Ada Colau ya es candidata. Ernest Maragall también. La primera se vistió con sus mejores galas para asegurarnos a todos que se volvía a presentar, casi obligada parecía, por la presión de las bases de los comunes que la querían a ella y no a ningún otro, aunque ya se le había pasado el arroz de presentarse con dos legislaturas a cuestas. Pelillos a la mar y al zurrón el código ético. El segundo ganó de forma eficiente al voto en blanco en las primarias republicanas. No se esperaba que tuviera contrincante, pero también se vistió de lagarterana para celebrar su victoria y presentar su candidatura aunque no sepamos ni un ápice qué piensa de Barcelona y qué ofrece para Barcelona. Solo que se llama Maragall, pero el hábito no hace al monje.

Colau empezó con mal pie su campaña. El primer día de su nueva semana de “alcaldable” una manifestación puso manga por hombro el tráfico, una vez más, en el túnel de las Glorias. Aunque el Ayuntamiento que preside dice que todo funciona bien, lo cierto es que las Glorias son las horcas caudinas para aquellos trabajadores que osan venir en coche a Barcelona a desempeñar sus funciones. Y si encima hay una manifestación, el caos, la polución y los nervios de los conductores son la moneda de cambio. Había manifestación y el consistorio decidió echar las culpas a los manifestantes pero sin aportar ninguna solución a los atrapados en el caos circulatorio. ¡Olé gestión!

Más serio es el suicidio de un ciudadano cuando vio que iba a ser desahuciado. No por fondos buitres, ni por bancos, ni por propietarios sin escrúpulos, sino por el ayuntamiento que se define como protector de los desvalidos, los herederos de la PAH. La concejal de vivienda, lejos de entonar un mea culpa, culpó al desahuciado y ni siquiera pidió perdón. Los sindicatos de la vivienda cargaron contra Colau con una frase que pasará a la historia de la ciudad “son asesinatos, no suicidios”. La alcaldesa, como siempre, hizo mutis por el foro. No le interesaba para su campaña y desapareció. No acudió a platós, ni hizo declaraciones. Las victorias tienen muchos padres, una madre en este caso, las derrotas son huérfanas. ¡Olé gestión!

Tercer acto. Eloi Badia, el regidor que acumula más fracasos en el consistorio y no ha sido cesado, y Janet Sanz han sido imputados por presunto delito ecológico, en un remake del cazador cazado. Los líderes de la lucha contra el coche, la contaminación o las empresas --que son malas, malísimas-- han sido imputados porque Tersa contamina y “no se han movido de su discurso” pese a realizar “prácticas fuera de ley”, como afirman los denunciantes de la plataforma ciudadana Airenet. Seguramente, en breve, el consistorio intentará poner el foco en los denunciantes que, seguro, insisto, estarán al servicio de oscuros intereses o de “sospechosas” multinacionales, porque denuncian malas prácticas. Sin embargo, no es así. Son ciudadanos hartos de las mentiras y como dice su abogado de “gestión mafiosa”. Por redundancia, ¡olé gestión! Otro sí: Badía sigue en su puesto.

Cuarto acto. Beso de Colau y Ayuso a la entrada del Primavera Sound. Críticas de los organizadores por el “maltrato” del consistorio y los problemas de siempre. Volvió a resurgir la Barcelona antipática. No hay sitio para “malditos”.  Ayuso siguiendo las enseñanzas de los carteristas le birlará a Colau el festival. Luego nos quejaremos. ¡Olé gestión!

Con estos mimbres empieza la larga campaña electoral. Haciendo aguas, mientras que la alcaldesa quiere reducir el turismo, los cruceros y poner en la picota a miles de barceloneses que esperan como agua de mayo la recuperación de este sector para compensar las pérdidas que les ha generado la pandemia y ahora la guerra.  A Colau esto le importa un colín. Aspira a una Barcelona que sea como un pueblo, aunque algo más grande, y aspira a empobrecerla y empequeñecerla, según ella, para hacerla más habitable.

El problema es que pocos podrán habitarla si se quieren ganarse la vida. Otros, que pasan por momentos difíciles verán como su protector se convertirá en verdugo en el desahucio que siempre ha criticado --¡Ay que momentos aquellos de activismo militante!--; los más seguirán siendo víctimas del negacionismo del coche mientras el transporte público seguirá sin mejorar en frecuencias y en convoyes o vehículos y continuará sin parkings disuasorios, que cuando los hay son irrisorios por insuficientes; y otros más verán como aquella empresa de energía verde que nos prometieron a bombo y platillo ni tiene la luz más barata, ni es verde, sino que es una tapadera de mala gestión contaminante. Con todo esto, la candidata Colau no existe, y el líder mesiánico de ERC tampoco. Ellos solo están en campaña ¡Vaya semanita!