Este miércoles 28 se cumplirán dos años de la celebración de las últimas elecciones municipales. Unos comicios a los que se presentó por tercera vez, en contra de lo establecido inicialmente por el código ético de su partido, Ada Colau. Lo hizo por segunda vez, en 2023 y antes en 2019, en su condición de primera edil alcanzada en el año 2015. Es destacable que en sus dos concurrencias electorales, ya como máxima mandataria de Barcelona y candidata a su reelección a la alcaldía, retrocedió en número de concejales y sin ser la lista más votada. Tras perder la alcaldía y ser derrotadas sus tesis sucesivamente en las urnas, hace un año renunció a la concejalía y se ha refugiado en la Fundación de los Comunes, Sentit Comú, sin descartar presentarse como candidata en los próximos comicios locales.

Hay quien pudiera pensar que sin Ada Colau en el tablero del gobierno de la ciudad sus políticas podrían pasar a mejor vida o peor recuerdo. Sin embargo, su legado persiste. Es cierto que Jaume Collboni, antaño socio de la exalcaldesa, ha cambiado las formas, pero no el fondo ideológico y de ciudad impregnado por su antecesora. Sus políticas municipales apenas han sufrido modificación. Es el cambiar algo para que todo siga igual.

En este dos primeros años sin Colau y con Collboni continúan las restricciones a la actividad económica y a la urbanística. Las políticas de seguridad y la convivencia carecen de nuevos y contundentes planes. La inminente Ordenanza de Civismo será un test para comprobar si se aprueba una norma nítida y eficaz o se sigue con la actitud de siempre en el que el rechazo de los Comunes a los anteriores normativas era un maquillaje de los pactos que tradicionalmente acordaban, para constatar su fracaso después, CiU/Junts y el PSC. Ahora todo apunta que pasara lo mismo con la Ordenanza que aprobar.

En movilidad, más de lo mismo. No se han auditado los multiplicados y precipitados carriles bici, ni la “cochefobia”, ni las motos circulan por el carril bus taxi y el tranvía se impone por la Diagonal en su tramo final hasta Francesc Maciá. En paralelo, el tejido asociativo y vecinal próximo a los comunes y a la izquierda extrema sigue beneficiándose de generosas subvenciones carentes en su mayoría del obligado retorno social.

Más continuismo. Se acepta el relato “común-ista” de que el propietario y el emprendedor son los enemigos que combatir. La propiedad, y no las administraciones que no han construido pisos sociales, es la culpable de la falta de vivienda de alquiler. No se quiere entender que el pequeño propietario harto de su indefensión legal e institucional ante okupas y morosos ha optado por desterrar el alquiler residencial y apostar por la venta o el arrendamiento turístico o de temporada. Mientras, se persevera en la asfixia fiscal barcelonesa, la más alta de España, con impuestos de máximos, y tasas o precios públicos desproporcionados para los servicios públicos que recibimos.

Por mucho récord de millones de euros que se gaste el Ayuntamiento en campañas publicitarias, Barcelona sigue siendo una ciudad insegura y las actuaciones en barrios insuficientes. Si tan bien lo hiciera el Ayuntamiento, el gobierno municipal no destinaría tanto dinero para su autobombo de gestión.

Dos años sin Colau y sin derogar su legado. No se precisa el contigo, pero sin ti. Impera el sin ti, Colau, pero contigo, con tus políticas. Confío que, en el hemisferio del mandato del alcalde Collboni y en los dos años que quedan aún para gobernar Barcelona antes de las próximas elecciones municipales, se produzca una ruptura real y no la aparente circunscrita a las formas. Eso sí, se agradece que al menos hayan cambiado.

Un alcalde en minoría, con la ley en la mano, no lo puede todo, pero puede mucho. Ya lo ha hecho con los Presupuestos y puede hacer más con interpretaciones de normas, convenios, políticas de gasto e incentivos tributarios, inversiones de barrio y de ciudad e instrucciones en materia de seguridad y convivencia. Esperemos no se tarde en hacerlo o, que aunque sea con demora, no se haga mal. Prefiero apostar por otro refrán: “nunca es tarde si la dicha es buena” o “más vale tarde que nunca”. Se está a tiempo y Barcelona lo necesita.