Tras mostrarse enfadada y desolada por la masacre de Marruecos, Ada Colau se desmelenó y se puso a bailar en el festival La Orgullosa del día del orgullo elegetebei. Dice uno de los refranes que a continuación leerán: “el que quiera baile, que pague músico”. Pero la alcaldesa bailó y el músico lo pagó el contribuyente. Como “por dinero canta el ciego y baila el perro”, Ada se sumó al bailongo para ganar votos, sueldo, complementos, dietas y prebendas. Y como “vieja que baila, mucho polvo levanta”, las redes han levantado una polvareda de imágenes y opiniones que han puesto a la alcaldesa en el centro de la fiesta, que es lo que más le place. Así se cumplió el dicho: “alaba al ignorante y hazle bailar, si no es tonto, tonto le harás terminar”, que es lo que hizo el drag queen Samantha Hudson al pedir el voto para Colau.
Samantha Hudson (Iván González Ranedo, nacido en León), escribió el 2015: “Odio a las mujeres que son víctimas de violación y que recurren a centros de autoayuda para superar su trauma, putas pesadas”, y una serie de frases de juzgado de guardia en las que vejaba hasta a niñas de doce años. Sin embargo, nadie de su mundillo la denunció por delitos de odio, ni la tan feminista Colau se pronunció sobre el asunto y ahora baila con él. Es más, el Ministerio de Igualdad de la señora de Pablo Iglesias lo ha premiado con el Reconocimiento Arcoíris Orgullo de País, por su “esfuerzo y dedicación de hacer normal lo que es normal”. Por todo esto, “no se puede bailar en todas la bodas”, aconseja la sabiduría popular, aunque Colau se apunte a todas y así le van las cosas en lo que a presuntos delitos y violaciones legales, éticas y estéticas se refiere. Pero “baile bien o baile mal, el caso es bailar”, y más aún “al son que le toquen” los jefes de sus coros y danzas allá por Madrid. “Bien gobernar y no mucho bailar”, ordena el pueblo llano, y ella lo ha tergiversado, le ha dado la vuelta y les ha aplicado aquello de “tras cornudo y apaleado, mándale bailar”.
Ramplona imitadora del alcalde Joan Clos cuando zapateó sambas ataviado con una camiseta amarilla que le venía estrecha, Ada ya hizo el ridículo en una visita oficial de Yolanda Díaz a Barcelona cuando se puso a patear La bicicleta de Shakira. La vicepresidenta cool puso cara de avergonzada y se apartó de la danzarina que parecía pisar uvas. Ahora, se aleja de Colau y de Oltra para no ensuciar su proyecto político. Perdida toda legitimidad que pudiera aportarle su tronado carisma, la alcaldesa pretende monopolizar y apropiarse de la causa elegetebei como si fuese suya y todas las personas de estos colectivos la votasen. Sabe que no es ni será así, pero mientras procura “que no le quiten lo bailado”. El resultado es que a Barcelona “le tocó bailar con la más fea y el baile más largo”, y “bailar con la más fea, es cosa de paciencia”. Aunque toda paciencia tenga un límite y toda farsa y mojiganga un final.