Tiempos para la confusión, para marear la perdiz con cuestiones que preocupan a la ciudadanía, y que, por eso mismo, exigirían una enorme responsabilidad. Lo más fácil es lo que señala Vox en Barcelona, que utiliza datos que, en gran parte, son ciertos. Hay que ser más duros con la inmigración, señala el concejal de Vox, Gonzalo de Oro Pulido, como señaló en una entrevista en Metrópoli. A la policía hay que darle “galones” y la plena confianza para que actúe con contundencia. Decir eso implica señalar que antes no se ha hecho, que los gobiernos locales no se han esforzado en los últimos años. En esa tesitura parece inclinarse Junts per Catalunya, que aspira a gobernar con el PSC en el Ayuntamiento de Barcelona, y que cree que hay un enorme espacio en la capital catalana y en el resto del territorio catalán que se ha dejado huérfano.

Hay datos que pueden llevar a la alarma. En Metrópoli se ha señalado que los delincuentes argelinos han llegado a atemorizar a la comunidad marroquí, en Ciutat Vella. Y los incidentes que se producen, sea en el centro de la ciudad u en otros distritos, al margen del número, son cada vez más graves, con la utilización de armas blancas. Nadie lo discute. O, en todo caso, no se debería discutir. Existe un problema con la delincuencia que no parece que se haya resuelto, pese a los cambios legales, como la mayor presión sobre los multirreincidentes. Pero otra cosa es el discurso sobre la inmigración.

Junts juega con ello. No para solventar nada, sino para enredar. Lo mismo que hace Vox. Porque las soluciones son siempre complejas. Y la inmigración es y será necesaria, tanto en Barcelona como en Catalunya y en el resto de España. De lo que se trata, en realidad, es de levantar una bandera nueva para que los electores propios la sigan y perciban que se desea hacer algo –aunque sólo se trate de un discurso retórico.

En el grupo municipal de JxCat ese discurso gusta, porque se entiende, se esté más o menos convencido, que conecta con un público que lo está pidiendo. El discurso sobre un supuesto exceso de ayudas públicas a determinados colectivos ha comenzado a hacer mella. El partido de Carles Puigdemont no es el mismo partido que desearía Xavier Trias, aunque se trata de una evolución, de una declinación casi natural de lo que fue Convergència. Visto el fracaso del proceso independentista, ahora toca poner el acento en la inmigración, y en la necesidad de asumir plenas competencias para ordenarla y, de hecho, para combatirla.

Es una derecha del siglo XXI, con aspectos claramente populistas. Es una derecha que sabe que ahora conviene esa cuestión para seguir alimentando a una clientela insatisfecha. ¿Puede esa derecha formar parte del gobierno de Barcelona con el PSC, un partido que dice sostener un discurso muy distinto? ¿O estamos, en realidad, ante una confluencia de intereses, donde lo que prima es el eje seguridad-inseguridad?

A esas preguntas debe contestar el alcalde Jaume Collboni en las próximas semanas y meses. Collboni ha insistido, desde que fue elegido alcalde, que su intención es hablar con todos los grupos municipales, menos con Vox. Pero en la cuestión de la inmigración, en el orden y en el combate duro contra la delincuencia, asociando las dos cosas, JxCat y Vox no están muy distanciados. Igual lo que puede suceder es que los nuevos tiempos conllevan asociaciones de ese tipo.