La propuesta de ampliación del aeropuerto, mediante la creación de una pista sobre el mar, ha recibido todo tipo de críticas desde su presentación: obra faraónica, sin sentido, con falta de rigor… Y nada más lejos de la realidad.
La propuesta de la pista en el mar surge después de un análisis de las posibilidades de ampliación o mejora del aeropuerto de Barcelona.
Su crecimiento al noroeste es imposible debido a que es colindante con la población de El Prat y con el Parque Agrario. Y su ampliación al noreste o sudoeste choca con las áreas protegidas por la Unión Europea de La Ricarda y El Remolar, respectivamente.
Aena, al igual que Foment del Treball, apuesta por la ampliación del aeropuerto invadiendo parte de La Ricarda. Técnicamente, esta ampliación choca, o puede chocar, con los intereses legítimos del Port de Barcelona, quien ya mostró por escrito su preocupación debido a posibles restricciones en el uso de las grúas de descarga de los buques portacontenedores que ya atracan en la Moll Sud del Port de Barcelona, y con las grúas aún más grandes previstas para poder acoger a los barcos de mayor tonelaje que se espera recalen en el puerto.
Por otro lado, esta ampliación invasiva con las zonas protegidas de La Ricarda, y tal vez con el Remolar, cuenta con un amplio rechazo social debido precisamente a su impacto medioambiental. Rechazo, por otro lado, apoyado por un espectro político nada desdeñable. ¿Se puede hacer esta ampliación? Técnicamente sí, si se consigue compaginar con las necesidades del Port de Barcelona. ¿Se conseguiría en un corto plazo? No. Sin duda, no, debido a los impedimentos medioambientales, legales y sociales con a los que se debe enfrentar. Ninguno de ellos menor.
Por eso, la opción de la pista en al mar surge como la tercera alternativa. Ubicada a un kilómetro de la costa, con una mínima afección sobre el oleaje, debido a la diferencia de escala entre el diámetro de los pilotes y la longitud de onda de las olas, ubicada sobre un fondo de fangos y arenas con cierto nivel de contaminación y en ausencia de fanerógamas y especies que habiten la zona. Además, es una solución compatible con las medidas que antes o después habrá que aplicar sobre unas playas de El Prat que están en franco retroceso y que si no se actúa pronto generarán el retroceso de las playas de Gavà y Castelldefels: sólo es cuestión de tiempo.
Cierto que en el equipo que promueve la alternativa de la pista en el mar no hay ingenieros aeronáuticos. Pero no es menos cierto que sí se ha contactado con varios ingenieros aeronáuticos, los cuales siempre aportan la misma solución: mejora de la gestión aeroportuaria y es objetivamente la mejor. No hay duda ninguna. Otra cosa es que sea factible. Mejor y factible no siempre van de la mano, ni siempre son compatibles.
La actual pista de 3.500 metros del aeropuerto de Barcelona se construyó con el objetivo de permitir vuelos intercontinentales con carga plena en sus bodegas. Lamentablemente, del proyecto final se eliminó parte del documento de impacto ambiental realizado por el CEDEX. En particular, aquellos folios que hacían referencia al impacto sonoro sobre las poblaciones colindantes, tal como se demostró y afeó en los juicios posteriores. Así, tras 11 años de pleitos y una demanda penal la nueva pista de 3.500 metros no se utiliza para vuelos intercontinentales. La presión de los vecinos consiguió una importante victoria en los tribunales que seguro conseguirían de nuevo en caso de retomarse los vuelos sobre sus viviendas.
Por lo tanto, la solución clásica de los ingenieros aeronáuticos de mejorar la gestión del aeropuerto mediante el uso de la pista actual de 3.500 metros, aun teniendo todo su sentido técnico, se ha demostrado que no es válida. Una demostración patente, día a día, viendo el uso que de ella hace actualmente el aeropuerto de Barcelona. Y el error de esta solución fue, y sigue siendo, no contemplar todas las condiciones de contorno implicadas en su ampliación: no asumir los efectos sobre una población que cuando el tiempo acompaña, y cada vez acompaña más, quiere estar en su casa con las ventanas abiertas. Insonorizar las viviendas no es la solución.
Por todo ello, si realmente se quiere dar solución al problema de la conexión intercontinental de El Prat la única opción viable es mirar al mar. La historia de Barcelona siempre ha estado ligada al mar y es hora de escribir un nuevo capítulo de esta historia de amor entre el mar y la Ciudad Condal que, sin duda, además de resolver un problema de infraestructuras, volverá a poner a la ciudad en su lugar de ciudad vanguardista que últimamente ha ido perdiendo.