Una de las críticas recurrentes contra el alcalde es que el primer regidor es un adicto al glamur, a las reuniones con empresarios o a los contactos con las asociaciones del top ten de la burguesía barcelonesa. Y a los saraos del mundo de la cultura, fotos incluidas.

Estos dardos han sido un continuo desde que Collboni empezó a marcar posición en el Ayuntamiento. Primero en 2015, con cuatro concejales, luego en 2019, con ocho, y después en 2023, cuando se hizo con el bastón de mando. El alcalde ha pasado bastante de estas críticas y no digamos del acoso y derribo de los comunes que un día de estos le acusarán de robar el aire que respira el resto de los barceloneses.

Sabe Collboni que este tipo de críticas solo buscan la erosión personal. Lo sabe porque antes que cocinero fue fraile, en las bambalinas de la Unión General de Trabajadores y también en el PSC.

Y, como buen conocedor, sabe que la única manera de defenderse es con hechos, y no con palabras, al mejor estilo del president Montilla que llegó a la Generalitat con su lema fets y no paraules. El lema no lo inventó el president Montilla, ni siquiera su equipo médico de cabecera. Ya lo inventaron los romanos, como se puede ver en el Ayuntamiento de Cerdanyola del Vallès que luce con orgullo su facta, non verba.

Y en esto se ha puesto el alcalde cuando la pasada semana puso negro sobre blanco su Pla de Barris, que destinará 300 millones de euros a 27 barrios con un impacto en 438.000 personas de siete distritos. Un 26% de los barceloneses, que no es poco.

La iniciativa no es nueva. La puso en marcha en su día Pasqual Maragall en Barcelona, y luego en Catalunya. Tampoco lo es el Pla Endreça, que es un remake de aquel inolvidable Barcelona posa’t guapa. No son ideas nuevas pero sí con intenciones renovadas, “ambiciosas” dijo el alcalde.

El Pla de Barris es una respuesta, en toda regla, del alcalde a las críticas que tratan de segar la hierba a sus pies. Para no preocuparse de los barrios, con este nuevo plan se beneficiarán espacios públicos y equipamientos, escuelas y proyectos educativos, proyectos sociales y rehabilitación de viviendas, junto con políticas públicas destinadas a adolescentes, mayores, mujeres y personas migradas.

El proyecto tiene como objetivo corregir desigualdades territoriales y, por eso, prioriza a los más vulnerables desde el punto de vista económico y social, actuando en los barrios del distrito de Ciutat Vella.

La dotación final para acallar críticas de piernas cortas es superior en 50 millones a los que presentó, la hoy desaparecida en el mundo -mundial of course-, la señora Colau, en 2017 y 2021. Además, en Ciutat Vella se hace una actuación integral que deja obsoletas las actuaciones solo en el Gòtic y El Raval.

Dicen también que Collboni es mejor alcalde que candidato. No sabría qué decirles, pero con el Pla de Barris demuestra que no es un mal alcalde, que no se centra en el glamur y que se patea los barrios, porque muchas de las propuestas las ha recogido en persona, cuando ha sacado a pasear al Ayuntamiento fuera de la plaza de Sant Jaume.

También sería bueno recordar que el candidato Collboni dedicó muchas horas para definir su programa electoral, reuniéndose con sectores, gremios, asociaciones culturales y vecinales.

En argot, Collboni baja al fango. Y después de oír, escuchar y anotar, hace propuestas. El Pla de Barris es un proyecto triunfador pero, sobre todo, necesario para la ciudad. Reequilibrar barrios es siempre una tarea ingente que solo se solventa con tesón y, sobre todo, con dinero.

Con esta propuesta, si Collboni si jugara al tute arrastraba y cantaba las cuarenta. De estas harían falta muchas más. Para tapar la boca a quienes no dan un palo al agua pero gritan mucho, y para que los ciudadanos vean que en el Ayuntamiento se puede pasar de las palabras a los hechos con un Pla de Barris con cara, ojos y proyección de futuro. Si me apuran, con ilusión de futuro, ilusión de Barcelona.