Barcelona es una ciudad viva, ajetreada, mediterránea, activa, muy activa. Una ciudad en la que la gente disfruta del espacio público en los parques, en las calles, en las playas, en las plazas, en los bares y restaurantes, en sus terrazas... ¿Pero se garantiza el derecho al descanso de los vecinos y vecinas de Barcelona? La respuesta es clara: no.
Hay quien dice que es necesario estar dispuestos a soportar algunas cosas como el ruido cuando se vive en una ciudad como la nuestra. No estoy para nada de acuerdo. Convivir con 1,6 millones de personas no debe estar necesariamente reñido con el derecho a descansar. Y no debe ser así porque esto va en detrimento de otro derecho fundamental: el derecho a la salud.
Según la Agencia de Salud Pública de Barcelona “existe evidencia científica de que la exposición crónica al ruido ambiental tiene efectos importantes sobre la salud y la calidad de vida de las personas. El ruido ambiental afecta al bienestar emocional, psicológico y social, y también causa trastornos del sueño, enfermedades cardiovasculares y muerte por causa cardiovascular, trastornos metabólicos en adultos y problemas del desarrollo cognitivo en niños”. Y según el informe Ruido ambiental y Salud en la ciudad de Barcelona, elaborado por esta misma agencia, “en base al mapa de ruido de la ciudad, se constata que el 57% de la población está expuesta durante todo el día a niveles de ruido de tráfico iguales o superiores a los que la OMS considera negativos para la salud (53 dB) y un 27% de la población lo está a niveles muy por encima de ese umbral de 65 dB o más”.
Barcelona vive en un constante barullo de día y también sufre el ruido del trasiego nocturno, lo que impide descansar a demasiadas personas. La cuestión es ¿qué hace el gobierno municipal para garantizar el descanso de los vecinos y vecinas? Y la respuesta es poca cosa. No se garantiza el correcto funcionamiento de los establecimientos regulados ni tampoco se abordan como deberían los problemas de convivencia por un mal uso del espacio público hasta altas horas de la noche, con concentraciones de personas bebiendo y escuchando música en plazas y calles.
Últimamente se está hablando mucho de la calle de Enric Granados, donde hay un centenar de establecimientos de restauración con terrazas que cierran a las 12 de la noche entre semana y a la 1 de la madrugada las vísperas de festivo. Un hecho que alarga el ruido hasta las 2 o las 3 porque no todos los establecimientos respetan las normas. Además, la última consumición se produce en la misma calle con vasos de plástico. No es el único caso porque las plazas de Gràcia llevan muchos años sufriendo este mismo problema.
Desde ERC insistimos en que es necesario poner orden a todos estos problemas. En la última comisión de Ecología y Urbanismo propusimos regular los usos para adelantar horarios de cierre. Creemos que la regulación de las zonas acústicas de regulación especial permite hacerlo. Ampliar estas zonas y avanzar una hora el cierre de las terrazas permitiría a los vecinos y vecinas afectadas descansar, al menos, esa hora más al día.
Pero también es necesario redoblar esfuerzos en la inspección porque desgraciadamente no todos los establecimientos cumplen las normas y, al mismo tiempo, incrementar los dispositivos preventivos para evitar las concentraciones de personas bebiendo en la calle hasta altas horas de la noche. Tuvimos la grata sorpresa de que todos los grupos apoyaron las propuestas. Ahora es necesario que el gobierno municipal cumpla en el plazo de dos meses y que, una vez presente el paquete de medidas, todos los grupos municipales seamos capaces de mantener la unanimidad para resolver, al menos en parte, este problema.
Otra problemática es la de los macrobotellones. Sabemos que no se trata de un fenómeno nuevo, pero sí creciente y que los vecinos y vecinas de Poblenou están sufriendo especialmente en las últimas semanas. Consumir y escuchar música en la calle es más barato que hacerlo en un bar musical o discoteca, pero afecta directamente a la salud de las personas que lo sufren. Y aquí tampoco vale ser conformista ni aceptar que esta realidad ha venido para quedarse. Evidentemente es necesario contar con la complicidad y la corresponsabilidad de las empresas del ocio nocturno, de la misma manera que el asociacionismo juvenil y los equipamientos municipales pueden jugar un papel clave para conseguir hacer compatibles el ocio y el descanso vecinal.
Vivir en una ciudad no debe significar resignarse a convivir con estos problemas. En Barcelona hay molta fressa i poca endreça. Es el momento de ordenar y para ello es necesario ajustar la regulación y poner los recursos necesarios. Barcelona y su gente lo agradecerán.