Mucho se hablaba de las estructuras de Estado para Cataluña en los años previos al 1-O de 2017. El nacionalismo catalán mimó organismos y entidades para levantar un posible estado, a partir de la retórica más que de los hechos, pero lo cierto es que la Generalitat ha logrado un poder más que notable, que se evidenció cuando el Gobierno central descubrió que apenas tenía resortes en Cataluña para hacer frente, desde el territorio catalán, al independentismo. La cuestión es que ese independentismo ha señalado, en distintas ocasiones, que se debía reaccionar ante la decisión de los gobiernos centrales, fuera cual fuera su color, de hacer de Madrid la razón de ser de sus auténticas operaciones de estado.
Madrid, la gran capital, que tiene una Comunidad Autonóma que ya trabaja para esa gran urbe global, es el gran proyecto de España, viene a decir ese independentismo, e, incluso, algunos analistas no independentistas. Con todos los matices necesarios, lo cierto es que la capital de España es hoy un gran abanderado del país en muchos ámbitos y aspira a ser el gran nodo entre la Unión Europea y América Latina. Ante eso, ¿qué debe hacer Barcelona y la Generalitat de Cataluña, no para contrapesar el peso de Madrid, sino como un proyecto en positivo con la aspiración de ser una gran referencia en el mundo?
Es ahí donde surge la necesidad de un cambio de paradigma, ahora que se acercan las elecciones municipales. Es Barcelona, o debería ser, el gran objetivo, el gran destino de todos los esfuerzos de la Generalitat. El proyecto de Cataluña, es, en realidad, el de Barcelona y toda su área metropolitana. La Catalunya-ciudad que ideara Gabriel Alomar es más posible que nunca y, de hecho, es el único camino que se puede recorrer. Con un área metropolitana bien comunicada, con una gobernanza mejor coordinada, con recursos y con políticas bien diseñadas –desde la construcción de vivienda pública hasta una movilidad racional, con grandes parkings en las estaciones de tren—el impulso de Barcelona-Catalunya sería enorme. ¿Dónde quedaría el territorio? El resto de Catalunya se podría ver beneficiado, porque podría acoger más población con todo lo que ello conlleva.
Es Barcelona lo que se identifica con lo catalán en el mundo, y solo la ciudad podrá generar una mayor riqueza para el conjunto del territorio de Catalunya. La marca Barcelona, sin embargo, se debería entender de forma amplia, generosa, como apunta el economista Miquel Puig en su libro La ciutat insatisfeta, y como comenta en esta conversación con Metrópoli. Se trata de la ciudad de Barcelona y toda su área metropolitana, hasta los dos Vallès, el Occidental y el Oriental. Una gran mancha urbana que precisa de mayores servicios, de una movilidad sostenible y rápida, y de una planificación que no hay manera de que se imponga en Cataluña, como ha apuntado el director del Institut Cerdà, Carles Cabrera, en el conjunto de directrices que han elaborado los impulsores de Pro BCN 2023.
Por eso lo que está en juego el 28 de mayo es mucho más que la elección de un alcalde. Debería ser la oportunidad para analizar y discutir qué futuro debe tener todo el territorio catalán, pensando que Barcelona es la gran marca que se debe defender a toda costa. No se trata de un nuevo centralismo, sino de aprovechar lo que se tiene, de invertir en lo que puede dar resultado y de resituar los distintos esfuerzos que se realizan, que, en muchas ocasiones, son contradictorios e ineficaces.
El gran alcalde de toda esa trama urbana debería ser, en realidad, el presidente de la Generalitat, trabajando codo a codo con los alcaldes metropolitanos.
¿Es una ilusión? Hoy sí, pero es el proyecto real que tiene Cataluña. Como la Comunidad de Madrid lo tiene respecto a la ciudad de Madrid. Y como lo ha tenido, hasta ahora, lo que se conoce como ‘Estado’, en relación a esa gran capital europea.