En principio, la muerte, a los 86 años, de Peter Yarrow, miembro del célebre trío de folk norteamericano de los años 60 Peter, Paul & Mary, no parece tener mucho que ver con Barcelona, a no ser que uno lo considere así por hechos sobrevenidos (que igual solo me lo parecen a mí).
A ver si me explico: el señor Yarrow escribió a principios de los años 60 una canción titulada Puff the magic dragon, que fue traducida al catalán en 1967 por el cantautor Xesco Boix (Barcelona, 1946 – Malgrat de Mar, 1984), quien la popularizó notablemente (dentro de sus posibilidades) y la hizo llegar a los oídos de absolutamente todos los críos barceloneses de mi generación, que tardamos lo nuestro en descubrir que Puff el drac màgic no era un producto local.
Al voluntarioso Xesco se le sumaron un año después los del grupo Falsterbo 3 (exacto, donde tocaba el mediático doctor Estivill), que le aplicaron al tema, salvando las distancias, un tratamiento en la línea del que los Byrds aplicaban a Bob Dylan.
En cualquier caso, ambas versiones fueron muy populares y, sobre todo, muy del gusto de los curas con guitarra, una plaga procedente de la clerigalla juvenil que mi generación se comió con patatas y que, bajo su aspecto progresista y renovador, ocultaba a unos pelmazos más peligrosos que los viejos curas malolientes del confesionario de toda la vida (o, por lo menos, así fue en mi colegio, los Escolapios de la calle Diputación).
A todo esto, el pobre Xesco no tuvo un buen final: su carácter depresivo lo condujo al suicidio en 1984. Falsterbo 3 se disolvió, pero todos sabemos lo bien que le ha ido al doctor Estivill con sus terapias para el sueño.
Puff el drac màgic jugó el mismo papel en mi infancia que la versión catalana de Blowin in the wind, de Bob Dylan, o ciertas canciones de Lluís Llach de cuyo nombre no quiero acordarme. A nivel internacional, la cantaron personajes tan dispares como Pete Seeger (el ídolo de Xesco Boix) o Marlene Dietrich (se lo juro: tengo el disco).
A los alumnos de Can Culapi, en general, nos parecía pueril y tirando a blanda, aunque la intención del señor Yarrow no era fabricar un himno para los niños (que diría Gloria Fuertes), sino reflexionar sobre el hecho de hacerse mayor y la necesidad de dejar atrás las penas y alegrías de la infancia (la versión de Peter, Paul & Mary y la de Pete Seeger van más en esa dirección; la de Marlene Dietrich, aunque adorable, es una frikada).
Y hablando de Peter Yarrow, es necesario decir que su imagen de humanista existencialista (como de personaje de la película de Christopher Guest A mighty wind) no es del todo irreprochable. En 1970, el año en que se disolvió el trío, le cayeron de uno a tres años (solo cumplió tres meses) por abusos sexuales a una fan de catorce años, aunque en los escolapios de la calle Diputación no nos enteramos (o el padre prefecto no juzgó adecuado informarnos al respecto).
Que se sepa, es el único borrón moral en su carrera, que siguió adelante tras la disolución del trío gracias a periódicas reunificaciones enfocadas al mercado de la nostalgia (incluso tras la muerte de Mary Travers en 2003).
Ha muerto sin saber que su Puff the magic dragon formó parte de la involuntaria banda sonora de miles de niños catalanes en general y barceloneses en particular, aunque entre su distinguido público nadie sabía muy bien si la canción era suya, de Pete Seeger, de Xesco Boix o de Falsterbo 3 (nadie sabía quién era Marlene Dietrich). En cualquier caso, para mí va unida al cole de curas hasta el fin de los tiempos. Y creo que no soy el único en toda la ciudad.