medidas anticovid desde hace mucho tiempo. Son tan pocos que, para cortar esa principal avenida, superan con creces la mínima distancia de seguridad entre manifestante y manifestante. Tanto es así que podrían circular los vehículos entre ellos con sitio de sobras, algo que agradeceríamos todos, pero el consejero de Interior y la Guardia Urbana prefieren que eso no ocurra.

Lo dicho para tan escasa tropa sirve para la mayor parte del público. La gente cumple con la parte que le toca de las medidas de prevención contra la epidemia. Me atrevería a decir, sin riesgo a equivocarme, que la gente es mucho más sensata que tantos como nos gobiernan. Y tanto es así que la impresión general es que, mirando hacia arriba, no vemos a nadie al volante.

En 2019, la sanidad pública estaba hecha unos zorros y la atención primaria, bajo mínimos. Durante diez años, de manera irracional y compulsiva, la Generalitat recortó lo que pudo del sistema sanitario. Se cerraron plantas de hospitales, se perdieron miles de puestos de trabajo y los contratos temporales en fraude de ley de médicos, auxiliares o enfermeras estaban al orden del día. Las listas de espera de las pruebas diagnósticas o de las operaciones quirúrgicas eran insoportables. La pandemia se echó encima de un sistema al borde del colapso.

Dos años después, sabemos que los centros de asistencia primaria son básicos para controlar la epidemia y hemos visto que la sanidad pública es una inversión rentable, no un gasto. Pero el sistema sanitario ha colapsado; nadie ha hecho los deberes. Está como está porque quien tenía que arreglar todo esto ha tenido miedo, ha dado sobradas muestras de ineptitud y ha hecho como los avestruces, ha escondido su cabeza bajo tierra.

Otro tanto sucede en las escuelas. Se ha demostrado que ratios más pequeñas de alumnos por profesor dificultan el contagio del virus; además, mejoran el rendimiento escolar de los niños y mejoran la experiencia escolar. ¿Qué han hecho nuestros líderes patrios? Ya pueden imaginárselo: ¡han vuelto a aumentar las ratios de alumnos por profesor!

Eso sí, cuando toca discriminar a un niño porque la escuela en catalán y tal y cual, Pascual, no dudan en poner un profesor más en la clase, para que la criatura quede señalada por no ser afín al régimen. Que hay dinero para tonterías, pero no para lo importante. Nunca hemos visto semejante refuerzo cuando realmente se necesita, ni muchos menos en la escuela concertada, que huye de los problemas, los pobres y los inmigrantes como de la peste. Eso sí, pone la mano para recibir el parné público sin rubor alguno.

El límite de aforo y una buena ventilación de los locales públicos son también medidas elementales. Pero ¿qué hemos hecho para ayudar a sus propietarios? Cuántas familias arruinadas. Qué difícil pedir una ayuda. Qué poca imaginación la del Ayuntamiento, la Generalitat o el Estado para afrontar el caso.

Mientras tanto, el gobierno municipal ha aprovechado la pandemia para pintar las calzadas de colorines e imponer una gestión del tránsito mediante hechos consumados, improvisando sobre la marcha. Pero ¿qué ha hecho para mejorar el transporte público y aumentar la frecuencia de metro y autobús? Nada. Seguiremos viajando apretujados en el metro o en el autobús, tanto o más que antes, con pandemia o sin ella. Genial.

Por último, no quisiera despedirme sin señalar la poca atención que pone la administración pública a la hora de poner a los «vacunidiotas» en su sitio. Los «vacunidiotas» son esos imbéciles que se niegan a ser vacunados. Sus ideas no merecen ningún respeto y creo que ya es hora de decir en voz alta lo que son: antisociales y peligrosos. Es fácil comprender por qué prohibimos conducir a un borracho, porque cuando sale a la carretera pone en riesgo la vida de los demás. Pues eso mismo hace un «vacunidiota», contribuye a que puedan morir otras personas, yo entre ellas. ¿Qué diferencia existe entre conducir borracho o negarse a ser vacunado? Ninguna. Las autoridades tendrían que ponerse las pilas en este asunto, ya, antes de que se salga de madre.

Pero todo esto ya lo sabían, no sé ni por qué se lo cuento. Por desfogarme, quizá. Perdónenme, pues, y déjenme desearles unas felices fiestas antes de cerrar este artículo.