Tras haberse cargado, parapetada tras Jessica Albiach, los presupuestos de la Generalitat, forzando un adelanto electoral, ahora Ada Colau va a por Jaume Collboni, cuyos presupuestos municipales no piensa aprobar a no ser que éste se comprometa a montar un tripartitio PSC- ERC- Barcelona en Comú. Tras hacerle la puñeta a Aragonès, cuyo, digamos, gobierno ya se aguantaba con pinzas, ahora es el turno del alcalde de Barcelona, el mismo al que echó a patadas hace unos años de la administración municipal por haber apoyado, él o su partido, da igual, la aplicación del 155. Nuestra Ada quiere pillar cacho a cualquier precio y el que venga atrás, que arree. De momento, se ha cargado unos presupuestos catalanes que podrían haber contribuido a mejorar ligeramente las cosas para algunos sectores de la población, a la que tanto se supone que quiere. Collboni, por su parte, no quiere saber nada de ella y eso le obligará a someterse a una cuestión de confianza que vamos a ver cómo se resuelve. Pero, francamente, no le faltan motivos para guardar una prudente distancia con Ada y su alegre pandilla, a los que, por cierto, la justicia no ha dejado de buscarles las cosquillas.
Han resurgido las sospechas judiciales sobre las subvenciones que Ada repartía alegremente entre asociaciones en las que ella misma había trabajado o colocado a personajes afectos a su particular manera de ver el mundo. Sus tres más conspicuos secuaces, Jaume Asens, Gerardo Pisarello (enviados a Madrid por aquello de socializar el sufrimiento) y el metepatas profesional de Eloi Badia, especialista en cabrear a todo el mundo todo el rato, se enfrentan a una investigación por el modo en que trataron a un grupo empresarial que pretendía levantar un complejo deportivo al que no pararon de poner pegas hasta que se arruinó (dicen desde esa empresa que cuentan con dieciocho nuevos testigos que pueden demostrar el boicot implacable del Trío Calaveras a su proyecto: veremos cómo acaba la cosa).
Sostiene Ada Colau que ha rechazado ofertas de Yolanda Díaz para cargos de postín en Madrid o en Europa, pero no sé si podemos creerla. De ser así, dada su ambición, ¿para que agarrarse a su ciudad y empeñarse en volver en condición de lo que sea al ayuntamiento que tan sectaria y chapuceramente dirigió durante (demasiados) años? Esa obsesión por volver a la administración municipal, aunque sea en condición de segundona, resulta un tanto sospechosa, ¿no creen? Y da la impresión de que Ada, convertida en el doctor No de la película de James Bond, se ha propuesto reconquistar su lugar en la sociedad a base de no dejar en paz a nadie hasta que le echen algo, sin tener en cuenta las necesidades del ciudadano, que es algo que no suena excesivamente progresista, me parece a mí.
No negaré que quepa la posibilidad de que Ada crea sinceramente, que la ciudad la necesita y que las cosas van muy mal con Collboni, pero no atisbo en ella tanta buena fe, tanta ingenuidad, tanta inocencia y tanta capacidad de sacrificio. Lo que veo es a una mujer rabiosa porque la han desalojado de su feudo y se muere por volver a él. Asens y Pisarello siguen incordiando en Madrid. De Badia no sabemos gran cosa desde hace un tiempo. Como si le hubieran arrebatado su juguete favorito, Colau está instalada en el berrinche hasta que se lo devuelvan. En su momento, se agarró a las víctimas de las hipotecas bancarias porque algo había que hacer para figurar y darse a conocer (aunque tuviera que disfrazarse de la abeja Maya). Ahora se engancha cual lapa a un ayuntamiento del que fue eliminada, mientras parece haber puesto en marcha una venganza contra todos los que le impiden volver a ser quien era. Ya se ha cargado a Aragonès y ahora va a por Collboni, dando muestras de una actitud modelo “Después de mí, el diluvio” que, tarde o temprano, se le acabará volviendo en contra (si antes no la empapelan, a ella y al Trío Calaveras, por sus trapisondas legales).
Lo único bueno de todo esto es que la auténtica Ada Colau, que tanto se preocupaba por el pueblo, se muestra ahora como realmente es: una política profesional, hecha de resiliencia y mala baba, que solo piensa en sí misma.