Cada nuevo año que pasa podemos comprobar que nuestra ciudad está mejor posicionada en el podio de las capitales más festivaleras de Europa. Si practicamos un escáner a vuelo de pájaro (o de dron), cinco son las ciudades europeas que acogen grandes festivales de música en la actualidad. El Sziget Festivalm, en Hungría, conocido como “la isla de la música” o “la isla de la libertad”, se celebra en la isla húngara de Obudai, bastante cerquita de Budapest. Y ya atesora casi 30 años de historia. El Tomorrowland, en Bélgica, es una locura total. Situado en la localidad belga de Boom, congrega a más de 400.000 personas cada año, gente joven (y no tanto) que se rifan los quince escenarios de esta mega movida. Otra macro realidad musical es el Festival de Glastonbury, en el Reino Unido, que es el festival más grande del mundo, con más de 180.000 personas cada día. También conviene destacar el Øya Festival, en Noruega, cuatro días de música non stop que seducen a más de 60.000 personas.

Y en ese ranking de cinco, Barcelona destaca con su Sónar, convertido en una realidad internacional, en una franquicia global. Lo cierto es que, en la capital catalana, la oferta y la variedad estilística a nivel musical casi tiende a infinito: pop, rock, jazz, electrónica, música de raíz, clásica, contemporánea, urbana…

Pero vamos por partes, ¡como decía aquél!

Muy destacable es el caso del Festival Folk Internacional Tradicionàrius, que este año celebra su 35ª edición. Música tradicional y folk, con muchas raíces. Cuando hablamos del Barna Sants, nos referimos a un centenar de conciertos protagonizados por representantes de la canción de autor, de los más veteranos a las nuevas voces. Creo que todos hemos asistido, al menos alguna vez en la vida, al Guitar BCN. Con la feliz excusa de rendirle un tributo a uno de los instrumentos más nobles de todos los tiempos, la guitarra, este certamen convoca a muchos de los más grandes del panorama mundial, europeo y nacional.

Y otro de los verdaderamente referenciales y referenciados es sin duda el Festival Mil·lenni, una gran fiesta abierta a muchas sensibilidades y expresiones artísticas. Quizás uno de los certámenes musicales más desconocidos de Barcelona, es el Festival Singular, que persigue un noble objetivo: reactivar pequeñas y medianas salas de la ciudad.

Eso sí, uno de los más clásicos, que este año celebra ya sus 53 ediciones (¡casi nada!), es el Barcelona Jazz Festival. Improvisaciones, solos y complicidades de escenario en estado puro.

Uno de los festivales que muchos esperan con más ganas, porque despierta, año tras año, grandes expectativas, es el Primavera Sound. Este 2022 llega con polémica incluida y con tensiones más o menos públicas entre la organización del certamen y el consistorio municipal. Desfilaran más de 400 artistas en once días. ¡Récord de récords!

Y para cerrar este itinerario festivalero por la Barcelona de ahora mismo, no podemos olvidarnos del Festival Cruïlla, que en su duodécima edición volverá a demostrarnos, más que nunca, esa vocación que tiene de “cruïlla”, es decir, de cruce de caminos, estilos y culturas.

Sabemos que los grandes, los super ventas de ahora mismo, C. Tangana, Joan Manuel Serrat o Malú, ya están anunciando a bombo y platillo sus macroconciertos y giras a lo largo de este 2022. Pero la maldita pandemia sobrevuela nuestras cabezas y deseos, como pájaro de mal agüero. Lo cierto es que algunos expertos ya van filtrando por ahí que la variante ómicron amenaza el regreso de esos mega acontecimientos multitudinarios.

Sabemos a ciencia cierta, nunca mejor dicho, que estos últimos dos años, la música en directo ha sido uno de los sectores más afectados por la pandemia. Tan solo un dato realmente brutal: el sector cultural a nivel europeo ha llegado a perder en tan solo un año (2020) acerca de un 31% de su actividad.

De todo eso se deriva que los conciertos de música popular en España en 2020 han sufrido una reducción de asistencia de casi el 80%, y que la recaudación de ingresos ha bajado hasta un 73,3%.

Vamos a cruzar los dedos, a tocar madera y a confiar en que esta vez sí que sí. Necesitamos música, más música… ¡Bendita música!