Cuando la política municipal se instala en un marco permanente de contrastes de brocha gorda, deja de tener sentido. Una cosa es considerar que la alcaldía no podía caer en manos de ERC, que en campaña afirmó que pretendía convertir Barcelona en “punta de lanza del independentismo”, y otra muy distinta es ser incapaz de llegar a acuerdos con nadie durante toda la legislatura y estar orgulloso de ello. Y es que, la esencia propia de la política (más aún cuando hablamos de política municipal) es ni más ni menos que la capacidad para llegar a acuerdos con quien piensa diferente.

No suelo permitirme demasiadas alusiones directas en artículos de opinión, pero leer el pasado viernes en este mismo medio un artículo de la líder de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Barcelona diciendo orgullosa que "somos el único grupo de todo el Ayuntamiento que en todo el mandato no hemos apoyado ni las ordenanzas ni los presupuestos, y por tanto, la única alternativa creíble y garantía del fin del colauismo", me produce cierto desazón. En primer lugar, por ver cómo todavía hay quienes siguen instalados en aquello del no sistemático, simplemente por no comulgar con una serie de ideas de base. Incidir en los presupuestos implica negociar y llegar a acuerdos. Presumir de cerrarse en banda no parece la opción más inteligente si uno quiere condicionar, desde la oposición, las políticas de la ciudad. Es cierto que apoyar a cambio de nada tampoco parece sensato del todo, pero en eso que cada palo que aguante su vela.

Otro elemento que me entristece es ver cómo se trata sistemáticamente de simplificar el debate. El debate no puede ser en ningún caso "Colau sí o Colau no". No tiene ningún sentido. Evidentemente, uno puede estar de acuerdo o en desacuerdo con las políticas de la alcaldesa, pero… habrá que exponer los motivos, ¿no? No vale con decir “yo tengo un modelo de ciudad mejor”. Modelo que ni se ha explicado ni nadie conoce. No basta con coleccionar adjetivos positivos. La gente quiere más cambios reales en su día a día y menos proclamas grandilocuentes.

En otro orden de cosas, pero relacionado con afirmaciones que he leído esta misma semana, lo de hablar de “colauismo” me parece todavía más delirante. Esa simplificación, como si todo acabase orbitando alrededor de un gran líder como si nada más existiese, es una soberana memez. No es posible reducirlo todo tanto. La realidad es más amplia y más compleja, y simplificarla tanto me parece tratarnos de idiotas. Además, ya suena antiguo. Colauismo, Sanchismo, Zapaterismo, Felipismo...

Echo de menos que volvamos otra vez a la senda del sentido común. Basta de hacer trampas dialécticas constantemente. Basta de aquello de “tenemos lo que nos merecemos”. Quizá lo que no nos merecemos son políticos incapaces de hacer su trabajo, que es llegar a acuerdos. La política es el arte de lo posible. Y los números son los que son, y en base a ellos toca jugar cuatro años. Basta de decir aquello de “la gente no vota bien”. Lo he oído demasiadas veces, y normalmente siempre en boca de aquellos que nunca han gobernado (y probablemente nunca gobernarán). La gente vota de maravilla. Vota lo que le da la gana. Y la responsabilidad de los políticos es la de jugar con las cartas que les han tocado. No vale decir “como no tengo las cartas que quiero me siento en un rincón y me quejo toda la partida”

¿De qué sirve un partido que se aísla? De nada. Lo que sirve son partidos que tratan de implementar desde donde puedan sus propuestas de ciudad. Quienes tienen la suerte de hacerlo desde la parte mayoritaria del gobierno consiguen implementar 'X', quienes lo hacen desde la parte minoritaria consiguen implementar 'X-Y', y quienes hacen una buena oposición consiguen acuerdos puntuales en los que tratan de dejar su marca en la acción municipal. Quienes no consiguen nada son quienes son incapaces de llegar a acuerdos. Eso la ciudadanía eso lo entiende perfectamente. La diferencia entre ser útil y no serlo se entiende sin necesidad de tener que explicarlo mucho. Por eso no acabo de comprender la obsesión de algunos por dibujar alguna extraña contradicción en el PSC cuando, lo único que hace, es tratar de implementar su programa electoral y cumplir su acuerdo de gobierno.

Las coaliciones han venido para quedarse, así que estaría bien que empezáramos a entenderlo todos para evitarnos diatribas estériles y debates sin sentido. El objetivo siempre debe ser incidir para conseguir cambios que beneficien a la sociedad. Si se llega a gobernar, mejor que mejor. Y si no, a hacer buena oposición, que para eso se cobra. No para tratar de hacer relato todos los días. Eso lo hacen mejor los periodistas.