El coche particular del concejal del PP, Josep Bou, ha ardido y el afectado desconfía de la versión oficial de los mossos y urbanos que lo atribuyen a un avería. Inmediatamente, Colau lo ha aprovechado para acusar a Bou de “lanzar graves insinuaciones” y le ha exigido que rectifique y pida disculpas. Además, le catequiza: “un cargo público no debería generar falsas alarmas ni difundir noticias falsas”. Precisamente ella, que vive con la mentira permanente en las sienes y en su lengua viperina. La que tiene un aparato de prensa y propaganda que crea y lanza noticias falsas contra los medios de comunicación no adictos al régimen adatalibán. Ella, que tanto apela a la Rosa de Fuego anarquista que incendió la ciudad en 1909. La que propaga odio contra coches y motos y criminaliza a los conductores. La que permite que un cargo municipal de su partido se ría de los muertos en accidentes de moto. La que simpatiza con los marranos de Arran que se ríen de la quema del coche de Bou. La que no ha condenado los daños a más de veinte vehículos estacionados en Nou Barris causados por dos sujetos detenidos que rayaban los coches y tiraban las motos al suelo. La que miente desde que hacía campanas en la academia privada que pagaban sus padres.
El cinismo y la desvergüenza de Colau superan a la arrogancia y el autoritarismo que le atribuye el presidente del Foment. No rectifica ni un error, aunque expertos en islas verdes como Salvador Rueda le hunden sus superillas, sus pasillos verdes y los estragos económicos y medioambientales que causarían si las elecciones no lo impiden. Mientras, la alcaldesa tampoco condena que radicales anónimos lancen un cóctel molotov contra coches de empresas de seguridad y de alarmas anti-okupas a pesar de que los Mossos alertan de los sabotajes vinculados al Sindicat de Llogaters. Una plataforma que comenzó con buenas intenciones y cada vez es más violento y más dado a métodos mafiosos a causa de los infiltrados antisistema, anarquistas, okupas, perro-flautas, lumpen y gente de malvivir.
No es casualidad ni una suma de coincidencias que la ofensiva de estos matones coincida con la de amenazas de los okupas conflictivos que operan en las cercanías del Camp Nou. Según denuncian los vecinos, son gente violenta, alguno va provisto de armas de fuego, se dedican al tráfico de drogas y a provocar peleas y altercados con los aficionados cuando juega el Barça. E igual ocurre con los okupas del Poble Sec, del Raval y del Guinardó, donde hay una oleada de ocupaciones de más de veinte locales y fincas que los vecinos temen que los incendien. Ninguno de estos casos ha condenado ni condenará la alcaldesa, que fue okupa, apoya a sus compadres y ha logrado que Barcelona sea la ciudad con más ocupaciones de España, con 2.600 casos y muy por delante de Madrid, que suma cerca de setecientos.
Conscientes de que el mandato de Colau llega a su fin, estas brigadas de delincuentes han iniciado una escalada de violencia que recuerda a la de las barricadas y cócteles molotov vividas en plaza Urquinaona cuando el encarcelamiento del rapero pijo Pablo Hasel. Son los comandos de choque de la comunada que colaboran en la política de la Barcelona arrasada que va dejando Colau antes de que la defenestren los votos democráticos.