Creo que Barcelona y su área metropolitana deberían ser gestionadas en su conjunto, y no por más de dos docenas de municipios que van a su aire cada uno de ellos. Sin un gobierno metropolitano de verdad, no mejoraremos nunca el transporte, la vivienda, la gestión de los residuos y un largo etcétera de problemas que pueden imaginar o suponer. Pero una Gran Barcelona es tabú desde que Pujol ordenó tajantemente que tal cosa no fuera posible. Quienes mandan en Cataluña han de ser unos y no otros, y en ésas seguimos. ¡Cuarenta años desperdiciados!

Aunque existe una autoridad metropolitana del transporte, la ausencia de un poder efectivo de la Gran Barcelona se nota por su ausencia. Un objetivo prioritario de todas las
instituciones debería ser una red de transporte público que cubra todo el territorio. Puestos a pedir, que además fuera rápida, barata y eficiente. Con una herramienta así, podrían
ahorrarse muchos kilómetros de automóvil por persona y año. Pero sufrimos una lucha institucional feroz por ver quién lleva el timón. Vamos todos en el mismo barco, pero a ver quién maneja nuestra barca, que a la deriva nos llevan. Mientras discuten sobre el sexo de los ángeles, aquí no rema nadie. Pongamos un ejemplo.

Madrid y Barcelona comparten el agravio de un mal servicio de los trenes de cercanías. Un agravio que responde a problemas reales magnificados por un aparato de propaganda con mala idea. No es nuevo. ¿Recuerda al català emprenyat? Ya echaba las culpas a Madrid. Ahí seguimos. En Madrid se han sumado al carro. La señora Ayuso también echa las culpas… a Madrid. En ambos casos, Madrid es el Gobierno de España, que ejerce de muñeco del pim, pam, pum. Que parte de culpa tiene, pero no toda.

No discutiré cuestiones técnicas sobre inversiones e infraestructuras, pero sí mencionaré que en septiembre ya se habían contabilizado más de mil actos vandálicos contra la red de cercanías en Cataluña. Cuatro de cada cinco, en el área de influencia de Barcelona. Mil, oigan. No está nada mal. Robo de materiales, sabotajes, actos de violencia en los trenes, colocación de obstáculos en las vías férreas… Un no parar.

RENFE publicó hace un par de semanas una estadística sobre el vandalismo en la red ferroviaria española. Atención: la mitad de los actos vandálicos contra el ferrocarril se producían en Cataluña. La mitad, se dice pronto. Y la mitad de los retrasos o interrupciones de las líneas de cercanías son causados directamente por actos vandálicos. Ahora mismo, los trenes de cercanías que pasan por Barcelona tienen una puntualidad estimada del 92,5%, una cifra comparable a la de muchas ciudades alemanas. Si pudiéramos evitar esos actos vandálicos, podríamos hablar de una puntualidad superior al 96%, que sería excelente.

Ahora pregúntense a quién compete la seguridad de las instalaciones ferroviarias y por qué el Departamento de Interior de la Generalitat de Catalunya evita este asunto en público y no dice ni mu cuando le preguntan qué medidas ha puesto en marcha para evitarlo. Como ya sabemos, la culpa siempre es de Madrid, toda.

El ejemplo de la red de cercanías es uno más de esos ejemplos que nos muestra lo difícil que será poner de acuerdo a un gobierno estatal y otro autonómico para dejar que una Gran Barcelona planifique y coordine lo que resulte mejor para los ciudadanos, en cualquier ámbito. Si entonces nos ponemos a hablar de presupuestos, ni les cuento. En fin, el asunto de la red de cercanías va para largo y no se atisban mejoras, pero dentro de nada ya podremos subir de nuevo al tren con un patinete eléctrico. ¡Suerte que nos quedan los patinetes!

Bueno, suerte… Hoy, los patinetes sufren más accidentes que las bicicletas, según un informe que acaba de publicar el RACC. Dos de cada tres accidentes han sido un choque y uno de cada cinco, un atropello. Por suerte, sólo un 0,8% de los accidentes de patinete acaban con una víctima mortal. Pero, claro, un 46% de los conductores de patinete admiten saltarse los semáforos en rojo, un 42% reconoce que conduce en contradirección o entre los peatones por tomar un atajo y uno de cada diez truca sus vehículos para poder correr más. Eso sí, un 60% de los conductores de patinete denuncian la falta de civismo en la movilidad urbana, porque la culpa siempre es de Madrid. Perdón, de los demás.