Se va. Y dice que tendrá toda la libertad del mundo para decir lo que quiera. Sólo faltaría que a su edad no pudiera hacerlo. De hecho, Ernest Maragall no ha tenido nunca muchas cortapisas. Se lamenta de que su partido de toda la vida, el PSC, lo sancionara, y que, en realidad, fuera quien le ‘invitara’ a probar otras vías políticas, la que le llevaría a Esquerra Republicana, antes de crear su propia fuerza política, de izquierdas y soberanista. Maragall se lo ganó a pulso, en todo caso. Se podrá discrepar de cómo actúan los partidos, de la disciplina interna, de cómo se elaboran las listas, pero el caso es que Maragall se unió al soberanismo en 2012, votando en el Parlament junto a las fuerzas independentistas, ante la perplejidad del PSC.
Lo hizo en julio de 2012, al apostar por una Agencia Tributaria propia que gestionara todos los impuestos. CiU buscaba aliados, y el PSC se inclinaba por la abstención. Maragall fue por libre. Lo volvió a repetir en septiembre del mismo año, al votar a favor de una resolución para convocar una consulta de autodeterminación, para que los catalanes pudieran determinar “libre y democráticamente su futuro colectivo”.
Antes, en 2010, Maragall, como consejero de Educación, bajo la presidencia de José Montilla –los dos estaban en el mismo partido—se permitía el lujo de decir que el tripartito–entre PSC, ERC, e ICV—era un “artefacto político inestable”. Recordemos: “artefacto”, el mismo que le había permitido ser consejero. La frase fue explotada por CiU con toda la crudeza posible.
En realidad, Ernest Maragall ya no quería saber nada del PSC, porque había optado por una vía independentista. Él y otros miembros de la llamada corriente ‘catalanista’ abandonaron el PSC, con el argumento de que el partido había cambiado y había orillado sus propios principios. Eso dejó una duda muy grande entre el electorado socialista. ¿Había sido siempre soberanista y sus votantes no se habían dado cuenta?
La cuestión es que en aquellos momentos quien informaba sobre la posible sanción a Ernest Maragall era… Jaume Collboni, portavoz del PSC. Hoy es alcalde de Barcelona, y se mantiene en el mismo partido. Maragall se va, deja la política, pero se mantendrá como militante y dirigente de referencia de los republicanos, que lloraron de alegría cuando pudieron incorporar el apellido Maragall en sus listas. Era todo un honor, y un mensaje a la sociedad: Esquerra podía ocupar la centralidad y gobernar desde las instituciones. La alcaldía de Barcelona estuvo muy próxima, en 2019. Maragall ganó las elecciones, pero ERC no contó con la experiencia del PSC, que llegó a un acuerdo con Manuel Valls para que éste votara a Ada Colau y se pudiera formar un gobierno municipal entre los comunes y el PSC.
Esa misma experiencia de poder –se podrá criticar, pero todo partido aspira a gobernar para poder aplicar sus políticas—ha llevado a Jaume Collboni a la alcaldía, con un acuerdo con el PP y los comunes, dejando en la estacada a Xavier Trias, que había llegado a un acuerdo previo con…Ernest Maragall.
Al margen de su valía, de su enorme conocimiento de la maquinaria del Ayuntamiento de Barcelona, de haber colaborado de forma estrecha con su hermano Pasqual Maragall, --con muchos aciertos y algunos errores—Ernest deja ahora un partido dividido en Barcelona. No es culpa suya. La propia dinámica interna de ERC ha llevado a una división entre los partidarios de la dirección nacional, de Oriol Junqueras, que tienen claro que la autonomía local se debe someter a los intereses globales del partido, y los que señalan que en Barcelona hay que obrar de forma mucho más autónoma. Los primeros están encabezados por Eva Baró, --concejal del partido-- que se impuso en las elecciones internas en la federación de Barcelona frente a la candidatura de Patrícia Gomà, secretaria general de Educació de la Generalitat.
El paso adelante de Elisenda Alamany, que procede del movimiento de los comunes, como nueva líder del grupo municipal de ERC, es circunstancial. Los republicanos deberán establecer ahora una nueva estrategia municipal, y ver cómo se puede colaborar con el PSC, sin que prevalezca la cuestión personal entre Ernest Maragall y Jaume Collboni.
Esquerra valorará ahora esa posible colaboración, de la misma forma que sabe que en el Parlament el papel del PSC será determinante. Los republicanos saben que o lo hacen ellos o lo hará Junts per Catalunya, consciente también de que el PSC ya no puede ser la diana de todas las flechas soberanistas.
Maragall, en todo caso, es consciente de que se ha acabado un largo ciclo. La aventura soberanista ha acabado en una amnistía impulsada por los socialistas. El alcalde de Barcelona es el socialista Collboni. Y él se va, dando pie a una vía distinta, en la que los republicanos ya miran a los socialistas con otros ojos.