La muerte de Joan de Sagarra sirve para recordar la Barcelona que no le gustaba y otras cosas que aborrecía. A su funeral no acudió nadie relevante del Ayuntamiento ni de la Generalitat. Ni el difunto ni nadie les echó en falta.

El funeral es el único acto social donde el principal protagonista no se entera de nada. En el caso de Sagarra, pasó algo que no tragaba. Como la presencia de enemigos. O el lucimiento de colegas divinos en el escenario de la comedia fúnebre.

Enemigo del “concepto aristocrático de escribir en los diarios”, fue galardonado con el Premio Ciudad de Barcelona de Periodismo (1998). Premio Nacional de Periodismo de Cataluña y Medalla de Oro al Mérito Cultural del Ayuntamiento de Barcelona (2008).

Así que, cuando escribía sobre el periodismo barcelonés, sabía de lo que se trataba. Destacando la “falta de cultura y de oficio” y “el desconocimiento de la tradición periodística”. Se definía un periodista de calle y de proximidad. Otros lo llamaban cultural.

Respecto al Ayuntamiento, fue delegado de Cultura once meses entre 1977 y 1978. Hizo un buen y memorable trabajo, y se fue antes de que los socialistas ganasen la alcaldía. Después, consideró que “Barcelona se les ha ido de las manos”.

Poco antes de retirarse, dejó escrito lo que no le gustaba de Barcelona. “La Rambla no es la de mis padres ni mía… ahora ya no puedo ir tranquilamente”. “El Paseo de Gracia, tampoco”. “La playa de la Barceloneta hay que vigilarla”.

Tampoco podía ver a las bicicletas por las aceras. Cuando le daba un ataque de nostalgia, se iba a la Estación de Francia, “uno de los edificios más bellos de Barcelona”. Pero “no hay nadie en aquel restaurante que fue del viejo Regàs”.

Ahora es un espacio gastronómico a buen precio, con buen servicio y más que notable cocina. También se dedica a fiestas y eventos privados. Guarda el sabor a largos y antiguos viajes. Ideal para ver pasar el tiempo y los trenes perdidos.

La lista de bares y restaurantes sagarrianos desaparecidos parece un listín de páginas amarillas. Se suma al ensayo de su amigo de noches golfas, Gil de Biedma: Revista De bares (o apuntes para una prehistoria de la difunta gauche divine” (1968).

Así se ventiló el enorme poeta a la gauche divine. El invento, divertimento y construcción periodística de Sagarra. Tampoco le gustaban falsos progres de la farándula teatral subvencionada. Como Flotats o Bozzo, especialmente.

El “francés de Barcelona”, que decía ser, quiso retirarse a un pueblo alicantino. Le entristecían tantos locales cerrados, el fin de los quioscos, librerías y que “se haya dilapidado su capital cultural y su manera de ser, abierta y desenfadada”.

Pero volvió, porque era rata de ciudad y perro callejero, en el más noble y positivo sentido de las palabras. Sentía que ya no era de esta ciudad, sino sólo de su barrio. Y aunque viejo y algo cascarrabias, nunca ejerció de nostálgico.

Devoto de Copito de Nieve, “Lo único que echo en falta son mis amigos muertos”, dijo. Ahora se ha reunido con ellos. En el infierno de los grandes periodistas.