El pasado mes de octubre, el alcalde Collboni y el ministro Bolaños acordaron un plan de choque contra la multirreincidencia delictiva en Barcelona. Sin embargo, los delincuentes comunes de la CUP siguen delinquiendo con toda libertad.

Las medidas prometidas y no cumplidas incluían un refuerzo a las fuerzas de seguridad y una agilización de la actividad judicial. Nada de ello se ha llevado a cabo frente a los malhechores cuperos y sus acciones violentas.

Una de las últimas fechorías de sus matones ha sido acosar, agredir y herir a un miembro de otro partido político. Los partidos de la mayoría parlamentaria decidieron no condenar su canallada.

Por el contrario, una dirigente y otra maleante reincidente de la CUP lo justificaron y aplaudieron. Nadie las ha denunciado por presunto delito de odio ni otras salvajadas como vandalismo contra iglesias y sinagogas, por ejemplo.

Desde 2017, esta banda, mezcolanza de lumpen y pijos, va camino de ascender a organización criminal. Con cientos de actos delictivos, su objetivo es sembrar el caos y atentar contra la convivencia en Barcelona y Cataluña.

El intento de asalto al Parlament y las barricadas e incendios de la plaza Urquinaona fueron sus entrenamientos. Después, atentados contra el turismo, contra medios de comunicación como Crónica Global, contra los desalojos de okupas…

En 2019 hubo un millar de acciones violentas con cupijos de por medio. Muchas, de guerrilla urbana. Causaron cientos de heridos, millones de daños económicos en propiedades públicas y privadas y en la imagen internacional de inseguridad en Barcelona.     

Informes de entidades neutrales señalaron que PSC y ERC fueron los más atacados. Pero no condenan la agresión a un partido minoritario. Entre sus otras víctimas, estudiantes y universidades. Como las bandas de la porra franquistas.

En el cementerio de Sant Andreu profanaron tumbas de soldados y guardias civiles. En este barrio tienen una de sus guaridas. Allí varias militantes se dedicaban al ocio y al fornicio con un policía infiltrado.

De relaciones con los servicios de inteligencia (CNI) sabe bastante aquella lideresa ahora ricamente residente (no exiliada) en Suiza. Y también el jefecillo cupijo de Girona que se chivaba a otra agente de policía en acto de servicio.

Escándalos sobre acosos y abusos sexuales han sido narrados por algunas militantes. Unas por miedo, otras por vergüenza y otras por la mafiosa ley del silencio no han denunciado. Todos los casos los ha tapado la libertad de expresión al estilo cupero.

Cuando de delincuentes reincidentes se habla, hay tendencia a señalar a extranjeros no comunitarios. Pero en las algaradas de la CUP hay activistas italianos, vascongados expertos en kaleborroka y otros activistas europeos.

Sorprende la impunidad con que actúan, las pocas detenciones y menos condenas. Aunque sólo fuesen para realizar trabajos comunitarios de limpieza de calles, bosques, cañizares, playas… Como dicen ser ecologistas, serían felices y útiles.

Todos los que no piensan como ellos (suponiendo que lo suyo sea pensamiento) son fascistas. Por esta razón, hay que recordar y repetir lo que ya advirtió Sir Winston Churchill: “Los próximos fascistas serán los antifascistas”.