Como le decía el fiel mayordomo Jeeves a su señorito, el holgazán de Bertie Wooster, en una de sus aventuras escritas por el gran P.G. Wodehouse, “es triste observar lo que parecen las cosas y lo que realmente son”. O acaban siendo, diría yo viendo el triste estado en que ha quedado la joya de la corona del urbanismo táctico y las super illes de la administración Colau, la pacificada calle de Consell de Cent.

Hace un par de días, un reportaje en este mismo diario se hacía eco de la lamentable situación de lo que fue el ejemplo estelar de la reordenación de las calles de Barcelona, que lo único que hizo fue confirmar las impresiones que yo me he llevado últimamente cada vez que paso por Consell de Cent y observo que, efectivamente, la calle se ve abandonada, sucia y urgentemente necesitada de un mantenimiento regular que no se intuye por ninguna parte. Por no hablar de que los coches, perdido el temor inicial a ser multados, van de un lado a otro con una tranquilidad y una pachorra dignas de mejor causa.

Cuando se inauguró, todo parecía muy bonito. Demasiado para ser cierto. ¿Que se eliminaba el tráfico? Ningún problema: recargaremos la calle Valencia hasta que parezca un freeway de Los Ángeles en hora punta. ¿Que todo el mundo quiere vivir en un lugar tan apacible y querencioso? Pues subiremos los alquileres, acordes con el privilegio de vivir en semejante vergel urbano (y si los locales no pueden pagar esos precios, siempre habrá millonetis extranjeros que los encontrarán baratos. ¡Será por expats!).

Al ayuntamiento de Jaume Collboni nunca le gustó la operación Consell de Cent. Si no recuerdo mal, la idea original era revertir la reforma Colau y devolver a la calle su aspecto habitual. Lamentablemente, esa contrarreforma costaba un ojo de la cara y el municipio no estaba para gastos exagerados: Ada le había dejado un regalito a lo perro que se cisca donde no debe. Así pues, el nuevo gobierno municipal pechó con la indeseada herencia y optó, en teoría, por mantener en buen estado la calle presuntamente pacificada.

No sé si es por desidia, por falta de presupuesto o por acumular pruebas contra la administración de los comunes, pero aquella calle que lucía tan hermosa durante su inauguración ha perdido casi toda su gracia: vegetación descuidada, papeleras rebosantes, coches desmadrados…Comprendo que no se revirtiera la reforma de los comunes, pero yo diría que no costaba tanto mantener Consell de Cent en mejor estado del que se encuentra.

Puestos a priorizar las cosas, el ayuntamiento podría haber prestado más atención a la parte de la calle que atraviesa la Rambla de Cataluña y el Paseo de Gracia, que es el hábitat natural de todos esos turistas que tanto nos quieren y a los que tanto debemos.

A los parisinos nunca se les ocurriría tener el bulevar Montparnasse hecho un asco, ni a los londinenses hacer lo propio con Oxford Street. Yo ya intuyo que no le debe hacer mucha gracia al actual ayuntamiento tener que bregar con las herencias nada agradecidas de los anteriores mandatarios de la ciudad, pero si se ha optado por mantener las que más les desagradan, pero son más o menos salvables con un poco de mantenimiento, lo menos que se le puede pedir es que las cosas no den ascopena, como sucede en el caso que nos ocupa.

La sobrecarga de vehículos en la calle Valencia y los alquileres desquiciados ya no hay manera de revertirlos, pero para dar un poco de lustre a Consell de Cent bastaría con pasar la escoba, regar las plantas, vaciar regularmente las papeleras y multar a los vehículos que ronden por allí como si fuese una calle no pacificada.

Que no estamos pidiendo la luna, amigo Collboni.