La propuesta que presentó Aena SA para la ampliación del aeropuerto de Barcelona–El Prat en 2019 fue rechazada. Unos lo interpretaron como una imposición, otros creen que fue retirada y algunos opinan que no se permitió una solución pactada. Nada más lejos de la realidad.

El aeropuerto de Barcelona es una infraestructura de interés general, no se trata de una infraestructura pública o de inversión estatal. Recordemos que Aena es una sociedad con cotización bursátil en la cual el Estado posee una participación del 51%. Su propuesta de ampliación obedece a un plan director, estrictamente técnico y operativo para lograr máximos beneficios. La inversión es de la propia empresa y el dinero invertido no afecta a los presupuestos generales del Estado.

El sector aeronáutico está fuertemente regulado por ley y para el caso que tratamos existen principalmente dos instrumentos legales: El DORA (Documento de Regulación Aeroportuaria) y los Comités de Coordinación Aeroportuaria. El DORA establece las condiciones que obligan al operador aeroportuario a ofrecer un servicio de calidad y con capacidad suficiente para atender la demanda. Es una protección para evitar que, en pro de los beneficios, se impongan tarifas abusivas y garantizar unos servicios mínimos de calidad para el usuario final, el pasajero. Los Comités de Coordinación Aeroportuaria están formados por las autoridades locales y autonómicas para considerar todas las afectaciones al territorio y aceptar o no los planes directores de los aeropuertos en su entorno. En el caso de Barcelona fue donde se decidió detener la propuesta de ampliación por el impacto ambiental.

El plan de Aena, trabajado y elaborado durante años, propone dos acciones. La primera es prolongar la pista 24L/06R, la llamada pista mar; y la segunda es la construcción de una terminal satélite. Ambas son condiciones necesarias para la ampliación. Desde un punto de vista económico y de procesos, exigir o permitir sólo una de las dos no tiene ningún sentido. Para comprenderlo veamos el ejemplo del concepto de cuello de botella en una infraestructura de transporte. Al ampliar una estación de tren hay que considerar dos factores, el espacio de la estación para los pasajeros y el número de vías para los trenes. Tener muchas vías con poco espacio o viceversa nos limitaría igualmente la capacidad. Lo mismo ocurre en los aeropuertos.

El aeropuerto de Barcelona se encuentra al borde de la máxima capacidad operativa (55 millones de pasajeros) por dos razones: la primera, la capacidad de las terminales, al alcanzar el máximo no cabrán más pasajeros en las terminales, ni en la T1 ni en la T2. La segunda, la operativa de vuelos, las restricciones de impacto acústico en las poblaciones colindantes limitan el flujo de despegues y aterrizajes y en consecuencia el número de vuelos.

La solución es alargar la pista del lado mar a una distancia matemáticamente concreta que permita operar todos los despegues desde esa pista y todos los aterrizajes en la otra. Y aquí surge el problema. Alargar la pista mar comporta un impacto medioambiental con la zona húmeda de La Ricarda. La Unión Europea no lo impide, sólo exige que haya acuerdo con el territorio y de momento no hay consenso para la afectación de La Ricarda. El territorio es el que tiene que decidir si las medidas compensatorias propuestas convencen lo suficiente para dar luz verde al proyecto.

Aena sigue con la misma propuesta técnica sobre la mesa, no la han retirado, sus ingenieros y gestores opinan que no existe otra solución que permita una inversión sostenible que funcione. Otras opciones, totalmente diferentes, son muy difíciles de llevar a feliz término ya sea por cuestiones técnicas o por causas de impacto ambiental. La propuesta de Aena puede ser flexible en algunos aspectos (la compensación medioambiental, por ejemplo) pero desgraciadamente en otros no. Por el principio de cuellos de botella ejecutar sólo unas de las partes del plan no tendría sentido, estaríamos con el mismo problema de capacidad después de una inversión innecesaria.

Esperemos que la propuesta se entienda y todas las partes se levanten de la mesa con la sensación de haber ganado.

Ferran Plana

Máster en Gestión de empresas aeronáuticas y aeroportuarias y piloto de transporte de línea aérea