El miércoles de la pasada semana la alcaldesa no tuvo un buen día. Inauguró los contenedores de 20 metros cuadrados, lo que ella llama alternativa habitacional, y una vecina se le encaró. No lo encajó bien la primera edil porque la vecina no se arredró y plantó cara. Para redondear el mal día el juez aceptó la querella que habían presentado contra ella, por subvenciones a entidades. TV3, sin embargo, le puso alfombra roja para que, cual plañidera, fuera a decir que la atacan por tierra, mar y aire, con lo buena que es tras ser imputada por corrupción por un juez de Barcelona. Solo le faltó, y no sería la primera vez, que hubiera soltado una lagrimita.
En el plató, Ada Colau se despachó a gusto. Se quejó de no conocer a quienes le habían puesto la querella. ¡Vaya por dios! Los barceloneses tampoco sabemos porque da pasta por doquier a entidades que están en su órbita como el Observatorio DESC, centro de entrenamiento de muchos de los dirigentes de los comunes, Ingenieros sin Fronteras, el coto particular de Eloi Badia, o la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, la entidad que presidió la propia Colau. Como justificación los comunes dijeron que se les entregaron subvenciones porque son organizaciones “de derechos humanos que luchan para evitar miles de desahucios y cortes de suministro de agua y luz a familias vulnerables”. Una excusa que si la cuestión no fuera tan grave sería como para partirse de risa, porque otras entidades con los mismos objetivos no tienen un trato tan favorable.
No tiene mucho sentido financiar proyectos en La Toglla en Perú, Inhambane en Mozambique o en Maputo con dinero municipal. No creo que estos proyectos eviten desahucios ni cortes de suministro de agua y luz a familias vulnerables, que por otra parte, los servicios básicos están garantizados por las empresas energéticas en colaboración con los servicios sociales, ni tengan mucho que ver con los barceloneses. Lo digo para informar a la alcaldesa que parece que lo desconoce. Además, no sería mejor destinar recursos a vivienda y no a contenedores ni a financiar entidades que tienen un activismo y una finalidad más que evidente como es dar apoyo a la alcaldesa y a los comunes, su partido.
No soy nadie para dictaminar, eso lo hará el juez, pero ejercer de plañidera en TV3 para defenderse deja mucho que desear. Solo le faltó decir: “Nos atacan porque somos el pueblo”. De hecho, a la entidad que ya denunció estos hechos y la fiscalía archivó --Abogados con la Constitución-- desde el consistorio se les tachó de extrema derecha. Y los denunciantes actuales fueron presentados como una entidad malévola que persigue oscuros objetivos. Ahora el juez, seguramente en la mente de Colau, estará conchabado con la Asociación para la Transparencia y la Calidad Democrática para aceptar la demanda y citarla a declarar. No es exactamente como lo vende Colau. El juez la cita porque debe ver, indiciariamente, está claro, delitos y quiere saber. Por eso la cita como imputada. Colau no debe estar acostumbrada a esto de la transparencia porque si no, no trocearía contratos a mansalva para evitar los concursos. Fijénse que esto de trocear contratos para evitar concursos es un modus operandi habitual. Que se lo pregunten a la presidenta del Parlament, Laura Borràs, por ejemplo.
Colau tiene todo el derecho a defenderse, pero su defensa debe sustentarse en demostrar que las acusaciones son falsas, que los contratos se ajustan a derecho, que las entidades son merecedoras de las subvenciones y que el Ayuntamiento ha actuado con honestidad, y no lanzando cortinas de humo poniendo en cuestión a los denunciantes que o son de extrema derecha o tienen oscuros intereses, en el argot de los comunes que repiten como si fuera un mantra. La alcaldesa deberá acudir al juez, aunque no dimita a pesar de su código ético, y explicarse. Dice que no se quedó ni un euro y no dudo que es verdad, pero la corrupción no solo es coger el dinero y correr. Corrupción también es financiar a entidades con objetivos que poco tienen que ver con la vida municipal. Algo que la señora Colau en su etapa como activista ejercía como acusadora. La tuvo que soportar Trias, también Joan Saura y el propio Jordi Hereu. Entonces, esa forma de actuar era “lo más”. Ahora los que la denuncian son los malos de solemnidad. Una forma muy pobre de hacer política.