Son vomitivos los audios del comisario del Cuerpo Nacional de Policía, coordinador de la Operación Cataluña, José Manuel Villarejo, contándole al magistrado Fernando Andreu, entonces titular del Juzgado central de Instrucción número 4 de la Audiencia Nacional, cómo habían “vendido la burra de Trias”; es decir, la falsa cuenta que el entonces alcalde de Barcelona, Xavier Trias, supuestamente tenía en Suiza, a los periodistas de El Mundo.

El rotativo lo publicó con el mayor cuerpo de letra que pudo en portada. Por inventar que no quede, hasta el número de la cuenta del alcalde se habían sacado de la manga. La conversación tuvo lugar mientras el policía y el juez almorzaban con el empresario Adrián de la Joya, el presidente del periódico La Razón, Mauricio Casals, y el comisario Jose Luis Olivera, director del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado. Por cierto, la complicidad de miembros de todos los poderes del estado y su engaño vil no han producido efecto visible alguno en nuestras instituciones. Como si nada, asumimos las grabaciones como algo sabido y descontado contra todo lo que de lejos o de cerca tenga que ver con el mundo independentista. Desgastar, arruinarles la vida política. Se trata de eso.

Rápido y veloz, Trias consiguió en aquel entonces de 2014 que la banca suiza certificara que no tenía ninguna cuenta alguna en UBS, Union de Banques Suisses, y que no sabían nada de esos casi 13 millones de euros, que El Mundo le imputaba como supuestos cobros de comisiones. Pero el mal ya estaba hecho y el alcalde perdió las siguientes elecciones municipales ante Ada Colau, quien aprovechó la ocasión para tildarlo de corrupto todas las veces que pudo. No se sabe que posteriormente la alcadesa pidiera disculpas.

Que en Suiza dijeran que era mentira lo publicado por alguna prensa española, a la que tuvieron que referirse todos los medios, no neutralizó suficientemente el efecto en la ciudadanía. Calumnia, que algo queda, dice el refrán. Pero ahora, oír entre risas el compadreo de jueces, policías, políticos y periodistas remueve y repugna.

Aprovechando que en Junts andan huérfanos de candidato o candidata tras la dimisión de Elsa Artadi por motivos personales, el nuevo Trias se ha crecido. Asegura que le piden en la calle que vuelva a encabezar la lista de su partido, y es él quien se planta y demanda a Junts que sean más fuertes, que estén más unidos y que le apoyen decididamente. No hay que tener mucha memoria para recordar cómo en su primera campaña para conseguir la alcaldía de Barcelona, aquella CiU no estaba mucho por la labor de conseguir el ayuntamiento barcelonés, fijada su mirada en el lado opuesto de la Plaça Sant Jaume. Hace bien Trias de darse tiempo para hacer crecer el run-run antes de tomar la decisión. En septiembre ha anunciado que tomará la determinación final, mientras suenan otros nombres como el actual conseller de Salut, Josep Maria Argimon, para acompañarle en la lista.

Que Trias se presente ahora para ser alcalde de Barcelona tras el juego sucio de miembros de todos los estamentos del estado lo cambia todo. Se puede ver como un acto de justicia reparadora. Por un lado, aquel que creyó que estaba ante un ladrón, puede acabar votándole, como si simbólicamente le pidiera perdón. Y, en el eje independentista/unionista, con la posición moderada de Xavier Trias se pueden identificar muchas personas. Cuando le oigo decir, que de lo que se trata ahora es de ser lo menos dependientes posibles de Madrid, sonrío. En esa moderada posición, Xavier Trías aglutina.