Llegó la policía a primera hora de la mañana para desalojar la Antiga Massana. No se encontró a nadie. ¿Dónde estaban los okupas? O, según su lenguaje, ¿dónde estaban los representantes de la clase trabajadora?, que según las soflamas okupaban un edificio que era de todos los barceloneses. Okupar, lo que se dice okupar, pues va a ser que no.
Estaban seguramente en recintos más cómodos porque en muchas ocasiones estos centros solo estaban okupados los fines de semana, días muchos más aptos para vivir la libertad y la anarquía. ¡Dónde va a parar!
Estas personas bloqueaban una reforma del barrio de la parte trasera de la Boqueria, de la plaza de la Gardunya y de los históricos jardines Rubió i Lluch, del antiguo hospital de la Santa Creu. Los okupas que se arrogan la representación del barrio y de los trabajadores, pero saben que no son ni una cosa ni otra.
El Ayuntamiento ha hecho lo que tenía que hacer, y los okupas han seguido el manual habitual. Y como dijo el concejal Batlle, el edificio ha sido recuperado.
Planteo esta cuestión porque después de tres años el edificio ha sido recuperado por su propiedad. Otros muchos propietarios no tienen tanta suerte y el proceso es más largo. Entran en su casa y no pueden recuperarla.
En el peor de los casos son humillados, teniendo que asumir los gastos de luz, agua o gas, y tienen que soportar querellas de sus propios vecinos por destrozos que ocasionan los okupas.
Dicen que son vulnerables, porque aquí también siguen el manual, siempre se aprovechan de algún crío o de alguna persona mayor que les hace arrogarse el papel de vulnerable y protegerse con una ley que hace aguas por todas partes y es a todas luces injusta.
La actual legislación es puro cinismo. Esta semana el Gobierno ha aprobado un fondo para compensar a los propietarios a los que sus inquilinos no les paguen el alquiler. No es una mala cosa, sin duda, pero se debería ir más allá y sancionar por fraude a los que alquilan y a los dos meses dejan de pagar.
Estos no son vulnerables. Son otra cosa. El derecho de vivienda no puede convertirse en un abuso. Y los okupas, o inquiokupas, abusan. De hecho, roban una vivienda a un ciudadano, porque la gran mayoría de los afectados son particulares que han sido víctimas de un robo cuando no estaban en su casa.
Y encima, la ley ampara a estos malhechores y sinvergüenzas que hacen un pingüe negocio realquilando habitaciones, en muchas ocasiones a personas vulnerables.
Y luego tenemos okupas como en Can Vies, Antiga Massana y otras muchas que se definían como centros de autoorganización, pero que estaban ocupados en fines mucho más triviales que agolpaban unas cuantas toneladas de desperdicios.
Ciertamente, tenemos un problema de vivienda y la sociedad debe aplicarse en la protección de los colectivos más vulnerables, pero la ley no puede ser una herramienta que ampare a mafias y a desaprensivos que amargan la vida a la gente.
Gente humilde que pierde un piso que se ha ganado con el sudor de su frente. Y estos no son miembros de la dictadura empresarial, como se dice en el argot de aquellos que consideran al propietario algo parecido a Al Capone.
Los gobiernos pasan y el problema se enquista. Si un inquilino no paga que se analice su situación. Si es un vulnerable que el estado se haga cargo del alquiler. S es un jeta a la calle. Así sin paños calientes. Si un okupa entra en una vivienda privada, el juez que pida la escritura del piso. Y si no la tiene y no tiene ningún contrato, que el piso se revierta a su legítimo propietario.
Convertir la vivienda en un reino de mafias y en un calvario para la gente que ven como le roban lo suyo y encima pagan los gastos es una indecencia.
Y luego están los que se arrogan la representación del pueblo, eso sí sin el pueblo. Es el nuevo despotismo ilustrado. Me alegro de que la Antiga Massana vuelva a ser de todos y que el barrio reciba una nueva lavada de cara. Ya está bien de ser condescendientes con el cinismo.