La coyuntura mundial y las propias circunstancias de la ciudad marcan buena parte de la agenda de la legislatura de Jaume Collboni. Solo dos de sus predecesores democráticos, Pasqual Maragall y Joan Clos, pudieron abordar grandes proyectos de transformación de Barcelona con las manos -casi- libres, si bien la tarea de Clos consistió en gran medida en redondear el megaproyecto que había puesto en marcha Narcís Serra y que culminó Maragall.

Gracias a la designación de los Juegos Olímpicos de 1992, el segundo consistorio democrático pudo lanzarse a una empresa de las que hacen época y que supuso una nueva Barcelona. El Fórum Universal de las Culturas de 2004 sirvió para que Clos dedicara buena parte de sus dos mandatos a modernizar una de las zonas más deprimidas de la ciudad con la creación del Barcelona 22@ y la ampliación del litoral hacia el norte.

Collboni no dispone de un vehículo comparable a los de Maragall y Clos, sino tres mandatos de urgencia -vivienda (*), turismo y seguridad- y otro de mejora, el de la montaña de Montjuïc. Para cumplir con el último va a aprovechar el centenario de la Exposición Universal de 1929, cuando se urbanizó la montaña.

El alcalde quiere desarrollar una transformación de Barcelona a "escala pequeña" que en el caso del parque pasa por no limitarla a encuentros deportivos y conciertos. Hoy hará su balance anual del estado de la ciudad desde la Fundació Miró, una forma de visualizar su voluntad de trabajar en una “nueva centralidad cultural, deportiva y económica” para Montjuïc.

El propio tamaño de Barcelona, la industrialización de sus muelles y la barrera física que supone la montaña con sus 173 metros de altura explican la histórica separación de la ciudad y el mar. La limpieza y urbanización del litoral norte y la nautificación de los muelles no han acabado con esa realidad de una ciudad que vive de espaldas al mar.

No es descartable que el reaprovechamiento de Montjuïc, la explotación a fondo de sus decenas de jardines, recintos culturales y deportivos -la relación de sus instalaciones es interminable- favorezca el acercamiento de los barceloneses al Mediterráneo, además de actuar como un polo de actividad y ocio.

Sin embargo, puede que un lavado de cara integral de la zona escape de lo que podríamos considerar "escala pequeña". Solo la limpieza, la iluminación y la seguridad de ese extenso solar, que incluye un barrio entero, suponen un esfuerzo enorme sin retorno asegurado ni a medio ni plazo.

Es difícil que dé tiempo antes del 2029, evidentemente, pero un planteamiento serio, un diseño inteligente con los recursos necesarios, podría convertir Montjuïc en el Central Park de Barcelona.

 

(*) [Es curioso, pero durante los mandatos de Joan Clos el boom inmobiliario fue mayor, si cabe, que el que ahora vive Barcelona. Sin embargo, en aquellos años la vivienda no fue la primera preocupación de los ciudadanos ni el Ayuntamiento tuvo el protagonismo de ahora en la difícil resolución del problema.]