No hubo males mayores en la Bonanova. El conseller Elena y el concejal Batlle hicieron su trabajo, y bien. Los objetivos políticos se cumplieron. Los extremos de derecha e izquierda consiguieron romper el inicio de campaña y centrar su mensaje sobre un tema complejo, la vivienda, que no tiene una solución fácil. Pero, ellos la encontraron. Vox se puso machito y amenazó con asaltar las casas okupadas aclamando al responsable de la empresa Desokupa, que también ganó con una acción de marketing inigualable. La CUP, que se erigió en excelso partido antisistema y sus cachorros culminaron su acción “revolucionaria”, of course, destrozando todo lo que pillaron a su paso. En El Kubo y La Ruïna los okupas, ninguno en situación vulnerable, cantaron victoria y emitieron vídeos, como mínimo, inquietantes. Los perdedores: los vecinos. Todos miraban con atención lo que sucedía bajo los ojos mediáticos que todo lo inundaban y que fueron aprovechados por Vox y CUP para apuntalar su inicio de campaña.
La cosa seguirá así porque los juzgados seguirán a su ritmo. Seguirá así y seguro que veremos algún episodio más hasta el 28-M. Esperemos que el juez acelere el ritmo, porque lo que sucede en la Bonanova no es un problema de vivienda, es una cuestión política que explota las contradicciones del problema de la vivienda. Que existe, no lo olvidemos. Cuadrar la necesidad de vivienda social a precio asequible y la defensa de la propiedad privada requiere de actuaciones públicas. En estos días de campaña se han agitado las propuestas y las promesas, veremos si se convierten en soluciones. Mientras, los extremos hacen su agosto.
Ciertamente, la campaña se rompió en el inicio, pero es mucho suponer que Vox y CUP consigan sus objetivos. Primero, la CUP lee la situación como en 2015 durante el conflicto de Can Vies. Hoy este escenario es bien diferente porque la complicidad con este movimiento ha decaído porque ya no están de moda. Dejaron de estarlo en 2019. Segundo, Vox repite miméticamente sus acciones provocadoras, pero el eco en Catalunya no es el mismo que en otras zonas de España.
Con la encuesta del CIS todavía caliente, con Tezanos erigido como el gurú de Sumar dando un aire que no tiene a Ada Colau, los partidos afrontaron el inicio de campaña. El muy independiente de Junts, Xavier Trías, acompañado con los que supuestamente no pintan nada en su proyecto: Carles Puigdemont, Laura Borràs y Jordi Turull. Ciertamente, Trías disimula muy bien que no pintan nada. El candidato está perdiendo fuelle en estos días precisamente porque ha perdido su imagen de transversalidad, lo que está siendo recibido con alegría en el PP que empieza a notar como vuelven a casa sectores conservadores que vieron, en su momento, a Trías como la oportunidad de echar a Colau. Ya no. La presencia de Puigdemont y Borràs es un ruido que puede resultar ensordecedor al final de la campaña. Sirera ha adoptado por un perfil moderado, sin estridencias. Un ejemplo es la ausencia de los populares en el circo de la Bonanova.
El inicio de campaña de ERC se asemejaba más a un sepelio. Las encuestas pintan mal, en Barcelona y más allá, y a pesar de los esfuerzos de Esther Capella, número tres de la candidatura, por animar el cotarro ante la cúpula del partido era difícil zafarse de la sensación de que el castigo electoral tendrá consecuencias. Maragall, es mucho Maragall, y pensar que ante el desastre se irá a su casa es mucho desear. Preocupa más en ERC el 29 de mayo que la propia campaña. ¿Cómo gestionar el día después? Esa es la pregunta.
Colau y Collboni, según el CIS, están en plena pugna. Según el resto de encuestas, Collboni tiene una ligera ventaja. Colau se define como la única opción de izquierdas, aunque dudo mucho que sepa la candidata qué es ser de izquierdas. Necesita tener un buen resultado para ser un revulsivo en las generales al lado de Yolanda Díaz. Perder no es una opción. Quiere ganar en Barcelona en su propio beneficio. La ciudad es otra cosa. Sabe que no lo tiene fácil porque entre los indecisos tiene poco que pescar. Los movimientos de la CUP le pueden hacer un siete. Collboni lo tiene claro. O es alcalde o se va a la oposición. Es el que lo tiene mejor porque es el que tiene más teclas a tocar sobre posibles pactos electorales porque es referente en la izquierda y entre los sectores moderados no genera rechazo porque no se mueve en las aguas sectarias que caracterizan a Colau. El resto de partidos vagan en su desierto particular. Ciudadanos, Valents y otras opciones tienen vías de agua y sus exiguos partidarios abandonan el barco día a día.
La campaña ha empezado. El 28-M sabremos quién ha ganado pero no sabremos quién tendrá el bastón de mando hasta el 13 de junio. Todo se decide por un puñado de votos, pero a día de hoy, a Jaume Collboni se le está poniendo cara de alcalde y los temas espinosos siguen ahí. Como en la Bonanova.